La frase (FIN)

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Una noche, un par de semanas más tarde de aquello que habia sucedido, Bárbara decidió volver a la casa de Antonio como ya lo había hecho antes. Cuando llegó notó que Antonio no estaba ahí y se fue. Volvió la mañana siguiente y esperó, esperó aproximadamente cuarenta y cinco minutos pero nada pasó así que dio media vuelta a su caballo y se dirigió una vez más al miedo. Esa misma noche sintió algo, había una sensación en su cabeza que le decía que Antonio estaba cerca, que estaba ahí. Sin dudarlo se subió al caballo y se dirigió hacía la casa de Antonio una vez más. Como todas las veces anteriores, su visita fue sin suerte ya que no logró encontrarlo hasta que cuando su caballo ya estaba dirigiéndose al miedo devuelta vio una pequeñas figura venir; su corazón latía fuerte muy fuerte, ahí venía, era él, estaba segura. A medida que se acercaba sus pulsaciones se aceleraban más y más. Cuando por fin lo tuvo cerca se bajó del caballo y lo miró fijamente a los ojos.

-Bárbara, ¿Que haces aquí?
-No se, algo me dijo que iba a encontrarte hoy
-Va a ser mejor que te vayas porque...-
-No, esperate. Tengo que decirte algo y es importante-
Antonio no dijo nada, solo la observaba
-Perdoname-
-¿qué?-
-Yo te mentí, te mentí porque pensé que podía estar sin ti pero no puedo Antonio, creo que... creo que te amo-
-Barbara, me lastimaste-
-Yo lo se y por eso te pido perdón pero fue porque no queria perjudicarte, era peligroso entiendeme-
-No puedo creer lo que me dices. Mejor vete, mañana hablaremos-

Bárbara intentó hablar pero Antonio ya se marchaba.
Lo había lastimado y se había lastimado a ella misma. Lo había perdido y probablemente para siempre.

Antonio llegó a su casa confundido. Todo lo que había pasado le habia dolido muchísimo incluso mucho más de lo que él esperaba; pero en realidad no era eso lo que lo tenía así, sino lo que le había dicho ella: "creo que te amo". Jamás se lo había oído, ni siquiera cuando estaba con Santos. ¿Acaso Bárbara Guaimaran, la que todos conocían como la devoradora de hombres, se había desnudado en corazón y alma frente a él?.
No sabía que hacer. Le había dicho, tan solo minutos antes, que al día siguiente hablarían de ese asunto pero ahora quería verla; quería mirarla fijamente a los ojos, esos que le hacían acordar a lo profundo del mar, y preguntarle que significaba lo que le había dicho. Necesitaba verla y decirle que el tambien la amaba, que la amaba cada día un poco más a pesar de todo, y así iba a ser siempre.
Se montó al caballo y se dirigió al miedo, todo estaba cerrado. Golpeó las puertas, golpeó las puertas tan fuertes que casi despertó a todas las reces que había cerca. Abrió Bárbara.

-¿Qué haces a...?-
No la dejó terminar, la tomó de la cintura y la besó. Fue un besó intenso, rápido pero cargado de amor. No hicieron falta descripciones para lo que sucedió despues, simplemente se amaron.

-perdóname-
-Basta Bárbara, deja de preocuparte por eso. Yo solo quiero saber una cosa-

Bárbara solo lo miraba

-Lo que me dijiste allá, en mi casa, sobre que me amabas-
-Es así, te amo Antonio Sandoval-

Los dos sonrieron
-yo también te amo-

desde ese día en adelante no hubo días grises para Bárbara. La sed de venganza que la había perseguido por años desapareció junto con la llegada de amor y trabajo. En el pueblo se la dejó de apodar de tal o cual manera. Ahora era Bárbara Guaimaran o, bueno tal vez, doña Bárbara. Por fin un alma triste se había curado y estaba, de una vez y por todas, siendo feliz.

FIN.

Vengate, amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora