Día 3

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Mi estómago dolía, pero de la risa.

Yadiel no paraba de hacerme reír con cada anécdota que me contaba, era chiste, tras chiste y todos muy buenos. En ocasiones se detenía a observarme con una enorme sonrisa y me preguntaba si me sentía bien, si no deseaba algo de beber o comer, pero yo negaba. Por nada del mundo quería perderme alguna de sus anécdotas.

—Me alegro que te guste —me dijo sonriente —lo digo en serio, no quería que pensaras nada malo de mí

—¿Por qué habría de hacerlo? —limpié mis lágrimas y le devolví el gesto — gracias a ti me la he pasado mejor en este sitio

—Lo sé —suspira —aunque no puedo venir a verte a toda hora yo-

—Está bien, en serio, significa mucho para mí

Se puso de pie en un brinco de la cama. Inspiró hondo y luego volvió a sonreírme.

—Debe ser un poco cansado estar en terapia la mayor parte del tiempo ¿no?

—Sí, es detestable...

—Pero no te desanimes Bridg, saldrás pronto de este sitio y me encargaré de hacerte feliz ¿qué dices?

—Ya lo haces, te estoy muy agradecida por ello

—¿No te han dicho nada... sobre el accidente?

Negué con la cabeza. Realmente tenía mucho miedo de preguntar lo que había pasado o la manera en la que me habían encontrado, aunque de igual manera, tanto el doctor como mi tía evitaban hablar del tema. Quizá me frustraba un poco, pero me sentía bien al no tocar temas sensibles tan pronto.

—Bueno... —dice sereno —creo que es mejor así, no te agobies mucho pensándolo ¿vale?

Asentí y él sonrió.

—Si quieres mañana traeré plumones y podremos dibujar, sería divertido pintar sobre los lunares como solíamos hacerlo —alzó sus mangas y abrí los ojos de par en par cuando me percaté de que en su antebrazo derecho tenía un tatuaje, uno de caligrafía muy bien hecha y en tinta negra a excepción de la última palabra

"La vida en rosa"

—Tengo unos cuantos a-

—Es... —lo interrumpí y él me miró extrañado —ah... es... un muy bonito...

—¿Ah? —posó sus ojos sobre el sitio donde yo miraba —¡Ah! Esto... sí, ya sabes... esa canción de Édith Piaf —de nuevo me miró, pero esta vez lo hacía de una manera... como si estuviera triste

Supuse, que aquella expresión afligida se debía a la ausencia de mis recuerdos, quizá... y solo quizá, para él era muy significativo y me lamenté por aquello. No recordar algo apreciado para ambos... realmente me enfurecía. Me sentía impotente por no empatizar con sus sentimientos.

Sin embargo, sonreí.

—Es algo evidente que lo he olvidado, entonces..., ¿Te molestaría decirme por qué te lo hiciste?

Me encontraba curiosa, no solo por el hecho de que tuviera una frase casi idéntica a la que yo tenía, sino porque era en base a una canción de la misma artista y contrario al brazo donde yo tenía el mío. Probablemente, si es que él y yo nos llevábamos muy bien antes de mi amnesia... nos lo habíamos hecho juntos o quizá, nos pusimos de acuerdo para hacerlo por separado. No lo sé, quizá Yadiel era mi mejor amigo y por eso ahora estaba aquí conmigo.

—Tienes uno igual... —se encoge de hombros —Édith Piaf siempre ha sido tu artista favorita... te gustaba mucho ir a una cafetería cerca de la torre Eiffel porque además de que tenía una decoración muy buena con las flores, solían tocar todo el tiempo música de ella

35 días contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora