7. Asesinato en el tren

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El joven detective Connor Prouds le echó un vistazo desagradable a su compañero Geoffrey Towel. El anciano estaba bebiendo una nueva copa en el bar del vagón de la cocina. Connor le dirigió luego una mirada a su otro compañero, el pequeño detective O'Brien.

—¿Se da cuenta usted? —susurró el joven. O'Brien tuvo que acercarse a él para poder oírlo—. Además de que prácticamente no sirve para resolver ningún caso, ¡es un anciano borracho! No ha parado de beber desde que llegamos. ¡Se está gastando todo el sueldo en este maldito bar!

El pequeño O'Brien no hizo más que encogerse de hombros.

—No sé si es algo de lo que usted debería preocuparse, detective Prouds —dijo después—. Después de todo, es el sueldo del detective Towel y no el suyo.

Connor miró a su compañero con odio, como solía hacer a menudo. O'Brien, de hecho, ya estaba más que acostumbrado.

—He visto mucha gente en este tren que sólo está de vacaciones —comentó más tarde. O'Brien subió y bajó la cabeza—. Y nosotros, viajando a esa horrenda ciudad árabe para resolver ese estúpido crimen. ¡No sabe usted cuánto quisiera estar de vacaciones!

O'Brien fijó sus ojos en los del joven con total inocencia.

—Detective Prouds, yo quisiera tantas cosas, pero bueno, es lo que hay. ¿Tomará usted algún trago?

Connor sacudió la cabeza sin dudarlo.

—¡Qué va! Ni de casualidad, no se ponga usted borracho como el anciano, por favor —dijo. El pequeño detective sonrió levemente y pidió un trago.

Por la noche, Connor entró en el camarote de O'Brien cuando este acababa de acostarse en la cama luego de cambiarse, se sentó en la silla que estaba junto a la cama y comenzó a hablar.

—Una vez más me pregunto por qué no nos dieron un vagón solo para nosotros tres. Estoy tan estresado de oír los gritos de la mujer que tiene el camarote al lado del mío. ¡No sabe lo que grita esa mujer!

—Detective Prouds —dijo O'Brien con suma paciencia—, por supuesto que oigo los gritos. Mi camarote está del otro del pasillo, pero no padezco sordera.

—Sí, como usted diga, pero no tiene idea lo que es tener el camarote al lado del de esa mujer. ¿Sabe usted a qué hora termino pegando un ojo? —interrogó Connor, esperando que su compañero le hiciera la pregunta. O'Brien lo miró con candor y preguntó:

—¿A qué hora termina pegando el ojo?

—A eso de las dos de la mañana —contestó el joven detective—. Me parece que la mujer está sola en el camarote, pero es evidente que tiene algún problema. De locura o algo así. Yo intento leer para distraerme, pero no puedo. He estado visitando al detective Towel algunas noches y él lee lo más bien, pero claro, si el anciano es un poco sordo. Ese tipo, por cierto, vive leyendo, además de beber, claro está. ¿No lee usted, detective O'Brien?

El diminuto detective miró al joven con agotamiento.

—Detective Prouds, ¿por qué no se va usted a dormir? Ya es tarde y necesito descansar —dijo. Connor lo miró con odio.

—Muy bien, si es eso lo que desea —dijo el joven poniéndose de pie—. Nos vemos mañana, detective.

—Nos vemos —contestó O'Brien. Connor le echó un último vistazo antes de cerrar la puerta del camarote.

Al día siguiente el trío de detectives de Scotland Yard fue despertado por las autoridades del tren a los gritos. Los tres investigadores abrieron los ojos de inmediato y oyeron los gritos: ¡un crimen se había cometido en el expreso!

El Detective O'Brien Resuelve Diez Nuevos CasosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora