Capítulo 9: "Mi grave error..."

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Quizás esos dos tragos de aquella bebida me terminaron de destruir por completo. Ahora no solo era una ebria suelta, sino que había perdido todo mi control y le empecé a hablar con demasiada confianza al irresistible príncipe.
-¿A qué has venido aquí? ¿A beber y ligar con chicas? Já, tu reputación perfecta está decayendo, ¿Quieres que guarde el secreto?- comenté gritando con un tono bizarro.
-¿Cómo debo tomarme eso?- preguntó sin ninguna rareza.
-¿Cuantas veces te han dicho que eres perfecto? Yo te diré que eres una de las ocho maravillas del mundo, pero Aaron te supera por mucho, sus ojos son tan sexys que me los comería de a bocados- había cambiado de tema de la nada, realmente estaba mal.
-¿Entonces qué? ¿Debería decirte que me das una sensación tan dulce cuando te veo que siento que deberías ser mía?- volvió a insistir, pero ésta vez se acercaba hacia mi mesa.
Me levanté de la silla bastante mareada, me interpuse en su camino y lo miré de tan cerca que debería haberme derretido. Un deseo intermitente nació en mi mente: besarlo. ¿Por qué no? Después de vivir lo que había ocurrido en mi casa, era evidente que moriría pronto, además la cordura ya no existía en mi ser.
Acomodé mis manos sobre su rostro y, rápidamente, lo besé sin más. Algo muy dentro mío decía que no lo debía haber hecho, pero el dulzor de su boca junto a la mía me causó una sensación tan única que parecía un néctar de los dioses. Era perfecto. El beso duro un par de infinitos segundos... Quizás un minuto, fue maravilloso.
-¿Y eso a qué viene?- preguntó confundido, pero complacido.
-No lo sé. Solo fue un deseo repentino- dije entre risas estúpidas que eran efecto del alcohol, en realidad, todo lo era.
Él sonrió mostrando esos dientes tan blancos y correctos, con esa sonrisa grande y linda.
-Nunca pensé en encontrarte ebria, hubiera apostado a que odiabas el alcohol- comentó.
-Bueno... La gente no es lo que parece. Además, no hubiera creído hallarte en un lugar tan... "Especial" como éste- respondí mientras zarandeaba de un lado a otro.
Si estuviera cuerda, me odiaría toda mi vida. Pero, para ese entonces, una nueva yo divertida y demasiado extrovertida estaba tomando el control. Ahora mi caprichoso cuerpo quería ser una bailarina desnudista para conseguir dinero. Una sonrisa macabra se dibujó en mi rostro al pensarlo. Tomé mi móvil y seleccioné una canción que se adecuara a mi siguiente gran y estúpida hazaña. Me subí a la barra y pateé todos los vasos que se hallaban apoyados allí. Empecé a bailar según el ritmo de la música. Los hombres reían y las mujeres me miraban recelosas. Pero, no me importaba, sólo quería hacer el ridículo en frente de todos los presentes. Me agaché y fui levantando mi pollera para causar más barullo, pues era el centro de atención. Cuando la canción acabó, todos me aplaudieron y me silbaron como si hubiera sido una estrella de Rock.
-Estás loca...- comentó el príncipe mientras se reía.
-La locura es la clave de la vida- respondí riéndome y disfrutando de mi momento.
-Ay, ay, ay. Mira la hora. Debo irme antes de que se me haga más tarde- dije exagerando todo.
-¿Quieres que te lleve?- me preguntó interesado.
-¡Claro! ¿Cuál es tu auto?- respondí sin modales.
-Ese- replicó señalándolo.
Me subí antes que él como si no me importara el gran favor que me hacía al ofrecer llevarme hasta mi hogar. Sin embargo, pronto recordé quién se hallaba en esa vivienda, allí se hallaba aquel espectro.
-No, espera. Llévame a otra dirección: calle 18, número 274-
-¿Te parezco un taxista?- me preguntó dando la vuelta.
-En realidad, no te quedaría mal- contesté guiñándole el ojo.
Me dirigía hacia la casa de Aaron, no tenía idea el por qué le había dado esa dirección en ves de la de Lisa o la de mis abuelos.
-Mm... Antes de que me baje, quiero quedarme con un recuerdo de esta noche, pero no cualquiera- comenté una vez estuvimos en la puerta de aquella casa.
Me acerqué a él y lo volví a besar simplemente por deseo. Ésta vez, mi cuerpo estaba sobre el suyo completamente pegado, ¿Cómo era posible que esas acciones las realizara con total naturalidad cuando nunca me había animado a hacerlas?
Luego de satisfacerme me bajé de aquel auto negro y con los vidrios polarizados, y observé con miedo aquella casa que me enfrentaba.
Llamé a la puerta esperando que Aaron me contestara.
-Maldita seas... ¿Qué quieres a esta hora?- preguntó de mal humor Aaron luego de esperarlo unos minutos.
-Perdón. Soy una imbécil, me odio- dije y me largué a llorar, era otro síntoma del alcohol conocido como "el pedo triste".
Se veía tan perfecto él sin camisa y con un pantalón para dormir. Su abdomen de tes blanca y marcado por el ejercicio, su rostro enojado, pero, al mismo tiempo, dormido me resultaba tierno.
-Hueles a alcohol, ¿Estuviste tomando?- me preguntó permitiéndome entrar.
-Solo un poco...-
-¿Por qué?- me consultó mientras frotaba su mano por su frente en señal de preocupación.
-No lo sé. Solo quería ahogar mis problemas en un par de vasos- repliqué ofendida mirando al suelo.
-Tienes suerte de que mis padres se fueron a un viaje por trabajo, sino, desde el comienzo estarías afuera- me advirtió.
-Gracias... ¿Sabes? Mi casa estaba hecha un desastre cuando me dejaste allí, mis padres no estaban y el espectro me volvió a atacar- expliqué casi llorando- Un bate de béisbol salvó mi vida, no quiero volver allí-
Suspiró fastidioso.
-Bien. Quédate. Puedes dormir en mi cama, yo descansaré en el suelo- respondió amablemente a pesar de las circunstancias.
-No. Yo dormiré en el suelo, no podría aceptar que lo hagas-
-¿Crees que permitiría que una mujer descansara en un piso de madera lleno de polvo teniendo una cama?-
-Pero soy una mujer EBRIA... No me merezco tu cama-
-La Susan normal se la merecería, tómala en su lugar-
Me sentía culpable, pero... Aaron cada vez me resultaba más dulce y cada vez me gustaba más. Un sentimiento comenzó a florecer verdaderamente en mi corazón: amor.

La luna sangrientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora