Una mañana fría con neblina, es lo que veo atreves de la ventana de la habitación, no pude pegar un solo ojo en la almohada pensando en lo que me dijo el sujeto misterioso de ojos avellana.
Tal vez sea verdad o sólo fue una simple broma de ellos, no sé nada sobre mi pasado, pero tampoco caeré en cualquier habladuría que me digan, pero algo que sé, es que siempre para buscar algo que se perdió hay que volver al lugar dónde el caos comenzó.
Tomo las tenis que están al lado de la cama y salgo de la habitación despacio para no hacer ningún ruido, y créanme no es lindo que te apunten con un arma pensando que eres un ladrón.
Todo está totalmente oscuro, ni un alma en pena se encuentra en el estrecho pasillo del segundo piso, me escabullo lo más rápido posible hasta llegar al piso de abajo, donde puedo ver una luz proveniente de la cocina, de seguro algunos de los inquilinos ya van a salir a trabajar.
Corro lo más rápido posible pasando por la entrada de la cocina que al parecer no notaron mi presencia, tomo mis llaves de la mesa y salgo siendo recibida por las frías brisas de la mañana algo común siendo las cinco de la mañana.
Coloco las manos en las bolsas de la jacket y empiezo mi camino hacía el bosque del río Cha, un bosque del cual han ensuciado su nombre con las tontas leyendas de los pueblerinos, puras patrañas.
(…)
Las brisas chocando contra los árboles de bosque es lo único que se aprecia a escuchar, el sol ya ha empezado a salir dando paso entre las ramas. Este lugar se me hace un tanto familiar dado a todo lo que he vivido acá.
Me adentro en el bosque en busca del lugar donde estuve inconsciente aunque solo tengo un borroso recuerdo de ello.
— ¿Qué venimos hacer acá? — habla una voz a una distancia.
— A hablar con él clan de los Ivanovic — habla otra voz que proviene de un hombre.
— Serás idiota, nos van a matar.
— No si les digo lo que sé.
— Claro, le dirás que la Luna te hablo — escucho hablar más cerca de mi.
Busco un lugar dónde ocultarme hallándome con un gran árbol frondoso donde no tardo en ocultarme.— Su hija es nuestra única salvación de los cazadores.
¿Cazadores? ¿Habla de nosotros?
— No te han enseñado a no escuchar las conversaciones ajenas — susurra una voz al oído haciendo que mi piel se ponga de gallina.
Mierda, mierda, mierda, me han descubierto, por que será que siempre vengo en busca de algo y termino metida en algún lío dónde las voces me hablan.
— No tengas miedo — me habla otra vez.
Esta vez me doy la vuelta hallándome con los ojos avellana de ayer, es muy alto comparado a lo que recuerdo de ayer, su tez es blanca, su rostro presenta unas ojeras pero pasan a segundo plano cuando vez sus ojos color avellana, presenta una dentadura perfecta acompañado de un cuerpo totalmente trabajado y presenta una vestimenta hace que parezca algún tipo Ángel de la muerte.
— No te tengo miedo — digo mirando directamente a sus ojos.
— Tus reacciones no dicen lo mismo, Luna — me dice tomando un mechón de mí pelo.
— No me llamo así.
— A veces las cosas no son como las recordamos — dice poniendo el mechón detrás de la oreja.
—¿Quién eres? — pregunto.
— Alguien que te ayudará a recordar, a cambio de algo.
— ¿Qué?
— Busques nuestra libertad.
— ¿Cómo haría eso yo?— pregunto confundida, ¿De qué libertad me esta hablando.
— Tienes todo tu poder en tus manos, pequeña Aurora.
No lo creo…
— Sólo soy una simple cazado…
— Tu no eres como ellos — dice poniendo su dedo en mi boca que por cierto esta frío.
— ¿Quién esta ahí? — habla una voz detrás de nosotros que me resulta muy familiar, el problema no sé donde la he escuchado.
— Querida Sol —habla ojos de avellana saliendo de dónde estoy —. Que gusto verte.
— Ojalá dijera lo mismo, Marcos — habla la joven.
— Igual que el viejo Ivanovic.
— ¿Qué te atrae por acá? — pregunta la voz de manera cortante.
— Venía en busca de un delicioso manjar — dice mirándome de reojo.
— Tras que tu gente rompe el acuerdo, te atreves a venir a nuestro bosque en busca de saciar tu hambre de chupa sangre — habla muy molesta la tal Sol.
Espera...¿chupa sangre? Es decir que es un… frío, el peor enemigo de Darío Roswell.
— No fue nuestra culpa, que los humanos se crean superiores a nuestra especieb— dice Marcos.
— ¿No quieres presentarme a tu amiga?— pregunta ella haciendo que mi corazón se acelere.
— No creo que te apetezca ver a mi manjar.
— Eres un asco.
—Y tu un saco de pulgas, y nadie dice nada.
— Dile a tus amigos, que mi padre no sé encuentra acá, que a huido con la mayoría de la manada, solo dejando unos cuantos acá — habla antes de que escuche como se empieza alejar, haciendo que pueda volver a respirar con normalidad.
— Estuvo cerca— suelto mirando a Marcos.
— Al igual que tu pasado— dice alejándose de mí
— ¿Cómo? — pregunto siguiéndolo.
—Ella es tú hermana…
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El secreto de la Luna
General FictionNada suele ser lo que parece, hasta que la verdad sale a la luz.