Capítulo 1

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Hay gente que no cree en el destino, así como hay gente que si cree en el, hay gente que está destinada a vivir la peor de las desgracias, y hay gente que tiene el destino mas perfecto que puede existir.
Recién salías de una fiesta, tomaste mucho y no estabas muy consciente de lo que hacías. Estabas camino a casa, ya era tarde, unos minutos más y daban las 12:00, las calles estaban vacías y se veía peligroso, pero no le diste importancia por pensar en otras cosas, quizás en como habrán terminado los que se quedaron ahí, al parecer la fiesta iría un poco mas lejos, y quizás no terminaría hasta el día siguiente.
Seguías caminando, faltaba poco para llegar a tu casa y poder recostarte después de tanto haber bailado y tomado, faltaba cada vez mas poco y de pronto, comenzaste a sentir que alguien te seguía, miraste a tu alrededor y no veías nada, alomejor era efecto del alcohol, pero ese presentimiento no se iba, pensabas que algo andaba mal, pero seguías caminando.
Estabas apunto de llegar, cuando se escuchó como alguien pisaba un arbusto, así que diste vuelta inmediatamente, viste a alguien, no sabías con exactitud si era hombre o mujer, tu intentaste ir más rápido para evitar problemas, pero notaste que ese alguien te estaba siguiendo.
Estabas muy nerviosa, al parecer es como si hubieses bebido un levanta muertos, el efecto del alcohol desapareció por la preocupación, así que poco a poco comenzaste a trotar y luego a correr, percatándote de que te estaban siguiendo.
Mientras corrías, revisabas a menudo detrás de ti para ver si ese alguien se había ido, mientras revisabas, no viste que había una roca por delante de ti, así que tropezaste con ella y caíste, te raspaste las rodillas y te dolía mucho, tanto, que casi no podías moverte.
Levantaste la mirada y viste a quien te perseguía, era uno de los chicos que habían ido a la fiesta, de esos chicos que son considerados populares, de esos que enamoraban a una chica para llevarla a un hotel y botarla días después, te asustaste a tal grado de no moverte, te habías paralizado, pensabas que algo terminaría mal, el chico se sentó por encima de ti y tomó tus manos contra el suelo y sonrió, de tal manera que te era casi imposible moverte, te preocupaste demasiado, así que comenzaste a pensar en qué hubiera pasado si no hubieras tomado, o quizás si te hubieras regresado con unos cuantos chicos y chicas, para estar mas segura, comenzaste a pensar, en qué sería de tu vida a partir de ese momento, si serías sometida, o si podrías escapar, pero no, no podías hacer nada.
-Te haré mía y sólo mía.- Dijo el chico mientras lamía tu cuello y subía hasta tu oreja.
-Basta ya, déjame ir por favor.- Gritabas mientras llorabas, el chico tapó tu boca con una de sus manos.
-No puedes escapar, nadie te escucha, y nadie podrá salvarte de esta.- Dijo él, al mismo tiempo que desataba tu camisa.
No podías parar de llorar, tus planes de enamorarte y tener una familia, estaban por desaparecer, cerraste los ojos, con la esperanza de que esto fuese sólo una pesadilla, y no parte de tu futuro.
Una lágrima corría por tu mejilla, el chico seguía desvistiéndote, cuando de pronto, escuchaste un golpe, quizás era la policía, o alguien de ayuda, volteaste a ver, y te diste cuenta que otro chico había aparecido para ayudarte, o al menos eso parecía.
Miraste al chico, era un chico de unos 17 años, no podías calcularlo con exactitud, te levantaste rápidamente mientras te vestías, y mirabas como el chico casi lo mataba a golpes, pero no hacías nada, porque sabías que lo merecía.
Cuando terminó de golpearlo, amenazó diciendo -Te vuelves a acercar a ella y te mato-; mientras se iba, te limpiaste las lágrimas y te acercaste al chico que te ayudó para darle las gracias.
Al acercarte miraste al chico, y sus ojos verdes te llamaron mucho la atención, brillaban bajo la luz de la luna, tenía una piel fría como la nieve de invierno, y pálida como aquél enamorado que por primera vez recibió un beso, cabello rojizo, y vestido de una manera muy elegante.
Al examinar al chico, notaste que corría sangre por su labio, pensaste que lo habían golpeado, así que lo limpiaste con tu camisa.
-Gracias por haberme ayudado, no se como podría pagártelo, mi nombre es Yui, Yui Komori.-
-Pagarás siendo mía.- dijo el
-Tu..tuya? Pero ni siquiera te conozco ni se tu nombre.- dijiste temblorosa
-Sakamaki, Ayato Sakamaki, pero puedes llamarme "Su majestad".- Dijo Ayato mientras sonreía
-Bueno, Ayato, muchas gracias por haberme salvado, pero, ¿Cómo sabías que estaba aquí? -
-Te he estado observando desde hace tiempo.-
Tus ojos se dilataron mientras tu corazón se aceleraba, no sabías si era miedo u otra cosa.
-¿Observando? ¿Por qué me has estado observando?-
-Te he escogido, tu serás mía.- Dijo mientras se acercaba a ti y te daba un beso
-Te has puesto roja como un tomate.- dijo el -Estoy seguro que me deseas.-
Negaste con tu cabeza, mientras veías su mirada, sabías que algo había cambiado en ese instante, pensabas que era cosa del destino.
El te recostó en el pasto, mientras el hacía lo mismo y se recargaba en su brazo izquierdo para poder acariciar tu rostro con el otro
-Eh, pastelito, sentir tu piel caliente hace que me den ganas de tomarte, tengo sed.-
-¿Tienes sed? ¿Qué acaso eres una clase de vampiro o algo así?- dijiste mientras reías
-Déjame hacerte mía.- dijo mientras sonreía y abría poco a poco su boca, mostrando unos dientes tan perfectos, que casi parecían colmillos.
Se acercó a tu cuello, y lo mordió, succionando así tu sangre, dejándote poco a poco cada ves más inconsciente, acto seguido te desmayaste.
Ayato te levantó, y te llevó en sus brazos hasta su casa, te llevó a su habitación, y te recostó ahí.
-Duerme pastelito, mañana serás mía.-

Por Siempre Mía... Ayato SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora