Esa noche no pude conciliar el sueño, ¿Cuándo había sucedido esto? ¿Cuándo fue que perdí a mi hermano, a mi casa y a mi familia? ¿Cuándo fue que decidí romper la regla de oro: nunca alcoholizarme? Me estaba volviendo loca de a poco, todos a mi lado se desvanecían a medida que el tiempo transcurría alrededor de lo paranormal, quizás mi vida no tenía sentido en esta tierra, quizás mi parte humana se fue junto a Matt. Me hubiera gustado despedirme de él, pero no pude, y lo maté tratando de hacerle pasar un mal momento en aquel bosque.
En ese instante, me hallaba acostada en la cama de Aaron mientras sollozaba por las culpas que cargaba en mi espada. No quería que él me escuchara ya que estaba en el suelo del mismo cuarto.
-¿Estás bien?- masculló despertándose por un suspiro mío.
-¿Eh? Si, si. Perdón por despertarte, no quería hacerlo...- respondí con una voz temblorosa mientras me cubría con la sábana.
-¿A quién quieres engañar con eso? Estabas llorando-
-No quiero hablar de eso-
-Deja de culparte por Matthew, tu no hiciste nada- comentó como si hubiera leído mi mente.
-¿Cómo estas tan seguro de que me culpo por ello?-
-Porque yo haría lo mismo-
Me destapé bruscamente y lo miré con mis ojos llenos de lágrimas apunto de estallar. Él, por su parte, me observó con cierta lástima y paciencia.
-Entonces... ¿Recuerdas que hiciste cuando estabas alcoholizada?- me preguntó burlonamente tratando de robarme una sonrisa.
-Em... Creo que... Baile sobre una barra y algo más que no recuerdo- contesté frunciendo el ceño.
Se rió por mi anécdota bizarra.
-Algún día te daré de tomar alcohol, quiero verte en ese estado- comentó en broma.
Sonreí divertida.
Luego de pensar un rato, el beso con el príncipe volvió a mi mente. Me tapé la boca al recordarlo por completo.
-Aaron. Cometí el error más grande de toda mi vida... Besé al príncipe-
La sonrisa que antes se trazaba en su boca se desvaneció como un relámpago.
-Espera... ¿Federic? ¿A él?- me preguntó confundido.
En sus ojos pude notar una oscuridad repentina, como si la luz que los hacía especiales se hubiera desvanecido. El sentimiento que podía apreciar dentro de ese cristal celeste era una especie de angustia y desilusión.
-Si... Soy una idiota, ¿Cómo pude haberlo hecho? ¡Me odio!- comenté enojada conmigo misma.
-Bien por ti. Compartiste saliva con el tipo más guapo del instituto- dijo con un tono irónico.
-¿De qué hablas? Es lindo, pero nunca lo hubiera hecho. Además, no es el más guapo-
-¿Entonces por qué lo hiciste?- preguntó.
-Porque... Lo deseaba, porque deseaba besarlo- dije arrepintiéndome de lo que había cometido.
-¿Entonces de qué te arrepientes? Lo deseabas y lo hiciste. Bien por ti, espero algún día aprender algo de eso- comentó con el mismo tono irónico.
-Pero, no entiendes... Admito que se parte de bueno, pero... ¡Cómo decirlo!... Me gusta otra persona-
Cada ves me resultaba más difícil excusarme, en especial porque era él de quien gustaba y nunca me hubiera imaginado decirle eso en la cara.
-Susan... Estabas alcoholizada, no tenías noción de lo que hacías. Está bien, técnicamente no cuenta como un beso real-
-De todas formas sigue siendo una sensación horrible, ¿Tienes idea de lo mal que se siente saber eso y tener que decírselo cara a cara al chico del cual gusto y gusté desde ya un año?- le pregunté mirándolo a esos ojos que se volvieron a prender.- Así es. Tómalo como quieras, ya da igual: Aaron, me gustas-
Sus ojos se encendieron, pero esta vez tenían un fuego intenso dentro, como si lo que había mencionado hubiera despertado en él algo que nunca nadie había visto.
-¿Lo dices enserio?-
Sentí como si alguien me hubiese empujado de la cama haciéndome caer al suelo, al lado de Aaron.Hazlo y ya, no actúes como idiota una sola vez en tu vida.
Era la voz de Matt en mi cabeza, ¿Sería posible? Al parecer lo era. Sonreí cuándo me convencí que él seguía vivo, casi rompía en un llanto de felicidad, pero no pude hacerlo ya que me percaté que tenía los ojos más hermosos de todo el mundo tan cerca que, en un instante, me hicieron desear que ese momento sea eterno. Tenía la mirada de Aaron a cortos centímetros de mi rostro.
-Sí. Lo digo muy enserio- mascullé sin apartar mis ojos de los suyos.
Él sonrió con una nueva y aún más preciosa sonrisa, una que traía consigo tanto que dar como nunca la había esbozado.
-Desde hace un año me di cuenta de tu existencia. Lisa te presentó y no pude sacar mis ojos de encima tuyo, me parecías la cosa más hermosa que podría haber existido, pero era solo un deseo, no sabía como eras personalmente, entonces no estaba realmente enamorada, ¿Verdad? Pero... Ahora que te conocí completamente, puedo afirmar que me enamoré como de nunca nadie lo he hecho. Al lado tuyo, me puedo sentir segura y conforme a pesar de vivir las contradicciones que la vida me está presentando. Creo que eres una especie de héroe para mí. Me encantas- aclaré sinceramente, pues no podía mentirle a esos ojos.
Nadie mencionó nada y nos miramos los dos tan cerca que nos dijimos todo con las miradas. No había nada más que agregar, el brillo en sus ojos me dio la vívida sensación de que él sentía lo mismo. No estaba segura si observar sus labios o su dulce mirada, realmente era el ambiente perfecto para besarnos. De a poco, fuimos acortado esa escasa distancia entre los dos, esa que nos dividía en ambas partes que deberían estar juntas. Pronto sentí sus suaves labios sobre los míos, besándome con ternura. La sensación fue exquisita, sentí que había nacido realmente en ese momento, el beso con el príncipe no existió al lado de aquel único y perfecto. Era como un sueño hecho realidad, Aaron era mi verdadero príncipe y yo me entregué completamente a él.
-¿Entonces? ¿Qué sigue?- me preguntó sonriendo una vez que el beso acabó.
-¿Un truco de magia?- respondí ya que realmente tenía ganas de sorprenderme más de lo que estaba.
Ambos nos incorporamos cómodamente en el suelo.
-Bien- replicó e hizo aparecer una baraja de cartas.- Elige una-
Saqué aleatoriamente un siete de corazones.
-Ahora ponla de nuevo en el mazo- así lo hice- No te asustes...-
Él mezcló la baraja y luego la revoleó hacia mis pies, logrando esparcir las cartas por todo el suelo.
-¿Qué se supone que haces?- pregunté riéndome.
-Ahora créeme si te digo que tu carta se encuentra dentro de tu media- aclaró.
-Es imposible- negué convencida.
Me quité el calcetín y allí dentro se encontraba el siete de corazones. Realmente era sorprendente.
-¿Cómo lo hiciste?- pregunté estupefacta.
-Un mago nunca revela sus trucos- respondió disfrutando de mi asombro.
Antes de que digamos algo más, la canción infantil me volvió a invadir, pero ésta vez, todo cambiaría...
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La luna sangrienta
ParanormalUna historia que muchos dirían infortunada, otros afirmaría que es una mentira y, quizás, tú seas el de opinión diferente. En un intento de asustar a un niño de once años en un bosque tenebroso, las que terminan involucradas en problemas paranormal...