4. El misterio de la cantante

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El joven Connor Prouds levantó bien las piernas para caminar sobre la arena. El trío de detectives de Scotland Yard, compuesto por Connor, Willie O'Brien y Geoffrey Towel, había llegado a la casa de playa de la famosa cantante Shirley Rymer, que al parecer se había suicidado el día anterior. El joven detective, que iba primero, golpeó la puerta de la propiedad y al rato apareció una mujer de pelo castaño y ojos verdes, con aire de cansancio.

—Hola, ¿son ustedes los detectives de Scotland Yard? —interrogó.

—Los mismos —contestó Connor seriamente—. ¿Usted quién es?

—Mi nombre es France Bass, soy la criada y cocinera de la casa —contestó la mujer con una leve sonrisa.

—Ah, ya veo. ¿Podemos pasar? —preguntó Connor al ver que la mujer se quedaba quieta en la puerta. De pronto la mujer reaccionó.

—Sí, claro, pasen.

Connor entró en la casa seguido del detective Towel, un anciano vestido con lo que parecía ser un harapo blanco, aunque estaba muy limpio. Detrás del anciano, un hombre de baja estatura, el detective O'Brien, avanzaba a paso tranquilo. Fue él quien cerró la puerta una vez que el trío estuvo dentro de la casa.

—Vengan por aquí —dijo la señora Bass señalando el camino. Los tres investigadores fueron llevados a la cocina, que era gigante. En el centro había una mesita a donde estaba sentada la señorita Kamelia Deer, hija de la difunta cantante. La joven era rubia y de ojos verdes intensos, por lo que uno podría decir que era una versión en miniatura de la que solía ser su madre.

—Buenos tardes, detectives —dijo la joven algo entristecida—. Supongo que están aquí para investigar la muerte de mi madre.

—Es usted una excelente adivina —contestó Connor antes de señalar una silla—. ¿Podemos sentarnos?

—Sí, por supuesto.

Los tres investigadores se acomodaron en las sillas que había alrededor de la mesita. Cuando el detective O'Brien apoyó sus manos sobre la misma, la señora Bass preguntó a unos metros de él:

—Señores, ¿quieren algo para tomar? Es la hora del té.

El detective O'Brien la miró inocentemente de arriba abajo.

—¿Podrían ser unas tostadas? Y un café, por favor. Si no es mucha molestia, claro.

Connor miró a su compañero severamente, como si lo que O'Brien acabara de pedir representara una falta de respeto en algún punto.

—Claro, ¿ustedes dos no quieren nada? —le preguntó la criada a los otros dos investigadores.

—No, yo no, gracias —dijo Connor con seriedad.

—Yo también quiero café —dijo el detective Towel—. ¿Tiene donas, señora?

—Sí, creo que han quedado de la semana pasada —dijo la señora Bass tranquilamente. O'Brien abrió bien los ojos, aunque no miró a nadie en particular. Luego notó que la señorita Deer observaba con notable incomodidad a su cocinera.

—Está bien, me da lo mismo —dijo el anciano. La señora Bass no dijo más nada y se sumergió en las actividades de la cocina.

—Señorita Deer —tomó la palabra Connor—, no tiene idea de cuánto lamentamos la muerte de su madre. ¡Era una cantante magnífica! Todo el país está realmente conmovido con esta horrible pérdida. ¡Es de no creer!

—Pues imagínese —dijo la señorita Deer en tono lamentable— que si a usted le cuesta creerlo, yo lo tuve mil veces peor. Enterarse que tu madre se quita la vida no es nada apetecible. Aunque, si le soy sincera, tampoco podía soportar verla como la veía los últimos días de su vida.

El Detective O'Brien Resuelve Diez Nuevos CasosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora