Quejas, confesiones y algo más

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Y ahí estaba Jane comenzando su tercer día en París, masticando las distintas formas de decirle a la forense todo lo que sentía por ella mientras se tragaba el desayuno viendo el noticiario francés.

J- ¿Es necesario mirar eso Maura?, me hace sentir tonta, no entiendo una palabra.

M- Es solo un momento, quiero ver el clima, luego lo apagaré.

Jane suspiro resignada, si al menos hubiese baseball estaría feliz, pero era un deporte que no se practicaba en Francia, no sabía como iba a soportar el idioma los próximos cuatro días. Terminaron de desayunar y salieron temprano del hotel, el día estaba algo nublado, varías nubes oscuras cubrían el cielo y hacía más frío que los días anteriores. Maura suplicaba que no comenzara a llover ya que eso acabaría con sus planes, se dirigieron a la estación de autobuses y comenzaron el corto viaje hacia el palacio de Versalles, según la forense no habías visitado París si no ibas a ese lugar. Casi una hora después llegaron a la pequeña aldea en donde se alzaba imponente un magnífico edificio con bastos jardines frente a el, una serie de fuentes decoraban la entrada que culminaba en un largo camino hasta la entrada del palacio.

J- Menudo lugar, no me imagino tener que limpiarlo- bromeo la morena.

M- Durante el reinado del Rey Luis XIV toda la familia real y los principales miembros de la aristocracia vivían aquí, tenían más de ochocientos domésticos trabajando en el palacio. – Respondió Maura mientras observaba detenidamente una de las esculturas que había en una habitación apartada del salón principal.- Imagina las fiestas en este lugar, María Antonieta era reconocida por su ociosidad, las reuniones que a menudo se hacían aquí implicaban altos costos por lo que el pueblo sumido en crisis pedía a gritos su cabeza.

J- Los franceses si que sabían tratar a las mujeres- rio una vez más y tomo a la pelirroja de un brazo atrayéndola hacia ella- de seguro tú habrías pertenecido a la aristocracia francesa si viviésemos en el siglo XVII y yo sería tu sirvienta- le hizo una reverencia mientras se reía con picardía- de seguro iría a la guillotina si tratase de tener una relación con alguien de la realeza.

M- En la época de Luis XIV de seguro habría sido así, pero no vivimos en el siglo XVII, ni siquiera somos franceses.- le contesto la pelirroja sin entender si era solo uno de sus comentarios habituales o Jane se le estaba insinuando.

J- Gracias a dios, el idioma es horrible y detestaría tener que lucir esos vestidos todos los días- otra vez se tragaba sus palabras, Maura no parecía darse por aludida.

Demoraron casi cuatro horas en recorrer todo el lugar, Jane se había quejado durante casi toda la ultima hora y Maura ya no sabía que hacer para que se callara. Mientras esperaban el autobús para regresar a la ciudad la morena se masajeaba las piernas al tiempo que la forense la observaba con un gesto negativo.

M- ¿Tenías que quitarte los zapatos?- la increpo mientras torcía su boca en señal de disgusto.

J- Si tenía, me has hecho caminar en estos días más de lo que lo he hecho en toda mi vida.

M- Técnicamente no podrías haber caminado mucho más porque según las estadísticas una persona camina...- pero antes de que pudiese concluir la frase la morena le golpeo el brazo con una señal de fastidio

J- No empieces google parlante- le recrimino mientras se colocaba el calzado nuevamente al ver que el autobús se asomaba por una esquina- además cual es el problema, nadie nos conoce.

M- Queda mal Jane

J- Deja de parecerte a mi madre y sube al autobús- le gruño mientras tomaba su mano para ayudarla a subir.

Durante el viaje de vuelta Jane se dedico a mirar de reojos como Maura ojeaba entretenida una revista de arte. El cabello caía sobre uno de sus ojos brillando como oro por el reflejo que un ápice de sol entraba por la ventana. La morena extendió su mano interrumpiendo el ensimismamiento de su compañera y le retiro el mechón de la cara.

La ciudad del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora