Capítulo 6: "Líbrame del mal"

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Mitad de jornada, solo quedaba un recreo de los largos de quince minutos, pero no pude aguantarme antes de preguntar por ir al baño.
-Profesora, ¿Puedo pasar al baño?- pregunté interrumpiendo la clase.
-Si...- contestó con una cara agotada.
Me encaminé hacia allí, sin embargo, no tenía necesidades de usar el retrete, solo quería estar sola en algún lugar y poder alejarme de ese barullo intenso que se apreciaba en mi aula.
Cuando me enfrente al espejo, puede ver mi rostro al comienzo, pero pronto se empezó a deformar de tal manera que me causó terror. Froté mis ojos una y otra vez, mas era inservible; el entorno del "yo" del espejo se reflejaba cada vez más tétrico. Sangre de las paredes fluía como un río asqueroso en ese reflejo tan tenebroso de mí, y mi rostro tan horrendo parecía inhumano. De a poco fui perdiendo mi esencia antropomorfa, ahora ya no poseía párpados y mis ojos estaban dilatados como si no hubiera descansado en años. Dirigí mis manos con desesperación hacia mi cara para sentirla y, para mi suerte, no se encontraba en ese estado. Pero, unas voces de niños se abalanzaron a mi cabeza con una sombría canción infantil, era una tortura tan dolorosa que ya no lo podía soportar más.
Cubrí mis oídos con las palmas de mis manos y me hice un ovillo titiritando de miedo, ¿Por qué el aspecto en el espejo se veía de tal manera? Mis piernas temblaban, mis sentidos disminuían a causa del pánico y un escalofrío recordó aquella fría noche en donde había sucedido el incidente de esa horrible criatura que no era muy diferente a la que yacía en el reflejo mirándome con odio y rencor. Apreté fuertemente mis rodillas hacia mi pecho, deseaba hacerme pequeña para no existir en ese instante. Era algo inexplicable, quería y anhelaba que alguien me salvara de aquella habitación ya que me sentía incapaz de correr de allí, estaba acorralada, sin fuerzas para moverme de mi lugar, petrificada y viendo a aquel espectro del espejo mientras se acercaba con sus manos tan huesudas y grises hacia mí, atravesando por completo el vidrio que nos dividía.
Para mi fortuna, alguien abrió la puerta bruscamente. Levanté la mirada sorprendida y todo lo que había creído a ver visto en aquel lugar se esfumó. El espejo ahora reflejaba normalmente como si nada hubiera sucedido.
-Nunca vuelvas a acercarte a un espejo, nunca, ¿Lo prometes?- me preguntó mi supuesto salvador mientras me abrasaba fuertemente.
Lo miré temblando de miedo y pude identificar a Aaron, el que se había negado a ayudarme.
-¿Qué era eso? ¿Qué quería de mí? ¿Por qué atravesó el espejo?- pregunté temblorosa y asustada mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.
Él me abrazó aún más fuerte al notar el pánico que fluía en mi haciéndome más débil ante él.
-Tranquila, estoy aquí. Eso no es nada- comentó para tranquilizarme.
Decidí envolver mis brazos sobre su ancha espalda y apoyar mi cabeza sobre su hombro para poder lamentarme y sentirme protegida. Pero, también, sentí su aroma, ese olor que era propio de Aaron, era tan único que me resultaba inexplicable describirlo.
-¿Qué me sucede? No entiendo por qué pasa esto...- mascullé en su oído.
Se separó de mí, un vacío sentí cuando pude notarlo.
-Soy imperdonable, lo sé. Lisa tenía razón, debí haberte advertido antes, esto no es tan simple como parece. Soy un idiota- respondió mientras clavaba su mirada celestial en mis ojos.
Todavía seguía temblando hasta que me desmayé en sus musculosos brazos que me envolvían protegiéndome de algo que no estaba a mi alcance de comprensión.

"Peccatum salvi non fit remissio. Inite anima, cedere infernum."

Fue lo último que oí con una voz ronca y muerta antes de perder la conciencia por culpa de falta repentina de fuerzas.

La luna sangrientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora