capítulo 18: un cuento de miedo mental. Parte II.

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<<Creo que el miedo que tenía de escuchar su voz era tan grande que todo su ser temblaba de pavor cuando entraba aunque sea pequeños ruidos en aquél cuarto frío del psiquiátrico. Tal vez eran pasos de personas que transitaban por los pasillos, o solo era su imaginación. La mente de Aquiles ya no sabía distinguir entre la realidad o la fantasía.

Fantaseaba constantemente de que ella vendría a él y le haría pagar por lo que hizo.

Yo no la maté. Era la única frase que recitaba por horas y horas hasta que el medicamento hacia efecto y por fin lograba quedarse dormido.

No podía dejar de pensar, su mente estaba tan aturdida que dolía todo el tiempo, y aunque doliera, su mente no se detenía y proyectaba escenas dolorosas una y otra, y otra y otra vez, hasta que imploraba con tanto dolor en su alma que parara.

¿Por qué nunca me quisiste?.

¿Por qué me culpas de tu muerte?

¡Yo era tu hijo, y nunca me amaste!.

Yo solo quería ser tu amigo.

Yo solo quería ser tu amigo.

Mi paz emocional se perdió en el momento en que tus gritos de socorro se hicieron presentes en una casa que ardía en llamas.

Y te fuiste.

Y no volviste. Tú cuerpo no volvió.

Pero tu voz se quedó, hizo un hueco, y ahí habita ahora.

E impide que mi cordura regrese.

¿Si tú no regresas mi paz tampoco lo hará?.

¡Vete y devuélveme lo que te llevaste!.

Te devuelvo tus últimos gritos llenos de agonía si me devuelves mi cordura.

Nunca fuiste mi amiga, y ahora te impones en que mi mente lo sea.

Descansa en paz, déjame vivir una vida en paz.

Tú cuerpo ya no está, pero tus cuervos aún revolotean en mi cabeza.

Y hay un gran hueco, y ahí habitan.

Hay una gran cueva, y cuando cierro los ojos,

Viajo hasta ella y me encuentro como muchos gritos de un alma abatida, y un llanto de desesperación de un niño que implora paz.

Su alma estaba aturdida al igual que su mente.

Con el tiempo esas alucinaciones se fueron yendo. Ya no habían cuadros de locura que hicieran pegar horribles gritos, ver cosas que no habían, recitando la misma frase de siempre; Yo no la maté, yo solo quería ser su amigo.

Solo eran él y sus pensamientos cuerdos en esa habitación tan desolada y llena de mounstros mentales.

El mounstro mental.

El psicólogo dijo que él se iría, que tendría el poder de derrocarlo y ya no lo atormentaría más.

El tío Alosson lo visitaba constantemente, le contaba historias de libros que había estado leyendo y le contaba chistes aunque el pequeño Aquiles apenas y parpadeaba. El doctor le explicó que todo era parte del trauma que había sufrido, que en algún momento volvería a hablar. Su tío se quedaba horas hablando sin parar, Aquiles a veces ni si quiera lo escuchaba, su mente no estaba ahí. Al final, antes de irse, Alosson siempre le decía: Aquiles, cuando seas grande, tu mente será tu amiga.

Hasta Que Las Estrellas Se Apaguen ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora