Capítulo 13

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Eira notó un comportamiento extraño en Orión durante aquel día. Podía pasar inadvertido para los demás, pero ella lo notó. Por lo tanto, no lo perdió de vista aquel día. No hizo nada fuera de lo habitual durante la mañana, yendo a cada clase que su horario marcaba. Sin embargo, por la tarde, se anunció que Ginny Weasley había desaparecido, que se la habían llevado a la Cámara de los Secretos. Fue entonces cuando Orión se desvió y se dirigió hacia los baños de chicas, los mismos en los que se encontraba Myrtle la Llorona. Eira lo siguió.

Orión se detuvo en los lavabos, como si estuviese comprobando su funcionamiento, y finalmente pronunció una palabra que Eira no alcanzó a escuchar. El lavabo se movió, dejando ver una tubería, y el mago no se lo pensó dos veces antes de bajar por ella. Eira se apresuró entonces a seguirlo, bajando también por la tubería, empleándolo a modo de tobogán hasta que, lo que le pareció una infinidad de tiempo después, llegó al suelo, donde pudo ponerse en pie. Orión esperaba ante ella de brazos cruzados.

—No deberías estar aquí —comentó.

—¿Y tú? Creía que no sabías nada...

Eira se sentía dolida. Todos habían confiado en Orión, pensando que era inocente, pero se encontraba allí, en el lugar en el que supuestamente se encontraba el monstruo.

—Oí lo que dijeron tus amigos... supuse que la entrada a la Cámara de los Secretos estaba en el baño, y cuando vi aquella serpiente grabada en el lavabo.... imaginé que solamente un heredero de Slytherin podía abrir la Cámara de los Secretos porque nadie más podría hablar pársel. Funcionó.

—¿Tú hablas...?

—Sí, lo hablo, pero no quería que sospechasen aún más de mí, especialmente porque no he tenido culpa de lo sucedido. No sé quién ha podido ser... He venido para intentar descubrirlo y para tratar evitar que cierren el colegio.

Eira asintió. Lo que Orión decía tenía sentido. Además, ella misma lo había visto examinando el funcionamiento del lavabo, sin saber demasiado bien lo que debía hacer.

—Te pondrás en peligro —comentó Eira—. El monstruo podría matarte...

—Me arriesgaré —dijo el mago, decidido—. Aún estás a tiempo de regresar, Eira. Podrás regresar a casa con todos mañana por la mañana y estar a salvo.

—Iré contigo —aseguró ella.

Orión asintió y no dijo nada más. Sabía que, en aquellas circunstancias, no podía hacer más. Debía aceptar que la bruja lo acompañase, a pesar de que también estaría en peligro.

Ambos continuaron caminando por el túnel, expectantes, sin saber a dónde llegarían. Sostenían las varitas por si en cualquier momento se veían obligados a enfrentarse a algo, aunque eran conscientes de que no les serviría de mucho como el monstruo contra el suponían que se enfrentarían.

Finalmente, tras doblar una esquina, vieron ante ellos una gruesa pared en la que estaban talladas las figuras de dos serpientes enlazadas, con grandes y brillantes esmeraldas en los ojos. Se acercaron a la pared. Los ojos de las serpientes parecían extrañamente vivos.

—Ábrete —dijo Orión, y Eira supuso que lo había dicho en pársel, dado que las serpientes se separaron al abrirse el muro. Ellos entraron.

Se encontraron en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. En las columnas había serpientes talladas, que llegaban hasta el techo. Caminaron en silencio entre la columnas, hasta llegar a una impotente estatua a cuyos pies se encontraba el cuerpo de Ginny Weasley. Eira iba a correr hacia ella, pero Orión la sujetó del brazo, deteniéndola. No se fiaba

—No despertará —dijo una voz suave, y ambos miraron para ver a un muchacho mayor que ellos, cuyos contornos estaban borrosos.

—Tom Riddle —dijo Orión, dando un paso hacia él, y Eira se dio cuenta de que ambos se parecían asombrosamente—. Padre.

Eira y la cámara secreta ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora