6. El triángulo de la muerte

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El trío de detectives de Scotland Yard llegó al pueblo Anselmus por la mañana. El joven detective Connor Prouds, a pesar de no ser el líder del trío, caminaba por delante de sus dos compañeros con la dirección de la casa a la que se dirigían en mano. A paso firme y con un aire de orgullo, el joven avanzaba sin darse vuelta, adivinando que sus dos compañeros, uno muy anciano llamado Geoffrey Towel, y uno muy petizo llamado Willie O'Brien, seguían sólidamente sus pasos. Connor dobló en una esquina y se detuvo ante los terrenos de una gran casa. Se aproximó a la puerta y la golpeó. Una mujer de cabello oscuro y rasgos finos la abrió un tanto preocupada.

—Hola, ¿son ustedes los detectives? —interrogó.

—Sí, de Scotland Yard —contestó el joven.

—Venga, pasen, los llevaré a la horrorosa escena del crimen —dijo la mujer antes de darse vuelta. De inmediato se puso en marcha en dirección a unas escaleras, y el joven detective la siguió con sus dos compañeros caminando, a su vez, detrás de él. La mujer ingresó en un cuarto del piso de arriba y miró muy apenada a los detectives—. Miren ustedes esto, ¡es simplemente horrible!

El trío de investigadores observó la escena: los cuerpos de tres jóvenes, dos chicos y una chica, estaban en el suelo, cada uno con una herida de bala en la cabeza. Al parecer ninguno de los tres cadáveres tenía otra herida en alguna otra parte. Debido al sitio en que se encontraban los cuerpos, se formaba una suerte de triángulo en el piso. Junto a uno de los cadáveres había un revólver.

—¡Por Dios! ¡Qué locura es esta! —exclamó Connor con el ceño fruncido.

—Si a usted le sorprende, imagínese a mí —dijo la mujer con los ojos llorosos—. Ayer por la noche regresé de trabajar como siempre, ¡y me topé con esta horrible escena! El joven que ven allí, ¡oh, Dios! Ese joven era mi hijo. Estos dos eran sus amigos, ¡si es que a este muchacho se le puede llamar "amigo"! —la mujer exclamó esto último señalando al muchacho que no era su hijo—. ¡Díganme ustedes qué clase de persona mata a sus amigos! —la mujer miró al diminuto O'Brien cuando le pareció que había hablado. El pequeño detective miraba con cierto interés el cuerpo del joven que no era el hijo de la mujer—. Perdón, ¿ha dicho usted algo?

—Ah, sí, le he preguntado si está usted segura de que este joven ha asesinado a los otros dos —dijo O'Brien casi en un hilo de voz. La mujer se le quedó mirando en silencio.

—Pues me parece lo más evidente. La pistola está allí, junto a su cuerpo, y mi hijo y la chica tienen un tiro en la cabeza —dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

—Y este joven también tiene un tiro en la cabeza —replicó O'Brien señalando al supuesto asesino—. ¿Sugiere usted que se suicidó luego de asesinar a sus dos amigos?

La mujer subió y bajó la cabeza sin dudar.

—Pues sí, no tengo ninguna duda.

—¿Y por qué haría algo como eso? —se preguntó Connor muy extrañado. La mujer se encogió de hombros a la vez que sacudía la cabeza—. Por cierto, ¿cómo es su nombre, señora? ¿Y cómo son los nombres de estos tres jóvenes?

—Mi nombre es Veronica Eel —contestó la mujer—. Mi hijo se llamaba, ¡oh, Dios, qué terrible! Se llamaba Gabriel Squid; la joven, Sheena Snail; y el asesino, Khaled Lizard.

—¿Y tiene usted marido, señora? —interrogó Connor. La mujer lo miró histérica.

—¿Qué pretende usted?

—Me refiero, señora, a si vive con alguien más, además de su hijo.

La señora Eel miró al joven detective como si fuera realmente estúpido.

El Detective O'Brien Resuelve Diez Nuevos CasosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora