Capítulo 6

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Los rayos del sol comenzaban a hacer acto de presencia en la habitación de Ino, posándose con sutileza sobre sus dorados cabellos, dándole a estos una semejanza al oro.  La fulgurante luz la obligó a cubrir su rostro con las sabanas, realizó un intento por abrir los párpados pero estos le pesaban en demasía.

Estaba consciente de que ya era hora de levantarse; sin embargo, la noche anterior no logró conciliar el sueño, razón por la cual no tenía ni una pisca de ganas para levantarse. No podían juzgarla, honestamente, ¿quién podría dormir luego de aquella agitada noche? En aquel instante le rondaban demasiadas preocupaciones en la cabeza, su único deseo consistía en poder dormir y olvidar todo por unas horas.

No obstante, permanecer en la cama, era un lujo que no podía permitirse de momento. Le prometió a su padre que iría a la empresa para ayudarlo en lo que pudiese, no es que fuese una experta en arquitectura, ni mucho menos. Pero a sus veintidós años estaba en su cuarto año en la carrera de Administración de Empresas, sin duda alguna sería capaz de organizar el papeleo.

—Oh, rayos...  —maldijo por lo bajo, llevando sus manos a la cabeza.  Olvidó por completo que debía presentar un examen esa tarde, y por supuesto, no había estudiado para ello. Las cosas se estaban complicando para ella; entre la universidad, la empresa, la manada y los nuevos enemigos, no tenía cabeza para nada.

Tras soltar un largo suspiro, procedió a abandonar la cama, y arrastrando los píes guió sus pasos hasta el baño. En lo primero que pudo deparar, fue en el gran espejo que se situaba en la pared, dio unos pasos hasta posicionarse frente a el. Un involuntario jadeo abandonó sus labios, al detallar en su reflejo y percibir las ojeras y la palidez de su rostro.
Llevó sus dedos hasta sus labios y los delineó con suavidad, sorprendiéndose de lo lívidos que se veían, hasta podía jurar que no había ni una gota de sangre en ellos.

Con inmediatez, recogió su larga cabellera en una coleta alta y procedió a lavarse el rostro. Posteriormente, comenzó a pasarse algo de maquillaje, nada de otro mundo. Sólo algo sencillo que le ayudase a disimular el cansancio.

Si de algo no había duda, era de que Ino era vanidosa al extremo, le dedicaba mucho tiempo a su cabello y aspecto, para que luciera siempre hermosa.

Una vez terminado su trabajo, le dedicó una ladina sonrisa a su reflejo, satisfecha por el resultado que había logrado. Ahora lucía tan bonita como siempre, dirigió su mirada a sus, ahora rojos, labios y no pudo evitar ensanchar su sonrisa al recordar el apasionado beso que le había robado Itachi.

Itachi.

¡Oh, Itachi!

No se había percatado antes de como su corazón aceleraba su pulso con tan solo pensar en él. No, él no causaba ese efecto en ella antes, definitivamente no lo hacía.

Pero luego de aquel beso, y el acercamiento que tuvieron ambos en el bosque, las cosas cambiaron notoriamente. Ino comenzaba a ver con claridad sus sentimientos hacia el Uchiha, si bien era algo apresurado para ello, los sentimientos del uno por el otro comenzaron a surgir desde antes de que se vieran por primera vez.

Cerró sus párpados y negó levemente, sin  borrar la sonrisa de su rostro. Tenía que verlo, ellos tenían un trato y ella lo cumpliría.  Decidió que iría a aquella cabaña para encontrarse con el y... 

Sus ojos se abrieron de golpe y una ligera risa salió desde su garganta al percatarse de que había encontrado la solución a sus problemas.

—¡La cabaña! Claro, ¿como no se me ocurrió antes?  —Se dijo a sí misma, mirando su reflejo.

Allí estaba la solución. Ino contaba con la más antigua colección de libros de hechicería, libros exclusivos que se  habían utilizado en la guerra. En ellos encontraría las respuestas para todas sus preocupaciones, sólo debía que ir por ellos.

Lazos de Sangre I - El Alfa Y La Bruja [ItaIno] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora