Capítulo 2

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Louis se repitió así mismo: «piensa en las cascadas» «piensa en las cascadas»

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Louis se repitió así mismo: «piensa en las cascadas» «piensa en las cascadas». También pensó en los salmones de Brooks Falls.

Pero lo único en lo que podía pensar era en la noche en que llegó a casa y se orinó en los pantalones.

En cuando se dio cuenta de que la sangre seguía fresca en su ropa interior. Que entró en una desesperación inmensa cuando vio la tela húmeda, cubierta de rojo. Y recordó la sensación de temblar de miedo recostado sobre la tierra.

En su mente solía verse muy chiquito. Casi diminuto. Cada vez se encogía más. Mientras más se encogía, su dolor aumentaba hasta que se volvía insoportable.

Era una sensación sombría; caminar bajo la oscuridad ocultando las marcas en su piel.

No importaba cuantas veces tallara su cuerpo o el tiempo que permaneciera bajo el agua de la bañera. Aunque ya no existiera ningún rastro de él en su cuerpo, ni los moretones, ni siquiera una maldita raspadura, los recuerdos lo asechaban: imaginaba que él lo observaba mientras se daba una ducha, que estaba en la cocina cuando se preparaba algo de comer o en su habitación mientras intentaba dormir, y en cualquier parte donde fuera.

Cuando algo fin lograba cerrar los ojos, sentía sus manos recorriéndole el cuerpo como si de verdad estuviera ahí, así como sus labios besándolo por todas partes. Y abría los ojos.

«Louis» «Louis» «Louis».

Permaneció quieto.

—¡Louis!—escuchó un grito.

Dirigió la mirada a la puerta. Era su padre.

Hadria nunca entraría a su casa, no tenía motivos. No obstante, a esas alturas era imposible pensar en una vida sin él.

Él lo destruyó.

—¿Sí, padre?—cuestionó, y se levantó de la cama. Terminó de tender las sábanas sintiendo su mirada mientras lo hacía. Después volteó a verlo.

—¿Estás bien?—Le preguntó en un tono de voz suave.

—Estoy bien.—se limitó a responder—¿algo ocurrió?

Su padre se quedó en silencio por unos segundos.

Louis pensó en lo peor que podría decirle: que su madre había muerto. Eso era imposible, puesto que la escuchó preparar el desayuno dos horas atrás. Su madre no podía estar muerta y no pudo pensar en algo que fuera peor que eso. Así que, cualquier cosa que le dijera, lo soportaría.

—Sé que la última vez que cruzaste el bosque fue...traumático para ti, pero necesito que hagas el intento de olvidarlo.—susurró.

—¿Por qué dices eso?—llenó de aire sus pulmones. La sensación de no poder respirar volvió por unos segundos.—dime, padre. Responde.

Sabía que un día tendría que contarles la verdad sobre esa noche, pero ese día no sería esa mañana.

Louis recordó exactamente las palabras que les dijo cuándo lo encontraron lavándose las heridas en el baño a las tres de la madrugada: «un oso me golpeó cuando regresé a casa, pero estoy bien. Pude escapar a tiempo. Y la sangre que llevó en mis manos, es la suya». Aunque no lo era. Logró ocultar su manchada ropa interior.

Salta, LouisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora