El regreso del villano

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Volvimos a la nave candados por la pelea y sin ánimos por la muerte de Adrián y de Alfredo. Sin embargo empezamos a hablar. Y finalmente llegamos al hangar donde Hugo nos esperaba.

Parecía que ya se había enterado de que Adrián y Alfredo habían muerto, porque a su alrededor flotaban dos ataúdes. Rex depositó los cuerpos inertes y sin vida de aquellos dos compañeros y los ataúdes se cerraron.

Seguidamente Hugo nos guió a una sala bajo tierra con unos gruesos cristales que daban al mar en el que se veía a los peces pasar. La sala era enorme, y tenía una estructura extraña con forma circular al fondo tapada con una lona.

Los ataúdes se movieron y se quedaron cerca de otro, en el que había un nombre escrito: Aitana. Una lágrima se escapó de mis ojos cuando vi el nombre escrito. Hugo nos hizo subir.

Hugo Pablo y yo subimos a la azotea, miramos al atardecer. Era precioso, pero no tardó en desaparecer eclipsado por nubes. Seguí mirando asustado. Un montón de rayos rojos salieron y empezaron a girar en círculos.

Una nave apareció de la nada. Y caí al suelo. Era la nave más grande que había visto en mi vida, era la nave de mis padres. Pero algo inesperado pasó, la nave apuntó los cañones hacia el resurgir, y comenzó a disparar.

Uno de los disparos se acercó hacia nosotros, pero no nos alcanzó. Los escudo estaban activados. Y no podían traspasarlo.

-largaos de aquí, yo voy ahora.

Eso hicimos, nos largamos corriendo a avisar a los otros. Para mantenernos en un mismo sitio escondidos por si atacaban y teníamos que defender. Hugo: no entiendo que diablos hacen estos aquí.

Pero voy a detener su invasión. Cueste lo que cueste, nadie me ataca en mi casa y se cree que me va a ganar. Sabía lo que iba a hacer ahora. Avancé corriendo hasta la barandilla y salté al vacío.

Mi nave una nave ligera roja y gris con planeadores que yo mismo le puse apareció y yo caí encima. Las naves de Rex y Jeck aparecieron a mi lado. Y los tres subimos al mismo tiempo a gran velocidad.

Varias naves pequeñas salieron de la nave principal. Sería complicado derribarlas una por una, así que habría que tirarlas todas a la vez. Agarré el gancho que tenía en la cabina y dejé que el droide pilotara por mi.

La presión me afectaba a los oídos, pero yo lo ignoré, no sería la primera vez que me dolieran los oídos: mis pies se pegaron al ala de la nave. Y yo lancé el gancho hasta el cristal atravesándolo.

Ahora que la nave de detrás estaba enganchada haciendo uso de mi fuerza y de los mandos de la nave de detrás la moví hasta estrellarla con la nave más próxima. El gancho se soltó, saqué el mechero que llevaba en el bolsillo y prendí la cuerda del gancho.

Seguidamente lo lancé a la última nave incendiándola por dentro y por fuera. Volvía entrar a mi nave y subí con ella hasta el hangar esquivando los disparos de la nave. Entré por el y vi a Rex y a Jeck que ya estaban allí.

Se encontraban alardeando de sus habilidades disparando mientras se reían, sin duda eso no era nada serio. Estrellé la nave al fondo del hangar matando al resto de los soldados.

-que gente, deberían haber mirado si pasaban coches antes de cruzar-dije yo

-si, no se cruza en rojo-añadió Jeck

Había tres pasillos, dos a las cañoneras y uno a la sala principal. Rex y Jeck fueron a las cañoneras y yo a la sala principal. No era mucho camino, pero lo que sí suponía un problema eran los soldados.

Tiempo después. Los disparos pasaban muy cerca, la puerta estaba a menos de cinco metros solo tendría que alcanzarla. No podía usar mi última granada o tendría que tirar la sala del trono a puñetazos, y eso no me hacía especial ilusión.

Solo tres balas en una pistola que había robado y cinco Soldados, si desaprovechaba alguna moriría. Pero ese no era el día para morir era el día para vivir. Me levanté decidido sin usar ningún tipo de escudo.

-miradme ignorantes porque será lo último que veréis, en cambio si os retiráis moriréis como cobardes, pensabais que iba a haber piedad ¿verdad?

Me miraron atemorizados, nadie iba a hacerle nada a alguien tan decidido. Dejaron las armas, estaban enfadados. Vinieron corriendo hacia mi.

-la gente como ustedes solo puede mejorar, pero ya no podéis.

Estaban a punto de darme, pero me quedé quieto. Estuvieron ya delante de mi cara, y en ese momento usé lo primero que había aprendido. Me agaché y arrastré la pierna por el suelo tirándolos a todos.

Se levantaron, eso no podía matarlos. Esta vez si empecé a darles fuerte. Golpeé a uno en la cara haciéndolo caer, seguidamente lo tiré hacia atrás de una patada. Con el resto simplemente les pegué unos rodillazos en el pecho a cada uno.

La puerta se encontraba cerrada. Saqué mi hoja verde reluciente. Y la clavé en la puerta, está última se fundió justo para que yo pudiese entrar. No había ninguna resistencia. Los padres de Ricardo no estaban ahí. Lancé mi granada. Una granada atrayente.

Los dos aparecieron. Y se quedaron pegados al suelo. Los había pillado, y ahora estaban bajo un montón de sillas. Estaban atrapados.

-porque diablos habéis venido a atacarme.

Me fijé en la madre de Ricardo, estaba muerta. Solo su padre seguía con vida.

-ja, quiso no venir, lleva muerta todo el rato.

Lo golpeé en la cara. La había matado y se reía de lo que había hecho, era un monstruo.
Lo levanté, sabía de sobra quién era. Era el director del campamento.

-¿como has sobrevivido?

-Gracias a ti no, ja ja

-imbecil.

Lo solté. Se suponía que estaba muerto. Lo habían matado. Ya se encontraba herido. En su condición no aguantaría más de cinco minutos de lucha. Me abalancé sobre él y lo agarré del cuello.

Todos esos soldados, los había utilizado. Y ahora ellos habían muerto. Lo tiré al suelo. Acabaría con él aplastándolo, como él había echo con Aitana. Me agarró del brazo y se levantó.

-Rex, Jeck no matéis más gente, apresadlos y subidlos al carguero. Los han utilizado-dije por el comunicador.
El señor del suelo levantó todas las sillas que había a su alrededor, si yo las esquivaba las volvería a lanzar, tendría que destruirlas, tendría que quemarlas.

Me las lanzó todas a la vez. Y yo caí las esquivé, me puse a dar vueltas alrededor de él. Y así prender fuego a todas a la vez. Y eso hice, cuando una se me acercó lo suficiente levanté mi mano y le prendí fuego, seguidamente todas comenzaron a arder y se convirtieron en ceniza.

Guardé el mechero y guardé mi arma, lucharíamos en igualdad de condiciones. A puños acabaría con el.

Comenzamos a golpearnos. Yo acertaba más golpes. Él estaba exhausto yo yo iba por el mismo camino. La nave no poseía un piloto, estaba fija en un punto sin necesidad de uno.

Lo golpeé y se cayó al suelo. Le estrujé el cuello y lo empecé a ahorcar. Pero justo antes de morir sacó un accionador de su bolsillo.

-adiós.

-no deberías haber accionado ese botón, te has sentenciado a ti mismo.

Saltó hacia la parte que manejaba la nave. Y finalmente explotó. El aire entró en la sala tragando cuerpos. Salté hacia delante, pero no llegué, yo también caí.

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