Tras sus huellas

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¡Holo! espero que sean gustosos de esta actualización >3<

¡Gracias por leer!

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Las luces blancas de los pasillos iluminaban los diferentes productos del supermercado, siendo una hora poco común para ir por la despensa, había poca gente empujando carritos o llevando la canasta mientras de fondo, se escuchaba la música de siempre.

Scott no había dejado de fruncir el cejo mientras cargaba la canasta y leía lo que su madre había escrito en la lista de compras.

-¿Desde cuándo comemos jamón enlatado?

Se quejó tomando la lata que estaba en el anaquel. Arthur, mirándole sabía que el enojo de su hermano no era del todo porque su madre le había pedido hacer las compras ya que se había tenido que ausentar (de nuevo) si no, porque la noche anterior. Arthur, le había contado que había pasado con Alfred.

Scott sabía que los dos planeaban buscar a Matthew por sus propios medios y eso, le cabreo de una forma que Arthur ya esperaba., Un niño había desaparecido en circunstancias que atemorizaban a los adultos, adultos que no habían podido encontrar ni siquiera una pista para saber que había sido de él y ahora dos niños idiotas (según las palabras de Scott) querían hacer algo muy peligroso como encontrarlo. Hazaña que los adultos capacitados no habían podido hacer. Y además a escondidas.

Era una idea peligrosa, estúpida e irresponsable. Pero Arthur lo había decidido y prometido, ayudaría a Alfred. Había dado su palabra.

Con un brillo de decisión en sus ojos esmeraldas, Arthur le explicó a su hermano porque tenía que hacerlo y, mostrando su "as" bajo la manga para que Scott cediera y le ayudara, Arthur solo tuvo que decir unas cuantas palabras.

"Por favor Scott, te necesito. No podré hacerlo sin ti"

-Toma ese.-Señaló Scott unas latas de sardina.

Desde que su hermano menor le había pedido ayuda, Scott no había dejado de fruncir el cejo, porque, en el fondo, sabía que le ayudaría a Arthur, aunque diera la impresión de que no era así.

-Veamos, creo que es casi todo de la lista.

Decía el pelirrojo releyendo la lista. Arthur mientras tanto miraba a su alrededor, las luces del supermercado eran brillantes y no había sobras en ningún lugar, pero eso no era razón para que Arthur estuviera más tranquilo.

-Solo falta el cereal y pan integral.

Arthur apretó los labios con un mohín cuando al fondo del pasillo se escuchó el rechinido de las ruedas de un carrito. Mirando de reojo a su hermano, Arthur volvió a mirar al fondo escuchando el rechinido más cerca. Una vez más, miro de reojo a su hermano, notando que este no le prestaba atención. Entonces, clavando la vista al final del pasillo, un carrito de supermercado se asomó, siendo empujado por una anciana.

Arthur no notó nada fuera de lo común en ella y suspirando, se tranquilizó de nuevo.

La anciana tenía la piel curtida e invadida por las marcas de la edad. Los pliegues de sus arrugas, hacían que sus parpados cayeran sobre sus ojos dándole la apariencia que los mantenía cerrados. Sus cabellos eran cortos y completamente blancos.

Caminando tranquila por el pasillo, parecía que paseaba entre los anaqueles más que estar haciendo el mandado.

-Vamos Arthur.

Le dijo su hermano, comenzando a caminar.

Cuando los dos pasaron al lado de la anciana, Arthur le miró sin esperar que esta lo notara. Pero la anciana se había dado cuenta y le saludo con una sonrisa bonachona, a lo que Arthur solo asintió un poco avergonzado por haber sido pillado.

BogeymanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora