Capítulo 1

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—Fue una suerte que Black estuviese pendiente de ti —comentó Thomas mientras desayunaban

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—Fue una suerte que Black estuviese pendiente de ti —comentó Thomas mientras desayunaban.

Eira puso, una vez más, los ojos en blanco. Su padre no había dejado de repetir que, de no ser por Orión, ella podría estar muerta en aquel momento. Al fin y al cabo, el curso pasado podría haber acompañado a Harry, Ron y Hermione en busca de la Piedra Filosofal.

—Papá —protestó la chica—. ¿Acaso no te importa que pueda regresar Voldemort?

Melody hizo un gesto de incomodidad en cuanto escuchó aquellas palabras. Su hija no sabía nada acerca de su relación con el mago tenebroso más temido. Estaba, por tanto, completamente en contra de Voldemort, tal y como habría hecho su madre de no ser por su relación.

—No nos ocurriría nada —comentó el hombre.

—Es un asesino — protestó Eira—. Y podría matarme por mis ideas. Y a mis amigos también, simplemente por ser hijos de muggles o traidores a la sangre.

—No te matará, hija —respondió su padre—. Coincido contigo en que no es bueno matar solamente por el estatus de sangre... pero comprendo su punto de vista.

Melody puso los ojos en blanco. Su marido siempre había comprendido demasiado bien a Tom, algo que en algunas ocasiones la había molestado y que al mago tenebroso le causaba gracia. Thomas y Tom se habían llevado bien desde el momento en el que se habían conocido, aunque debido a la intervención Melody, el primero no se había convertido en mortífago ni había estado involucrado en los asuntos del segundo.

—Mantén a mi marido al margen de tus asuntos —había suplicado a Tom con preocupación antes de presentar a ambos hombres.

Y Voldemort, incapaz de negarle nada a la que siempre había sido la única persona que le importaba, asintió. Siempre había cumplido su palabra, dejando a Thomas fuera de sus planes. Lo último que deseaba era preocupar a Melody.

—Voldemort tardará en regresar, si algún día llega a hacerlo —interrumpió la conversación Melody, dando el tema por zanjado.

Sabía que lo haría. Debía hacerlo. No imaginaba haber perdido a Tom para siempre; aquella posibilidad le resultaba imposible. Él le había pedido que se mantuviese al margen, y cumpliría su voluntad, pero por tiempo limitado. Si nadie lograba hacerlo regresar, tomaría ella misma la iniciativa. Trataría de que la violencia disminuyese, de que cambiase de opinión respecto a matar... aunque no estaba segura de que Tom fuese a escucharla.

—Iremos hoy al Callejón Diagon —comentó Melody.

La carta de Hogwarts había llegado, y Eira estaba impaciente por ver los libros que utilizarían aquel curso y por pasear una vez más por el Callejón Diagon. Esperaba ver a alguno de sus amigos antes de ir al colegio.

—Aún no entiendo por qué no he podido ir a casa de Ron —comentó Eira.

Ron Weasley le había enviado una carta invitándole a su casa para pasar unos días. Al parecer, Harry había tenido que escapar de casa de sus tíos y se encontraba también en casa del pelirrojo, en la Madruguera. Y aunque Eira había suplicado una y otra vez que le permitiesen ir, no lo había logrado.

Había podido hablar por carta con sus amigos, especialmente con los de Slytherin, Daphne, Blaise y Theodore. Orión solamente había enviado una carta dirigida a Melody, deseando que pasase unas buenas vacaciones y asegurando que se encontraba bien, aunque no había revelado nada acerca de su vida.

—Ha venido tu hermano, ¿acaso no querías estar con él? —preguntó su madre.

Era cierto que su hermano había llegado para pasar unas semanas con su familia, aunque se había marchado de nuevo y, dado que estudiaba en Durmstrang, pasaría tiempo antes de que sus padres y hermana volviesen a verlo. A Eira le gustaba pasar tiempo con él, pues a pesar de su contacto constante mediante lechuzas, lo echaba de menos, a pesar de estar acostumbrada a tenerlo lejos.

—Pero hace ya unos días que se ha ido, y aún así no he podido ir con Ron —protestó la chica.

—Has estado con Theodore y con Daphne —dijo su padre—. Ya verás a Weasley en Hogwarts.

Melody miró con exasperación a su marido antes de volverse hacia su hija. Thomas no era capaz de comprenderla, pues no le gustaba que estuviese cerca de hijos de muggles y de traidores a la sangre, pero ella comprendía perfectamente lo que Eira pensaba al respecto.

—Tu padre teme que en Slytherin te rechacen por juntarte con los de Gryffindor —le explicó la mujer con paciencia—. Teme que te consideren una traidora a la sangre.

Eira negó con la cabeza, incrédula.

—Pero yo no odio a los hijos de muggles —dijo—. No comprendo por qué los rechazan... Además, en Slytherin no me rechazarían después de saber que hablo con Black... hay muchos que le temen.

Melody asintió. Lo mismo le había sucedido a ella durante su época en Hogwarts. Sus ideas no eran secundadas por los miembros de su casa, pero nadie se atrevía a reírse de ella o a dejarla de lado, pues Tom la defendía cada vez que tenía ocasión. Nunca la había dejado sola, a pesar de las constantes discusiones durante las clases y la rivalidad que siempre habían tenido por ser los mejores del curso.

Thomas observó a su hija. Era exactamente igual que su esposa, con la misma bondad y los misma manera de pensar. Las amaba a ambas, a pesar de no opinar de la misma manera que ellas. Su hijo, por otra parte, se parecía a él. Siempre había sentido un desprecio natural hacia los hijos de muggles y quienes se juntaban con ellos, a pesar de no mencionar el tema frente a su hermana menor. Eira siempre sería su hermanita, no era capaz de impedirle estar con sus amigos o de enfadarse por lo que ella consideraba correcto.

—No, a ti no te rechazarán —coincidió su padre, tranquilizándola.

Miró la hora en el reloj de pared, dándose cuenta de pronto de que contaban con unos pocos minutos antes de que los Malfoy llegasen. Habían quedado con ellos a las once en punto, y nunca llegaban tarde, por lo que no tardarían en aparecer por la chimenea del salón.

—Los Malfoy llegarán pronto —comentó—. ¿Estáis preparadas?

—Sí —respondió Melody—. Deberemos comprar los libros. Este año estudiaréis los libros de Gilderoy Lockhart... espero que no sea él vuestro profesor.

—¿Por qué? —se interesó Eira.

—Bueno... se atribuye méritos que muchos dudamos de que sean suyos. La manera en la que narra sus historias... no parece demasiado fiable. Aunque por supuesto, tiene por admiradoras a la mayor parte de las brujas del mundo mágico.

—Excepto a tu madre, por suerte —rió Thomas.

—Si es un fraude, ¿por qué lo contratarían? —preguntó Eira.

—Aún no se ha podido demostrar nada. Nadie parece haber sido víctima de sus engaños... aunque será mejor que, si llegas a conocerlo, no le creas demasiado.

Se interrumpió en el momento en el que se oyó un ruido proveniente de la chimenea. Las miradas de los tres miembros de la familia se volvieron hacia allí en el mismo instante en el que un chico rubio salía y llegaba hasta el salón de la casa de los Sayre.

Eira sonrió. Los Malfoy habían llegado.

 Los Malfoy habían llegado

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Eira y la cámara secreta ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora