Capítulo 6

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Capítulo 6

Primer día de encierro.

Abrí los ojos lentamente, me dolía mucho la cabeza y estaba algo desorientada, no sabía muy bien donde me encontraba, parpadee lentamente para poder acostumbrarme a la luz que estaba lastimando mis ojos.

Me senté sobre el suelo, tenía un pequeño dolor de espalda por haber estado mucho tiempo recostada en este, mire a mi alrededor para descubrir exactamente donde estaba, reconocía el lugar; era el templo de las sacerdotisas, aunque se veía muy vacío, poco a poco me levante, lo último que recordaba es que había estado arrodillada a unos metros del cuerpo inerte de Damián, no recordaba nada antes de eso ni después de eso, mi mente estaba revuelta y no conseguía unir nada. De lo único que estaba segura era que ese hombre estaba muerto y tenía un inmenso dolor en mi pecho, estaba sufriendo por su muerte, no podía negarlo, me había traicionado, había creído en él como una idiota, al final todo fue una farsa.

-Tengo que olvidarme de eso –murmure para mí misma comenzando a moverme.

Estuve por lo menos dos horas dando vueltas por el lugar, y no encontré nada, solo descubrí dos cosas importantes, la primera, era que estaba encerrada en este templo sin ninguna forma de salir y la segunda, había descubierto un montón de estatuas en el salón principal, las sacerdotisas, eran ellas, había sido un momento extraño y desagradable, incluso había sellado todas las puertas que llevaban a ese lugar. No quería verlas y pensar en que realmente eran ellas convertidas en estatuas, prefería pensar en otra cosa. Entre todo ese movimiento no había recuperado nada de mi memoria, absolutamente nada, y eso me mortificaba, porque no sabía que había hecho para terminar encerrada en este lugar, estaba muy confundida.

-Tu confusión es tan palpable que hasta casi puedo saborearla –me sobresalte al escuchar otra voz cuando se suponía que estaba sola, me gire de inmediato y me encontré con un hombre al que no reconocía de ningún lado.

-¿Quién eres? –exigí saber manteniendo las distancias entre los dos.

-Interesante, no recuerdas nada –parecía como si lo dijera más para él mismo que para mí- te refrescare la memoria... mataste a los guardianes, y a tu insulso novio, es por eso que estas encerrada en esta prisión –sus palabras me cayeron como un balde de agua fría.

-¿Qué? –exclame.

-¿Fui muy desconsiderado al decírtelo tan de golpe? Lo siento, no era mi intención –dijo pero sus palabras no sonaron sinceras más bien parecía una burla- veras querida niña, intentaron matarte y yo te ayude a que eso no sucediera... -mientras hablaba se acercó a mí- en el fondo de tu corazón los querías muertos, pero no tenías la fuerza suficiente para oponérteles. Use tu odio para despertar esos poderes que dormían dentro de ti, y los cuales tenían aterrorizados a los guardianes, salvaste tu vida y las de tus hermanas. Elena prefirió encerrarlas a todas antes que matarlas, las separo intencionalmente para evitar que usaran sus poderes para salir –explico.

-¿Cómo fue que entraste aquí? Si Elena me encerró, nadie más seria capaz de entrar ¿no? –pregunte para salir de dudas.

-Conozco perfectamente los poderes de Elena, se cuáles son sus puntos débiles. Y antes de que preguntes, vine aquí para agradecerte, que hayas matado a los guardianes hace que Elena y yo seamos los guardianes ahora, esos viejos no dejaban que los dos estuviéramos juntos –dijo encogiéndose de hombros, con esas palabras me di cuenta de quién era este hombre, Darius, mi padre.

-Me usaste para tus propios fines –le recrimine tratando de mantener la calma.

-Exacto, y no pienso disculparme. Si no hubiera sido por mí, en estos momentos estuvieras muerta, y aunque me gustaría sacarte, no puedo. Elena fue muy clara, ninguna debe salir de su prisión y no quiero hacerla enojar –me dijo de forma despreocupada, su mano se posó sobre mi mejilla y dejo una caricia en esta, luego la retiro, se giró sobre sus talones- Nos vemos, Zarina –desapareció frente a mis ojos.

Los Anhelos de una DiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora