Capítulo 5: "Príncipe, alivio, desilución"

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Desayunar sin Matt era lo mismo que jugar fútbol sin pelota, todo parecía carecer de sentido. Era una extraña sensación de un ancho vacío y soledad horrible sabiendo que yo los había formado. Sin embargo, sin mencionar una palabra, me dirigí hacia el instituto una vez acabados mis preparativos mañaneros y habituales. No podía dejar de imaginarme conclusiones de cómo había llegado a esto, a la terrible tragedia que parecía estar sufriendo.

Ojalá todo sea una pesadilla, que en un abrir y cerrar de ojos todo lo que esta situación respecta se borre por completo...

Pensé mientras me encaminaba a pie a la secundaria. Pero, muy dentro mío, sabía que era imposible y que lo que vivía era la pura realidad o, quizás, así lo sentía.
-¡Susan! ¿Te encuentras bien? ¿No te ocurrió nada?- exclamó Lisa cuando apenas la pude divisar entre los estudiantes.
-No. Nada nuevo, ¿Conoces a Matthew?- consulté frívolamente ya que pronunciar su nombre en una pregunta tan idiota como esa me resultaba demasiado embarazoso.
-¿Cómo olvidarlo? Tu hermano, el pequeño diablillo, ¿Por qué preguntas?- replicó como si nada pasara.
La abracé con una sonrisa de oreja a oreja y mis ojos se llenaron de lágrimas.
-Gracias, muchas gracias por recordarlo- comenté con una voz temblorosa.
-¿De qué hablas? No entiendo...-
-Desapareció Matt... Y nadie en casa lo recuerda, en las fotos no aparece y sus objetos ya no están- expliqué triste.
Ella me miró confundida y con algo de rareza por mi rostro húmedo; a mí no me gustaba llorar en público y, en ese momento, nos hallábamos dentro del aula de estudio esperando que el profesor llegara.
-Espera... Solo déjame llamar a alguien, quédate aquí- dijo decidida como si tuviera una solución aparente en sus manos.
No tenía muchas amigas realmente cumplidoras, pues todas estaban conmigo solo por mi gran casa, mi inteligencia en las diferentes materias y, quizás, por mi cara bonita... Admito no ser fea, pero tampoco para tanto.
Cuando llegó el profesor, Lisa todavía no había regresado a mi encuentro, lo que logró preocuparme.
-Disculpe... ¿Me permitiría platicar en privado con Susan Coffey afuera de la sala? Es un asunto un tanto importante, ¿Sería tan amable?- comentó Lisa una vez que volvió.
De alguna manera irracional lo pudo convencer, parecía de otro universo al lograr cosas como esas.
Salí con ella al patio de la escuela y me encontré con Aaron esperándonos, ¿Qué hacía allí? ¿Acaso Lisa quería planear esto para hacerme pasar un mal momento? Todavía el efecto del lloriqueo seguía en pie, de modo que tenía la nariz colorada y mis ojos vidriosos. Una apariencia perfecta para encontrarme con el chico que me gustaba ¿Verdad?
Traté de cubrirme el rostro con mi cabello, pero me fue imposible por el simple hecho de que parecía muy notorio.
-Aaron... Necesito, necesitamos tu ayuda. No sé como explicarlo pero el hermano de ella, Matthew, desapareció y también se fueron los recuerdos que su familia poseía de aquel niño... Sé que entiendes del tema, sé que te pasó a ti también ¿Podrías ayudarla esta vez?- preguntó nerviosa Lisa mientras jugaba con sus dedos.
Él suspiró mostrando que éramos un fastidio. Me limité a abrir la boca, si lo hacía iba quedar como una completa loca frente a Aaron, no podía caer tan bajo.
-Realmente no existe ayuda para esto... Es como una maldición, no lo sé. Solo supéralo- respondió sin muchas ganas.
Lis se enojó.
-¿Eres estúpido? ¿Acaso no puedes ver que alguien está pasando por tu misma situación anterior? ¿Cuál es tu excusa para no ayudarla? Eres un maldito caprichoso- exclamó ella exaltada, apunto de cobrarle una cachetada.
La detuve algo angustiada.
-Basta. Es mi problema, no quiero que me ayude... Tiene razón, debo superarlo sola. Él lo habrá hecho del mismo modo, olvídenlo- dije tímida y tristemente.
Lo miré a los ojos, pude apreciar esos tan claros en los cuales me sumergía una y otra vez, como si de un mar celeste se tratasen.
Le sonreí falsamente para darle pena y así contestarle de una forma tan seca y terca como él me lo había hecho a mí. Nunca me lo hubiera imaginado tan frívolo conmigo, pero, a pesar de todo, podía entenderlo: debe sonar bizarro todo el tema de Matthew de modo que era mejor resolverlo sola, si es que tenía solución.
Suspiré bastante desilusionada y volví al salón de clases mientras que Lisa y Aaron se quedaron discutiendo por lo ocurrido. Era típico entre ellos pelearse ya que eran mejores amigos desde primaria.
Me senté en mi pupitre y mi compañera de banco, Erika, me observó de una manera extraña.
-¿Qué te pasa? Te noto bastante decaída, ¿Estás bien?- masculló para que el profesor no la apercibiera.
Asentí levemente.
-Cambia esa cara. Mira, para alegrarte el día te contaré una noticia muy interesante- dijo emocionada- ¿Recuerdas al príncipe? Ese de ojos miel y pelo marrón... Bueno, ¡Escuché que le pareces una de las chicas más hermosas del instituto! ¿Qué te parece eso? ¿Ahora te sientes mejor?- agregó más interesada que yo misma.
-Erika... Sé que es una gran novedad para difundir en toda la sociedad escolar, pero... En este momento, no me siento con ánimos de alegrarme, estoy pasando una situación difícil, ¿Entiendes? Solo quiero despabilarme de todo- respondí cansada de sus largos sermones sobre cada chisme nuevo que se oía, Erika cumplía el papel de boca abierta del curso, una gran compañera de banco, ¿Cierto?
Escondí mi rostro apoyándolo entre mis brazos y cerré mis ojos para pensar en algo productivo. Entonces, me vino como un relámpago el comentario de Erika: "Le pareces una de las chicas más hermosas del instituto" me reí irónicamente ya que Matthew, cuando era un inocente niño de cinco años, afirmaba que yo le parecía linda, que quería ser mi esposo. Pero, éramos hermanos y eso sería imposible, además, decidí tomármelo a la ligera, pues era un santo pequeño de pocos años de vida que no entendía el razonamiento ni cómo aplicarlo. Quería llorar por su ausencia, pero estaba cansada de hacerlo y no parecía solucionar absolutamente nada.
Sin embargo, Erika tenia razón. El príncipe (nombrado así por las babosas fans que él tenía) era otro chico tan hermoso como Aaron, pero con la pequeña y no menos importante diferencia de que al príncipe le importaba demasiado su vida social, mientras que al galán de ojos claros que tanto me atraía, no. Pero, ¿Realmente me sobraba tiempo para pensar en estas cosas?

La luna sangrientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora