Capítulo 14

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Como el principio

     Hubo un momento de silencio cuando Harry, Ron, Ginny,  Lockhart y yo aparecimos en la puerta, llenos de barro, suciedad y, en el caso de Harry y mio, sangre. Luego alguien gritó:

     -¡Ginny!

     Era la señora Weasley, que estaba llorando delante de la chimenea. Se puso en pie de un salto, seguida por su marido, y se abalanzaron a nosotras. Sin embargo, esta bajo de un salto y me utilizó de escudo un momento. 

     Este extraño comportamiento los paró un segundo, pero yo me aparté y la empujé y asentí con la cabeza. Poco después fue ella la que saltó hacia ellos.

     El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificultad y se llevaba una mano al pecho. Fawkes pasó zumbando cerca de Harry para posarse en el hombro de Dumbledore. Sin apenas darme cuenta, Harry, Ron y yo nos encontramos atrapados en el abrazo de la señora Weasley

     -¡La habéis salvado! ¡La habéis salvado! ¿Cómo lo hicisteis?

     -Creo que a todos nos encantaría enterarnos -dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.

     -Era ella -me señalo Ron recordando que estaba enfadado conmigo. Se abalanzó sobre mi y me tiró al suelo golpeándome la cabeza contra el piso-. Te llevaste a mi hermanita, desgraciada.

     Vi como Harry y el señor Weasley intentaba quitármelo de encima sin éxito.

     -Sabemos que eres la heredera de Slytherin y que has intentado matar a todos los nacidos de muggle -seguía gritándome, yo intentaba no perder el conocimiento-. Eres una...

     -¡ELLA NO FUE, RON!- se oyó la voz de Ginny por lo alto.

     Al final el pelirrojo se levantó de mi y me ayudaron a sentarme en un sillón. He de decir que a la profesora McGonagall no le hizo nada de gracia su comportamiento, y la señora Weasley lo reprendió y me pidió disculpas al mismo tiempo.

     Luego, Harry se acercó a la mesa y depositó encima el Sombrero Seleccionador, la espada con rubíes incrustados y lo que quedaba del diario de Ryddle.

     Harry empezó a contarlo todo. Habló durante casi un cuarto de hora, mientras los demás lo escuchaban absortos y en silencio. Contó lo de la voz que no salía de ningún sitio; que Hermione había comprendido que lo que él oía era un basilisco que se movía por las tuberías; que él y Ron siguieron a las arañas por el bosque; que Aragog les había dicho dónde había matado a su víctima el basilisco; que había adivinado que Myrtle la Llorona había sido la víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos podía encontrarse en los aseos...

     -Muy bien -señaló la profesora McGonagall, cuando Harry hizo una pausa-, así que averiguasteis dónde estaba la entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiría yo. Pero ¿cómo encaja la señorita Lilianne en todo esto?

     Ahora todos los ojos se pusieron en mi. 

     Yo conté mi versión, tardé un poco menos que los demás y hablé de mis sospechas de que los dos fuéramos hablantes de lengua parsel. Mi conversación con Myrtle y el día de borrachera de Hagrid (en esta parte McGonagall se frotó el puente la nariz con irritación). Como lo tenía todo en la punta de la lengua y conseguí esquivar a todos los profesores. No dije que me hice pasar por el profesor idiota. Había cosas que era mejor olvidar. 

     -Sigo sin entender donde acaba esto, ¿como conseguisteis escapar con vida?

     Así que Harry, con la voz ronca de tanto hablar, les relató la oportuna llegada de Fawkes y del Sombrero Seleccionador, que le proporcionó la espada. Pero luego titubeó. Había evitado hablar sobre la relación entre el diario de Ryddle y Ginny. Ella apoyaba la cabeza en el hombro de su madre, y seguía derramando silenciosas lágrimas por las mejillas. El diario de Ryddle no serviría ya como prueba, pues había quedado inservible... ¿cómo podrían demostrar que era el causante de todo?

Lilianne y la Cámara de los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora