OO9 : Pasión

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Idiota. Imbécil. Cobarde. Ridícula.

- ¡Joder!

Di una patada al sofá para después dejarme caer sobre él hecha un mar de lágrimas.

Recapitulemos; había pasado una tarde de lo más agradable con Jack, incluso nos dimos los números para seguir en contacto, como los buenos amigos. Pero entonces todo se torció. Entre verdad y verdad se me fue la cabeza completamente. ¡Intenté besarle después de que me había contado al borde del llanto cómo su novia le había dejado! Eso... Eso... Ni siquiera tiene nombre. Es lo que hacen las malas personas.

No fue sólo que quise besarle. Es que estuve a punto de hacerlo. Si lo hubiera hecho no sería ridículo, al menos no tanto, pero... El peor día. Y pensé que sería el mejor.

No, podría haberlo sido. Si no fuera por mí y mi puto sueño frustrado de que él me corresponda.

Después de todo eso no se me ocurrió otra cosa que salir corriendo. Sí, corriendo. No le di tiempo a decir nada, y yo tampoco pensé muy bien en ese segundo qué demonios estaba haciendo.

Podían pasar dos cosas; una, que Jack comprendiera que había sido un error y que estoy muy arrepentida, o dos, que pensara que soy una zorra egoísta.

Era un poco de las dos. Sí que estaba arrepentida y claramente lo estropeé, pero soy una zorra con todas las letras. A veces pedir perdón no es suficiente, y esta era una de esas ocasiones.

Me giré y miré el techo fijamente, esperando a despertar del sueño. O de la pesadilla. Más bien era lo segundo.

Pero no desperté. Todo era horriblemente tangible, por desgracia no era un mundo creado por mi cerebro. Era la vida real.

Encendí mi móvil y busqué el número de Jack entre mis contactos. Estuve debatiéndome entre pulsar el botón del teléfono verde para llamarle o no.

Si lo hacía ¿qué podría decir? Sólo empeoraría las cosas.

Pero sino... ¿Me odiaría? ¿Pensaría que pasó de todo? ¿Que pasó... De él?

Mientras pensaba mil y un escenarios, maneras y momentos en los que Jack me expresaba su más sincero odio, me acerqué el dispositivo a mi oído. Escuché los tres tonos desesperadamente. Fueron los segundos más angustiosos de mi vida.

Bueno, no. Aún fue peor cuando colgó. No quería hablar conmigo, no quería verme, no quería saber nada de mí.

Dejé que el móvil se deslizara sobre mi rostro hasta caer al hueco que había entre el respaldo del sofá y mi cuerpo.

Me estaba ahogando con mis propias lágrimas.

Dejé de ver el techo, todo estaba oscuro y sólo me podía oír a mí gritando y llorando. El eco extendía mis sollozos por toda la casa, lo que me hizo sentirme aún más sola.

El timbre de la puerta de entrada sonó.

- ¡Mierda!

Jeremy me había dicho que se pasaría a verme.

Cogí un pañuelo tan rápido como pude y me sequé las mejillas empapadas. Aunque tuviera la cara hinchada y fuera imposible disimular que había llorado como nunca, quería convencerme a mí misma de que estaba un poco mejor.

- Hola Jeremy... -dije abriendo la puerta.

- Creo que no soy Jeremy.

- ¿¡Jack!?

Oh, no. Había venido a mi casa para destrozarme.

- Siento no ser quien esperabas, pero... Tengo que hablar contigo.

- Sí, lo sé... -suspiré, esperando la ola que me iba a golpear de frente.

- Perdón por no cogerte el teléfono. Estaba conduciendo.

Asentí.

- Perdóname a mí. Yo no quería, Jack... En serio, no era mi intención. No era el mejor momento, lo sé, pero yo...

Mi voz se desvaneció antes de que pudiera decir el par de palabras restantes.

- _____ -sonrió-...

- Ódiame. Tienes todo el derecho.

Se rio por lo bajo.

- ¿Odiarte? Bueno, entonces no sabrás para qué he venido. Se supone que tengo que irme dando gritos muy enfadado -sonrió aún más- ¿no?

¿Entonces...

- ...no estás enfadado?

No dijo nada. Admito que tenía miedo.

Avanzó hacia mí con paso decidido, y por mi mente pasaron cientos de cosas que podían pasar en el segundo que tardaba en curzar el umbral de la puerta hasta estar frente a mí. Ninguna era precisamente buena.

Pero entonces su boca encontró desesperadamente la mía, y sus labios buscaron el ritmo perfecto.

Sabían dulces. Tanto como él lo era.

Allí, en la entrada de mi casa, dimos rienda suelta a un amor que había estado preparándose años, y cuando lo sacamos, la pasión que había entre ambos era imposible de detener.

-🍑-

𝓒𝓸𝓷𝓭𝓮𝓷𝓪𝓭𝓸𝓼 ; 𝓙𝓪𝓬𝓴 𝓖𝓻𝓪𝔃𝓮𝓻 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora