Prologo

10 0 0
                                    

Prologo

No podía recordar muy bien el día de mi creación, solo tenía presente el brillo de la luz del sol cuando abrí los ojos, mi primera respiración y los latidos apresurados de mi corazón, esas pequeñas acciones quedaron marcadas en mi cabeza, no nací como el resto del mundo, aunque mis primeros minutos eran borrosos, yo recordaba muy bien las palabras que había escuchado cuando pude orientarme, había sido creada para suceder al guardián Eleazar. No era humana, solo un pequeño vestigio del guardián que me creo, aprendí reglas, formas de hablar, etiqueta, historia, si sería la próxima guardiana debía comportarme de cierta forma y saber muchas cosas, pero de cierta manera me sentía como si solo fuera un instrumento sin vida y sin valor alguno.

No tuve infancia, nací siendo ya una mujer madura, aunque solo de cuerpo, mi mente era la de una niña atrapada en un cuerpo que no encajaba.

Tantos años aprendiendo, tantos años encerrada me enseñaron a que no todo era como uno quería, con el tiempo crecí en espíritu y por fin me sentí a gusto en mi cuerpo, la mujer que me enseñaba dijo que había madurado, que ya no era una niña atrapada en el cuerpo de una mujer, y era más que cierto. Ahora mi único inconveniente es que aún seguía estando atrapada, siempre vigilada, y todo porque el guardián quería mantenerme segura, solo hasta que aprendiera todo lo que necesitaba saber, me prometió que podría ir y venir, cuando me convirtiera en una persona de mundo.

-¿Dianora? –llame la atención de la mujer que me enseñaba todo sobre historia, etiqueta, las reglas y mejor dicho, todo, ella era la única en la que podía confiar, con quien no me sentía atrapada.

-¿Qué sucede, Elena? –pregunto ella, su voz era suave, y también era una mujer hermosa, con cabellos oscuros, ojos negros, un rostro ovalado, mejillas sonrosadas y una sonrisa encantadora, no conocía muchas otras mujeres pero si sabía que su belleza era única y no solo de físico, sino también de espíritu, y muy pronto ella se convertiría en sacerdotisa, eran mujeres con dones especiales, esas mujeres no tenían lealtad con nadie, ni siquiera con el guardián pero cuando decidían dársela a alguien eran fieles hasta el final.

-Me pregunto... ¿Cómo es el mundo exterior? –Mi pregunta hizo que levantara una de sus finas cejas y me mirara- tú has estado afuera, has viajado y conocido muchos lugares, y yo apenas he salido de este templo.

-No es la gran cosa, es cierto que todo afuera es hermoso pero es peligroso también, hay que tener mucho cuidado –me dijo ella, su expresión de disgusto al hablar me decía que ella había sufrido algo en el mundo exterior pero prefería no preguntar para no traer malos recuerdos.

Me quede callada, no la contradije, ni le di la razón, cuando se trataba de temas delicados había aprendido a callar, y no hacer preguntas, pero aun con lo que ella decía, tenía ganas de salir y conocer personas, ver flores y árboles en un lindo prado sin necesidad de llevar guardias que me custodiaran, era un sueño que algún día cumpliría, estaba segura de ello.

-Dianora me ha informado de tu crecimiento, me ha dicho que has aprendido muy bien, te felicito Elena, en unos cuantos años más, de seguro te convertirás en mi sucesora –la voz del guardián resonó por todo el salón, me había llamado para felicitarme por mi progreso, sabía que algún día ocuparía su lugar. Eleazar tenía un cabello dorado al igual que el suyo, y ojos azules como el océano, tenia el cuerpo de un guerrero, músculos no tan exagerados y un rostro duro, antes de suceder al antiguo guardián había sido un guerrero. Los guardianes eran aquellos que vigilaban el equilibrio de las cosas, eran dioses, para aclararlo de mejor forma, tenía diferentes poderes y habilidades, habían varios guardianes para diferentes cosas, y los más importantes eran los guardianes de la luz y la oscuridad, su deber era mantener el equilibrio entre ambos, así como existían ellos también habían guardianes para los elementos naturales, como el agua, el fuego, entre otros, pero ellos no se veían tanto como los antes nombrados.

Los Anhelos de una DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora