Capítulo 1: "¿Convivir? Imposible"

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¿Quién soy? Nadie. Solo una adolescente de diecisiete años de edad que, hace dos largos años, mis padres decidieron mudarse a un pueblo aislado de la sociedad con un corto número de habitantes. Estudié allí como una más de aquella secundaria, que, a pesar de no ser conocida, no podría envidiar a los institutos de la ciudad. En sí, ese pequeño pueblo no era pobre ni decadente, todo lo contrario. Solo un pequeño detalle: los hospitales centrales quedaban a kilómetros de distancia, al igual que el centro. Vivía en una casa gigante con piscina, un gran jardín, pero, sin internet. Mis padres me inculcaron el ideal de que en la naturaleza se vivía mejor que en el sumiso estrés que se infiltraba en las calles de las ciudades.
No podía quejarme, a pesar de ser la hermana mayor de un escandaloso niño malcriado. Estaba al tanto de mis defectos y virtudes que agradecía tener ya que, en la sociedad de hoy en día, lo único importante es la belleza física... Me pregunto en dónde quedó el tener sentido común y ser buena persona.
-Vamos, pequeña. A levantarse... Hoy es día de semana y hay mucho que hacer- comentó mi madre como frase animadora de ese agotador miércoles.
-¿Me dejas cinco minutos en paz? Quiero dormir-dije con mis primeras y vagas fuerzas del día.
-Apúrense que el desayuno se enfría-
La luz de la soleada mañana me molestaba cuando caía tenuemente sobre mis ojos, quemándolos.
-Diablos...- dije mientras me cubría con mi sábana.
Me despabilé frotando mis manos por mis ojos y bostezando una y otra vez. Mi único propósito de levantarme era el desayuno, me interesaba saber que había preparado esta vez mi madre para nosotros, siempre nos sorprendía con algo nuevo.
-¿Desayuno norteamericano de nuevo?- pregunté desilusionándome.
-Si no te gusta puedes tomar esas galletas de arroz que sobraron de ayer-replicó mi madre algo molesta.
-Olvídalo-
Prefería desayunar dulce antes que tocino y huevo frito, pero no tenía tiempo para elegir una comida. Una vez que acabé, me dirigí al baño para arreglarme. En el espejo se reflejaba una chica que no parecía ser yo; pelo rojizo, ojos celestes, nariz pequeña, cuerpo flaco ¿Realmente así me veía hasta cuando me despertaba? En ese caso, no había mucho que arreglar.
-Permiso, aléjate- comentó mi hermano entrando al baño y corriéndome del lugar alineado al espejo.
-Estoy yo, espera tu turno-respondí enojada.
-No. Te vas o te echo-
-Já. Deja de bromear ¿Cómo me echaría un niño de once años?-
-¡Mamá! ¡Susan me golpeó!- gritó mientras fingía un falso dolor en el brazo y unas falsas lágrimas.
-¡Susan! Ven aquí ¿Cuantas veces te he dicho que no golpees a tu hermano?-
Él pequeño diablillo me sonrió burlonamente mientras me encaminaba a la cocina, el lugar donde estaría mi madre. Ella me retó por algo que no había hecho y, por esa razón, no le presté mucha atención.
-Pero, mamá ¡Lo hace todo el tiempo! Fíjate en su brazo, no tiene nada. Si quieres instala cámaras para afirmar que tengo razón, ya verás. Él es la reencarnación del infierno- dije señalándolo con odio y rencor.
-Hija, solo te diré una cosa: si vuelvo a oír esas palabras salir de tu boca, no importa quién tenga o no razón, la castigada serás tú- replicó furiosa por decir que mi hermano era el diablo.
-Bien. Así quedamos. Injusticia es lo único que existe en esta casa-exclamé aún más enojada que mi madre.
A penas pude lavarme la cara cuando me percaté que me había pasado mucho tiempo peleando con mi hermano y se había hecho tarde.
Apurada, me dirigí al instituto a pie ya que, al ser un pueblo pequeño, nada estaba tan lejos como para usar el automóvil.
-¿Tu también tarde?- preguntó Lisa, mi amiga de la infancia.
-Si. Todo por ese maldito de mi hermano- contesté rabiosa al pensar en lo que había sucedido.
-¿Sabes qué? Algún día deberías vengarte... A él le dan miedo los fantasmas o espectros, quizás si lo llevas a un bosque y lo asustas con historias de terror, él se lleve su merecido- propuso ella ya que le encantaba hacer bromas pesadas.
-No es una mala idea...-

La luna sangrientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora