||CUATRO||

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-George Weasley

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-George Weasley.

Capítulo Cuatro: “Pasar el límite”.

Como era de esperarse, ya habían pasado várias semanas de la broma que le hice a los gemelos Weasley y todavía era tema de conversación entre los alumnos de Hogwarts. La mayoría no podía creer que una simple chica los había dejado en ridículo frente a todo el colegio ¡A los legendarios bromistas Weasley! ¿Quién lo diría, no? Y eso aparentemente era lo peor que les pudo haber pasado a ese par de machitos, karma is a bitch.

Me sentía muy bien por haberles enseñado que conmigo no se juega pero no podía evitar estar un tanto inquieta, ya pasó bastante tiempo y no se habían vengado. Muchos también hablaban de ello, “Los gemelos weasley nunca se han dejado ganar así, le espera una buena a Rizos”. Lo bueno de todo esto es que la broma que me hicieron quedó en el pasado, limpié mi nombre y ahora todos me admiraban por haber enfrentado a los Weasley de esa forma. Dandoles un poco de su propia medicina.

Pero si, sabía que los rumores de su venganza eran ciertos. No se quedarían de brazos cruzados, por lo tanto debía estar alerta todo el tiempo. No por nada tienen esa estúpida fama de pasarse del límite con sus bromas, no sabía que esperar de ellos.

—Realmente fue increíble la broma que les hiciste.—Dijo Hermione y yo le sonreí.

—Gracias, se lo merecían.

—Lo mejor es que fue a lo muggle, se deben sentir realmente indignados.

Reímos y seguimos hablando mientras nos dirigíamos a nuestras clases. Hermione me caía muy bien, la conocí en la biblioteca, estudiamos juntas y hablamos de nuestra vida muggle. Teníamos mucho en común y a pensar de ser dos años menor que yo era muy madura para su edad, me presentó a sus amigos Ron, el hermano menor de los gemelos ¡es adorable! Y al mismísimo Harry Potter, casi me tomo una foto con él pero seguro está cansado de todo eso.

Nos despedimos y ella entró a su clase y yo fuí a la mía, Defensa contra las artes oscuras, la cual es mi favorita. Uno de mis sueños es convertirme en Aurora, por lo tanto tengo que esforzarme en los TIMO's y ÉXTASIS.

(…)

Luego de la última clase de la semana decidí relajarme un poco, salir a caminar sola por los pasillos para despejarme de todos los demás. De vez en cuando necesito estar sola, no siempre me gusta estar rodeada de gente. Me siento asfixiada.

—Iré por un libro, luego hablamos—Le regalé una sonrisa a Sam, el lindo chico de ojos azules con el que me choqué en el baño de hombres la otra vez.

Él asintió con una sonrisa de lado y se despidió con una mano de mi, es de Ravenclaw y la verdad me agrada mucho. Es un chico muy interesante a decir verdad, tiene un aura misteriosa no suele hablar mucho pero una vez que nos conocimos comenzamos una amistad muy linda.

Busqué un libro en la biblioteca sobre las artes oscuras y me senté en un pasillo solitario a leerlo. Me pareció raro encontrar un pasillo donde ni siquiera se encontre peeves, el poltergeist del colegio. Es realmente irritante a veces pero no puedo evitar reírme con su humor negro, aunque muchas veces se pasa del límite. También hay otros fantasmas muy geniales, hay uno que no logró ser del todo decapitado y es muy gracioso cuando saluda a los alumnos sacándose la cabeza como si fuera un sombrero.

Estaba tan concentrada en la lectura que ni siquiera escuché los pasos que se acercaban a mi, cuando traté de girarme con mi varita en mano para realizar un expelliarmus ya era muy tarde. Sentí como me taparon la boca para que no gritara y me empujaron dentro de un armario que estaba justo a mi lado. Todo fue tan rápido y me tomó de sorpresa que ni siquiera tuve tiempo de decir algo, ví como cerraban la puerta del clóset y me dejaban encerrada bajo llave.

—¡DEJENME SALIR! —Grité con desesperación pero solo escuché unas risas y un encantamiento.

Comencé a gritar y patear la puerta como loca, debía salir de ahí. Después de unos 10 minutos de intentar salir me di cuenta que no había caso, se habían ido y no me iban a sacar de allí por un buen rato. Ya era de noche, por suerte no le tengo miedo a la oscuridad pero sentí como me temblaba todo el cuerpo por la desesperación, el pánico se apoderaba de todo mi sistema y las lágrimas comenzaron a caer descontroladamente. Soy claustrofóbica.

Toqué las paredes del armario tratando de encontrar una salida pero solo descubrí que era más pequeño de lo que pensaba haciendo que comience a hiperventilarme, comenzaba a sentir la falta de aire, mis latidos iban a mil por hora y mis manos estaban sudadas y temblorosas. Lo único que hacia que me calmara era cantar y pensar en espacios abiertos, lo intenté pero no funcionó esta vez. Las náuseas y mareos se hicieron presentes luego de estar casi una hora encerrada.

George.

—Ya pasaron tres horas, creo que deberíamos sacarla. —Le dije a Fred y el rió.

—Está bien. —Se encogió de hombros y nos encaminamos hacia el pasillo donde habíamos dejado a Shirley encerrada en un armario que ya no se usaba junto con un encantamiento que impedía que se escucharan sus gritos. —Debe estar odiandonos.

—No creo que sea para tanto pero de seguro debe estar pensando en como devolvérnosla.

—Quisiera ver eso, nadie nunca nos ha ganado. Aunque debo admitir que su broma fue muy buena.

Ya frente al armario sacamos el encantamiento y antes de abrir la puerta Fred dijo burlón:—¿Cómo la pasaste pequeña, Rizzo?

Admite que estuvo buena... —Comencé con un dige de burla pero finalmente quedé desconcertado al ver a Shirley.

Se veía tan pequeña y vulnerable, estaba sentada abrazada a sus piernas con la cabeza en el hueco que estas forman, temblaba notoriamente y escuché un pequeño sollozo que me erizó la piel. Sentí un nudo en la garganta.

Me saqué la chaqueta que tenía para dársela y Fred rió fuerte.

—Ya basta, no vamos a caer. Ni si quiera actúas bien, querida.

Yo me acerqué a ella luego de darle un codazo a mi gemelo que me miró con cara de ¿Qué hice? Haciendo que lo miré mal y levantó las manos de forma inocente.

Toqué suavemente el hombro de Shirley y pareció despertar de su trance, levantó un poco la cabeza y nos vió. Sus pómulos y nariz estaban rosados, sus ojos llenos de lágrimas estaban rojos e hinchados por haber llorado durante horas. En su mirada podía ver el terror que tenía y su cuerpo estaba tembloroso.

Yo... —No logré ni empezar la oración porque ella se levantó rápidamente, nos empujó y salió corriendo.

—Creo que no estaba fingiendo. —Murmuró Fred rascándose la nuca nervioso y yo lo miré con ironía.

—¿Eso crees? —Dije sarcástico. —¿Y ahora que hacemos?.

—Bueno, mientras que no nos acuse con McGonagall... —Levantó los hombros restándole importancia y yo le pegué en la nuca. —¡¿Qué te pasa?!.

—¡No seas tarado! Es claustrofóbica, imbécil. Prácticamente la torturamos dejándola ahí por horas. Al menos tenemos que disculparnos...

Mientras volvíamos a nuestra sala común sentí como ese nudo en mi garganta se hacia cada vez más grande, la culpa me carcomía y me sentía una mierda al recordar una y otra vez su rostro lleno de lágrimas.

[…]

In My Head (G.W)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora