El Broche Perfecto

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Los dos días que faltaban para el fin de año se hicieron tan eternos que Jane sentía el corazón salírsele por la boca, callarse era quizás lo más difícil que tenía que hacer, nunca había podido mantener la compostura cuando algo rondaba su cabeza ya que la paciencia no era su mayor virtud. El día que le siguió a la cena con Víctor y Constance había sido tan agotador como los dos primeros, una Maura relajada y descansada había conseguido arrastrarla por la nieve aún espesa que cubría la ciudad recorriendo más museos y monumentos antiguos. Después de caminar todo el día Jane había decidido que definitivamente Europa no era un buen continente para estar de paseo con la pelirroja, sus piernas ardían del cansancio pero su mente era en realidad la que más estaba sufriendo, entre las clases interminables que Maura le daba a diario y su predicamento le era muy difícil relajarse.

La noche cayo como tantas otras con un frio abrazador que las envolvía mientras regresaban al hotel, Jane había decidió que necesitaba nadar para poder relajar sus músculos, pero quería hacerlo sola ya que la decisión que había tomado cambiaria de hecho el resto de su vida. Maura se quedo aguardándola en el dormitorio un poco confundida por la extraña actitud de su compañera, era sabido que ni Jane ni ella hacían algo sin consultar con la otra y no entendía esa repentina necesidad de la morena de estar sola. Tras mucho meditarlo llego a la conclusión que martirizarse no le serviría de nada y decidió que toda aquella situación necesitaba un condimento extra, levanto el teléfono y llamo al servicio de habitación.

Una hora después la morena regreso al dormitorio con la mirada perdida, abrió la puerta y se encontró con una botella de champaña sobre la antigua mesa, unos pétalos de flores cubrían la alfombra del dormitorio, la luz era tenue, solo una velas estratégicamente colocadas alumbraban a una mujer que sentada con las piernas dobladas delicadamente la observaba desde la cama matrimonial. Se acerco con sigilo tratando de gravar esa imagen en su memoria, Maura tenía puesto un vestido de cama de encaje negro, se podían vislumbrar los pezones erguirse turgentes por el frio debajo de la tela, unas medias caladas sujetas por un portaligas culminaban el atuendo de la muñeca que la esperaba ansiosa, el cabello ondulado le caía a ambos lados de su rostro enmarcando una sonrisa de cuento por la que Jane desfallecía a cada día, sus ojos verde pardo la llamaban deseosos como suplicando el tacto de su cuerpo. La morena dejo caer la toalla que sujetaba en sus manos y todo en cuanto había pensado durante el día se le esfumo de la mente, solo tenía ojos, oídos y mente para esa mujer. Con un movimiento casi imperceptible y provocador se quito la poca ropa que llevaba dejándola caer al suelo quedando solo en ropa interior, no se dijeron nada, ni una palabra, no hacía falta transmitir sentimiento alguno porque todo estaba en el aire y en sus cuerpo que poco a poco se acercaban atraídos por fuerzas naturales. Jane la besaba con urgencia, no podía resistirse a ese cuerpo que deseoso la envolvía por la cintura apresándola con fuerza contra ella. Maura sin poder controlar sus manos se despojo de la poca ropa que aún llevaba su compañera, con la fuerza de un huracán la toco y beso en cada milímetro de su piel morena que se estremecía y doblaba debajo de ella. Se puso de pie dejando a una Jane estupefacta, aún sin hallar la calma mirándola suplicante, la pelirroja tomo la botella de champaña y regreso a la cama, bebió un largo trago al tiempo que la detective alucinaba viéndola. En un gesto provocador Maura dejo caer un poco de la bebida sobre el vientre brilloso de Jane, sonriendo juguetona se acerco despacio y lamio su ombligo absorbiendo el líquido haciendo que la morena gimiera por la excitación. Jane tomo la botella imitando a la pelirroja y bebió hasta perder el pudor, se inclino sobre Maura y empapo el vestido embriagándose de la firmeza del cuerpo que había debajo del el. Finalmente el juego fue demasiado para ella, sin poder controlarse más tumbo a la pelirroja sobra la cama y colocándose sobre su cuerpo mojado la lamio una y mil veces hasta poseerla culminando en un grito ahogado de placer. De más estaba decir que la amaba, solo les quedo la noche por delante y la lujuria insaciable que las consumía, hicieron en amor sin calma durante toda la noche hasta que al fin la morena se tendió al lado de Maura agota.

La ciudad del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora