Capítulo único

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El impacto de una fuerza extraña a su pecho hizo que abriera los ojos de golpe. Recién abiertos y llenos de alerta, los globos oculares del delgado muchacho intentaban enfocar en donde es que se encontraba, mientras el resto de su cuerpo intentaba despertarse. Lo último que recordaba era una situación bizarra; se sentía como él, pensaba como él, pero el cuerpo en el que estaba yacía muerto. No podía moverse mucho, pero veía en algunos instantes un objeto, el objeto que siempre llevaba consigo. Lo que reflejaba era un clásico teléfono. Con la poca fuerza que le quedaba, Doppio intentaba mover el cuerpo en el que se encontraba, esperando a que el teléfono sonara una vez más, que le llamase su querido jefe otra vez. Estaba aprisionado en un cuerpo que no era suyo, tenía miedo, quería que la dulce voz del jefe le reconfortara, diciendo que está haciendo un buen trabajo.

Pero ahora estaba ahí, en ese espacio blanco. Había regresado a su cuerpo, o al menos eso sentía, al recorrer sus manos por su cabello rosado y viajar por entre sus habituales ropajes. Vinegar Doppio no sabía dónde estaba en esta ocasión, pero no le importaba mucho. Al menos ya no se sentía en un cuerpo vacío, pero si hablamos de vacíos, bien que algo le hacía falta.

Logró pararse, intentaba orientarse a sí mismo en este nuevo lugar desconocido.

–¿Qué es este lugar? –, se preguntaba en voz alta al sentirse en completa soledad. – No recuerdo cómo terminé aquí. Normalmente, si esto pasa, el Jefe me diría que hago-

Su monólogo fue interrumpido por un sonido característico. Doppio no lo sabía, o no se daba cuenta, de que él mismo lo había generado. El sonido de un teléfono. Más confundido de lo normal, giró su cabeza a todas direcciones posibles, buscando el objeto por el cual el sonido se esparcía. Volvió a sonar de nuevo, y esta vez se movía con algo más de prisa. Lo primero que había pensado, era que se tratase del jefe. Esta vez estaba corriendo a todos lados, llamando en desesperación al teléfono en el basto espacio blanco, aunque también se interrumpía a si mismo para emitir otra vez el mismo sonido.

Su pie tocó algo en su búsqueda, y lo levantó para revelar un amuleto de cruz plateada, o a sus ojos, el teléfono que estaba buscando. Sus ojos se iluminaron, no podía esperar ni un segundo más para escuchar la voz de su querido jefe.

– ¡Sí, ¿Bueno? ¿Jefe?! –, respondió de inmediato, como normalmente lo hace. Mas para su sorpresa, no escuchó nada por un largo periodo de tiempo, y eso no ocasionó nada más que una extrema ansiedad escalar por su espalda

– Do...ppio... –, escuchó por fin desde el otro lado. No pudo enviar dejar que unas pocas lagrimas bajaran decorando a sus pecosas mejillas.

– ¡Jefe, es usted! –, su voz se quebró un poco. – No sabe cuánto he estado preocupado. No sé dónde me encuentro ahora, y la última vez que le hablé le grité desesperación, le pido una disculpa- snif–. Seguía llorando entre sus palabras.

No escuchó nada de parte de la otra línea. Siguió hablando:

– Ah, si. Creo que por mi parte logré orientar bien al grupo de Bucciarati, pero ahora no sé dónde me encuentro, menos dónde se encuentra usted. ¿Esta bien, jefe? –.

– Doppio... Mi querido Doppio –. La voz ronca del otro lado emitía una única emoción; desesperanza. Las palabras con las que siempre era acurrucado hacia una tranquilidad, esta vez eran tensas. Doppio no sabía qué ocurrirá, pero supuso que lo mejor que debía hacer era esperar.

Finalmente, con mucho dolor en la fuerte melodía de su voz, dijo tristemente

– El destino nos ha abandonado, mi querido Doppio –.

No sabía cómo reaccionar ante eso, además de su débil bocada de aire que tomó. 

– Jefe... ¿A qué se refiere- –, el sonido de un fuerte impacto retumbó por el teléfono, y le siguió un doloroso grito. Lleno de agonía, de frustración, del dolor más intenso que ha vivido jamás. Así repetían los gritos que se oían del otro lado de la línea. Doppio no sabía que hacer, además de gritar "Jefe" repetidamente, su pecho ardía cual bala ante los gritos ajenos.

Se estaba desesperando, no podía aguantar más; sabía que el jefe estaba muriendo. Y él no podía hacer nada más que oírlo. Esta vez, rompió en llanto, sin reprimir ningún grito desesperado por el otro, sus manos jalaban de su cabello y lo tiraban sin delicadeza mientras sentía cómo el otro moría.

– ¡JEFE! ¡DIAVOLO! – gritó entre llanto el joven. En el momento que menciono su nombre, la llamada se terminó. El sonido emitido del teléfono es lo único que escuchaba Doppio una vez que volvía a gritar de desesperación completa. Sabía muy bien que había pasado. Temía que aquel día llegara. Su garganta no podía seguir aguantando las raspadas que salían de esta misma.

Doppio había perdido a su Diavolo. Lo sabía muy bien. Esta vez colapsó después de nublar su vista con espesas lágrimas, mientras todo su cuerpo se volvía más pesado entre respiro y llanto. Había terminado en el suelo, sintiéndose muerto una vez más. Supo entonces que no estaba en otro lugar más que el mismo infierno.


Diavolo sentía como pasaban cada una de sus muertes. Después de superar cierto número de estás, ya no sentía nada más que profunda tristeza y depresión total. Dejaba que todo pasara, que el universo le diese una muerte más. Dejaba ir sus gritos, dejaba sentirse todo. Sólo su mente recordaba un momento de paz, lo único que le quedaba de sanidad en su recóndita y retorcida mente. Suspiró entre su dolor una vez más para recordar ese momento.

Seguramente estaban en un sueño, puesto a que ambos nombres del mismo cuerpo estaban juntos. Recostados entre la noche de esa bahía de su infancia, donde el grande hombre sujetaba la espalda del otro en un cálido abrazo. El más delgado de los dos se acomodaba cómodamente en el pecho de Diavolo, mientras observaban las relucientes estrellas juntos.

Doppio, el chico del cuál más confiaba el temible jefe de Passione, era la única paz dentro de su corazón. En ocasiones le prestaba más atención a la expresión fascinada del pecoso muchacho, que el espectáculo situado en el cielo. Una de sus manos en ocasiones recorría los cabellos suaves del otro, y liberaba de las yemas de sus dedos todo el estrés que conseguía, dejando que se enredase en los finos cabellos ajenos. Por fin Doppio volteo a ver los ojos esmeralda del más grande. Estaban ambos en una completa paz. Diavolo le veía con la misma ternura que el otro, haciendo que Doppio también sonriera.

"Jefe", le decía sin romper contacto visual, "¿esta realmente bien que me sienta así, a su lado, que no sienta miedo de perder esta sensación?". Una risa de voz profunda liberaba los labios oscuros de Diavolo. Este sin dudarlo le respondió:

"Oh, mi querido Doppio. Mientras el destino esté a favor nuestro, podemos estar juntos".

Ese fue el último recuerdo que vivió Diavolo antes de perder su completa sanidad entre la eterna muerte otorgada por el universo. 

Así fue que dejó de pensar.



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esta breve historia llena de drama fue un regalo para una fiel amiga, pero pensé que sería sensato comenzar a escribir este tipo de historias, ya que tengo un chingo y no tenía donde publicarlas. ojalá hayan disfrutado esta cosa, y me disculpo de antemano si está algo relativamente triste. 

Una última llamada(doppio x diavolo)Where stories live. Discover now