Echando una ojeada a distintos artículos y vídeos en la red, de donde nunca se podrá cansar uno de buscar y curiosear sobre cualquier asunto, me encuentro una tertulia política de, no creo que sea necesario desvelar el nombre, un programa de la parrilla televisiva en la que la temática de la misma trataba sobre las pensiones, contributivas o no contributivas, su estado actual y su viabilidad en un futuro tanto cercano como lejano.
Hasta aquí todo bien, nos podemos imaginar el nivel que puede encontrarse en este tipo de espacios y, como no, la inherente hostilidad, griterío, soflamas varias etc. que suelen abundar en programas del estilo - Panem et Circenses, como diría Juvenal hace dos mil años atrás- y que hacen las delicias del populacho en una preciosa velada de sábado por la noche. Pero no vengo a mostraros esto, que cualquier lector o lectora ya sabe más que de sobra, si no que a partir de un momento que se desarrolla en el plató me asalta una idea, un pensamiento que me parece digno, al menos, de exteriorizar.
Durante el transcurso del programa, el presentador enlaza en directo con un grupo, bastante numeroso, de jubilados que en protesta por la devaluación de sus pensiones deciden hacer una marcha a pie hacia Madrid, acabando en frente del Congreso de los diputados. En esa conexión nos permite escuchar a la audiencia las exigencias, más que justas, de este grupo de pensionistas.
Una vez que vuelve al plató, la presencia de dos economistas y expertos sobre el tema en cuestión se hace notar, y así dan ambos pinceladas del problema y posibles soluciones al respecto. Estos argumentos, fuera de que gusten más o menos para quien los escuche, resultan muy esclarecedores sobre el tema. En resumen, ambos economistas (a priori de ideologías diferentes) hablan sobre un problema grave de mantenimiento de las pensiones tal y como las conocemos hoy en día debido al envejecimiento de la población y al déficit, que cada año aumenta, de la deuda estatal en la famosa huchas de las pensiones. Soluciones que proponen ellos:
-Retrasar la edad de jubilación
-Promover otro poco a poco otro tipo de capitalización de la pensión de los contribuyentes, mirando hacia países como Canadá o Australia.
-Políticas que vayan fomentando el aumento del salario medio y por ende de la cotización del trabajador/a.
Podemos estar más o menos de acuerdo sobre estas posibles medidas y, lo más importante, la proposición de estas medidas y de otras que puedan darse abren el tema a la discusión abierta y tolerante sobre un problema que nos concierne a todos y a todas, indiferente sea nuestra edad. ¿La recepción de los demás tertulianos y del grupo de pensionistas que está en directo? El argumento de la No-verdad. La No-Verdad se conforma de neofalacias, tan presentes en este caótico siglo XXI, que tienen como fin desviar el tema de discusión y desarrollar argumentos carentes de profundidad y conocimiento sobre el tema a tratar. La No-Verdad se alimenta de la persona o del individuo que, aunque sea consciente de que sus conocimientos sobre el tema no sean muy amplios, tiene todo el peso y vigor que la sociedad le permite para emitir un juicio y sentencia sobre lo que se trata, ¡sin que esta premisa esté dirigida por la pretensión de veracidad!
La sociedad de la No-Verdad no hace una apología de la mentira o la falsedad, no nos engañemos, sino que su objetivo es la evitación, la huida del problema en cuestión. La ausencia de búsqueda de lo honesto y veraz, lo antagónico a la reflexión crítica y mesurada de cualquier situación, problema o tesitura que nos pueda surgir.
Unas de las reacciones más ridículas, permitirme el calificativo, la enuncia un famoso periodista; conocido por todos y todas nosotros, perteneciente al ala izquierda ideológica de la prensa española. En este caso enarbola la bandera del oprimido, del camarero o albañil que, según el pareció entender, le obligan a trabajar hasta los 70 y pico años para cobrar una pensión digna. Y no dejó sangre el tintero, ya que acto seguido sacó a colación que su padre a la edad de 63 años tuvo un accidente laboral y ahora mismo es benefactor de una prestación de invalidez. Terminó su magnífica aportación señalando que qué lecciones deben dar personas de la academia, lejos de la vida de su familia y de la suya propia, sobre lo que es trabajar.
Bien, la No-Verdad consiste en esquivar, en hacer florituras dialécticas en el aire para no tratar el tema que ataña y que tiene importancia pero sin utilizar la mentira o la falsedad. Nadie está en contra de que un señor que ha sufrido un accidente laboral no cobre una prestación de incapacidad laboral por su baja, pero es que ademas no es una prestación siquiera que se está tratando en el programa, no es una pensión, contributiva o no contributiva, de jubilación. Es más, si pensamos que la finalidad de este programa es esclarecer ciertas dudas que la audiencia tenga sobre el tema en cuestión, esta intervención resulta al menos poco informativa y fuera de contexto.
Como colofón, la contestación por parte del portavoz del grupo de jubilados que marchan hacia Madrid resulta ser otro gran ejemplo de esto que se argumenta en este texto. Llega a afirmar que él "no sabe sobre economía o estas cosas" pero llega a afirmar que las pensiones son viables y seguirán siendo siempre que "sigan siendo públicas, como hasta ahora".
La No-Verdad es tentadora, atractiva y una solución fácil para poder conciliar el sueño por la noche. Un posible sustitutivo de fármacos como la Dormidina, podríamos decir. Pero los argumentos que conforman y que vertebran la No-Verdad no ayudan, es mas entorpecen, la búsqueda de soluciones justas y necesarias para los problemas que atañen a cualquier sociedad.
La escucha activa, el respeto por la opinión formada (al menos en su contenido de experiencia y saber sobre el tema tratado), la curiosidad y la reflexión crítica sobre lo que creemos bueno y sobre nuestro propio discurso, pueden ser antídotos contra esta No-Verdad que tanto define, a mi juicio, el tiempo que vivimos.
Como decía Ortega:
"Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales». Más que un hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga"
Seamos responsables de nuestros argumentos, actitudes y omisiones, y podremos enorgullecernos tanto de nuestros errores como de nuestros aciertos.
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Meditaciones
PoésieEscritos varios sobre distintos temas de carácter poético y/o filosófico.