●[Capítulo 5]●

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□|Al descubierto|□


Nadia


Entro a mi habitación con los nervios aún bullendo en mi interior. El calor hormiguea en mi mejilla, justo donde él me acarició. Solo fue un pequeño roce, lo justo que me permití durante mi estupor, pero lo suficientemente significativo para causar estragos en mi sistema.

Quiero de vuelta esa caricia en mí. Y más, mucho más.

Está mal.

Sacudo la cabeza, negándome a aceptar estas emociones. No entiendo cómo a través de los años todo entre nosotros parece haberse intensificado. Me fui para deshacerme de estos sentimientos, y, al parecer, solo hizo el efecto contrario.

Me alejo de la puerta y voy hacia la cama sentándome de un tirón.

Con él ahora presente en mi vida todo se está volviendo más confuso. La línea que tracé con persistencia estos años parece encontrarse borrosa en estos momentos. Pero no importa, volveré a trazarla en cuanto me vaya, todo volverá a la normalidad.

Mentirosa. Y esa es mi conciencia jugándome malas pasadas.

Me tumbo hacia atrás para apoyarme de los antebrazos sobre el colchón, y mis ojos se topan con mi bolso. Lo miro: es solo un sencillo modelos de cuero negro y de una sola correa extra larga. Una simple bolsa que parece guardar mi mayor secreto, de esos que esconde un ex drogadicto cuando no ha dejado atrás del todo sus irremediables vicios.


Vuelvo a enderezar la espada y lo tomo poniéndolo sobre mis piernas. Con la cremallera ya abierta introduzco la mano en su interior, sacando automáticamente la cajita de terciopelo negro, esa que no quise dejar atrás en mi huida.

La llevé conmigo, pensando que con ello solo me autocastigaba, ahora solo puedo pensar que mi verdadera intención era llevarme una parte de él. La abro y cojo la cadenita con la otra mano. Miro el dije de luna girando casi hipnóticamente y lo acerco a mi pecho con aprehensión. Si tal vez no la hubiese llevado podría haber sido más fácil deshacerme de mis deseos, pero no pude ni puedo deshacerme de ella. Observar este collar siempre me lleva a pensar en quien me lo regaló, en sus ojos, en esas dos lunas que ocultan dulces promesas e intensidad desmesurada.

Pego un salto por la sacudida del bolso, provocada por la vibración de una llamada que está siendo sofocada por el material. Enjugo las lágrimas contenidas en mis ojos, guardo el collar en el cofrecito dejándolo a mi lado izquierdo, y saco el móvil. Contesto la llamada sin apenas identificar quién llama.

—Diga.

—¿Sabes que las carreteras en este tiempo están pésimas? Me demoré casi cuatro horas en llegar. ¡Casi el doble de lo normal! —Identifico la voz de Chris. Miro a la puerta, extrañada por el eco de sus palabras.

—¿Qué?

—Que abras la puerta. ¡Venga! —Chilla, y definitivamente escucho lo que dice desde aquí, fuera de mi cuarto y en esta misma casa.

Me levanto rápidamente y abro la puerta, al segundo siguiente Christina se me lanza encima abrazándome.

—Me debes una llanta de repuesto para mi coche —dice con la voz amortiguada con mi pelo—. ¿Sabes lo que cuesta cambiar esa cosa? Menuda mala suerte la mía.

—¡Chris! —exclamo, todavía sorprendida al verla aquí.

—Sí, sí, soy yo, no soy una visión de tu conciencia —Se separa y empuja un dedo en mi frente sonriéndome.

Cuando Me Elijas (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora