Capítulo 3: Le tengo miedo a los monstruos...

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   Llegaron poco a poco.
   José se encontró con Esteban; un chico casi igual de alto que él, piel blanca, complexión atlética y cabello negro rizado que mostraba su atractivo.

   —¿Y Abel? —preguntó Esteban.

   —Por ahí —respondió José—. ¿Y los demás?, no veo a Irene.

   —Creo que estaba junto a Daniel.

   —¿Su ex?

   —¡¿Son exs?!

   —Con Irene nunca sabe...

   José y Esteban vieron llegar a otro chico alto de piel blanca, cabello castaño rizado y una mirada muy extraña.
   Carlos los abrazó con cariño.

   —¡¿Cómo están?! —exclamó Carlos totalmente entusiasmado— ¿Han visto a Lizett?

   —Sí —contestó Esteban antes de que su mirada se centrara en una camioneta negra que se estacionaba a lo lejos—. No puedo creer que esos hijos de...

   —Mierda... —susurró José mirando con cierta molestia— ¡¿Ahora qué?!

   —¿Buscan a Abel? —preguntó Carlos viendo con seriedad— ¿No lo van a dejar en paz?, es un vil niño.

   —Esto no pasaría si Abel no estuviera ebrio todo el tiempo y quisiera robarle cosas a esos imbéciles —se quejó Esteban.

   De la camioneta bajaron varios chicos de complexión atlética, pero de entre ellos se veía a uno más fuerte y grueso.
   Lo conocían con el nombre de Manuel Álvarez, un tonto de cuarta con músculos que era desconocido hasta que pasó el incidente con Abel.
   El chico musculoso se quedó inmóvil, observando al trío de amigos desde la lejanía con seriedad.

   —Hay que mantenernos alejados de ese idiota —indicó Esteban—. Es un campamento, no queremos problemas.

   —Hay que mantener a Abel sobrio hasta irnos de aquí —añadió Carlos.

   —¡Ja!, buena suerte —se burló José dándole una palmada en la espalda.

   Los tres se fueron cargando las maletas de Carlos hacia su cabaña.

*

   Dentro de una tienda de campaña que era de una amiga; Blanca y Abel mantenían una especie de clase sobre Duelo de Monstruos muy extensa.

   —¿Entonces ya puedo invocar a Pikachu, amor? —preguntó Blanca con las cartas en su mano y totalmente confundida.

   —¡Pikachu ni siquiera pertenece a Yu-Gi-Oh!, Blanca! —contestó Abel con una desesperación tierna e infantil—. Debes bajar al Caballero Zelta y ordenarle un ataque hacia mi Espada del Largato.

   —¿Y ya gané?

   —¡No!, apenas me puedes quitar 300 de mis 4000 puntos de vida. Además, tú eres a la que le quedan 2100 puntos de vida.

   —Dame de tus puntos de vida, amor.

   —¡No puedo hacer eso!

   —¡Damelos! ¡Ya!

   Un fuerte ruido hizo a los dos saltar del susto. Blanca abrió la tienda de campaña para encontrarse con un enorme zombie asqueroso que la asustó e hizo regresar de un chillido. Abel la recibió confundido y se asomó de la misma manera.

   —¡Ey!, lo siento —se disculpó el zombie poniendo ambas manos sobre su pecho y Abel notó que era un disfraz—. No la quería asustar así, ¿está bien?

Éxtasis VersátilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora