3.

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Stiles había huido del lugar corriendo tan rápido como sus pies le permitían – y a quién engañar, sus pulmones (que parecían más bien de un hombre de edad con problemas respiratorios) ya quemaban con la sola primera manzana corrida. Él definitivamente no estaba hecho para ese tipo de esfuerzos y le agradecía a la vida no tener que necesitarlos muy seguido.

Fue a unas cuantas calles de su casa que Stiles sopesó lo sucedido, saltando, lloriqueando y agradeciendo a los desconocidos que pasaban por allí con cara de asustados por su repentino ataque de alegría.

- ¡Lo conseguí! – le gritó a una pelinegra que le reparó de pies a cabeza mientras él se cubría el rostro con ambas manos.

- Yeei, lo hiciste. – celebró amigable la fémina guiñándole un ojo y siguiendo su camino.

La celebración interna y de autoameritación de Stiles no fue tan ruidosa como la que le esperaba al otro de la pantalla cuando su madre tomó la llamada. Su padre, en cambio, lucía reacio a la noticia, era como si muy en el fondo esperara que Stiles no tuviera éxito y regresara a casa lo más pronto posible.

Y es que así era precisamente como lo había imaginado, no como su hijo se lo comunicaba con aquella sonrisa de cachorro que le conseguía hasta lo más imposible del mundo. No se sorprendía realmente, después de todo era su hijo, su pequeño trozo de él y de su amor. El castaño tenía los atributos encantadores de su madre, tenía esa capacidad de hablar y de persuadir con miradas, sonrisas o gestos simples. También tenía algo suyo, como su decisión, las ganas de ser alguien y de querer resaltar. Stiles era una perfecta sincronía entre lo amistoso y tierno de Claudia, y lo decidido y valiente de su padre.

- Entonces, ugh. – el hombre pasó saliva con dificultad y sonrió lo más natural que pudo. – Entonces pasarás buen tiempo fuera de casa.

- Eso creo. – torció el gesto y pareció animarse casi al segundo. -¡Pero te va a alegrar saber con quién trabajo!

- ¡¿James Corden?! – exaltó picando a su hijo.

- ¿Qué? No papá, él ni siquiera vive aquí, buh. – resopló viendo la sonrisita del mayor. Le había tomado del pelo y lo sabía. - ¡Con Clark Kent!

- ¿En serio? ¿El hombre casi tan obsesionado con Superman como tú?

- Dos cosas, primero, nadie ama a Superman tanto como yo, ¿okay? Y segundo, es el periodista con mejor y más rápida proyección. Ni hablar de sus entrevistas y fotos, es todo un profesional.

- Si tú lo dices. – Noah se encogió de hombros pasando uno de sus brazos por la cintura de su mujer, quien le golpeó por su poco interés en lo que para su hijo parecía ser algo enorme. – Quiero decir, es genial, en serio. Solo no dejes que sea un idiota contigo, la gente de la gran ciudad suele ser grosera, abusiva y envidiosa, sobre todo si ya tienen un buen puesto.

- Oh no, Clark no es así para nada.

- Y te prohíbo salir con él.

- ¿Qué? Pff, eso no pasará, él no e... no tengo porqué explicarte esto, anciano chismoso.

- Advertido estás.

- ¡Noah! – refutó mirando mal al nombrado. – No le hagas caso mi amor, tú has lo que quieras y debas hacer, ¿okay?

- Claro mami, te amo. – sonrió con suficiencia sacándole la lengua al hombre mayor que lo reprendía con la sola mirada. – Además no es como si fuera guapo. – mintió estrepitosamente cruzando los dedos de una mano escondida detrás de su espalda. – Es feo, mucho. Es más, es que si el hombre fuera agua, seguro sería agua no potable. ¿Entiendes? Porque es sucia y... ay, ríanse.

S de Stiles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora