●[Capítulo 10]●

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□|Un pequeño secreto y un trato inminente|□

Nadia

La situación en la que me encuentro no es, exactamente, una que haya imaginado en mi futuro viaje. ¿Quién dice que no volvería a Londres? Demasiado pronto, sí, solo que no por algo que se espere.

Sostengo con fuerza el folio de documentos y miro el ascensor, que lleva a todos los pisos de la empresa. Una señora a mi lado espera, apresurada, a que toque el botón para llamar al ascensor, pero continúo sosteniendo con agarre de acero las documentaciones a mi pecho.

Resignada a mi actitud garantizada de estatua, la inquieta mujer mayor actúa primero y presiona el interruptor por mí. El elevador llega y las puertas de acero inoxidable se abren en una cruel revelación de mi destino.

Decidiendo salir de mi inmovilidad, me fuerzo a moverme y entro después de mujer, presionando nerviosa el botón que indica el piso al que me informaron que fuera.

En estos momentos odio a mi padrastro, él ni tan siquiera imagina en la situación que me pone; no pensé ver a Jace tan pronto. Pero aquí estoy, con los papeles que Arthur me pidió que lleve y afrontando, con los nervios a flor de piel, al rostro hermoso que tengo que ver.

Me encontraré con él y eso solo significa una cosa: caos.

El ascensor se detiene con un sonido seco y vuelve a separar sus puertas. La señora regordeta y de traje intachable me echa una ojeada preocupada, pero, sin decir nada, sale del ascensor primero. Realizo la misma acción cuando veo que las puertas quieren cerrarse.

Entrando al pasillo —uno de aspecto excesivamente desolado a diferencia del primer piso—, una hermosa muchacha —debe estar, posiblemente, en sus treinta. De aspecto cincelado y pulcro, con unos ojos azules y cabello rubio que la hacen parecer un ángel— corre apresurada hacia mí para atenderme.

Me ofrece la posibilidad de pedir alguna bebida, y la rechazo amablemente. Me acompaña hasta el puesto de la recepción donde desde un inicio se encontraba. Revisa su ordenador con un par de cliqueos rápidos y me vuelve a mirar con sus afables ojos.

—¿En qué puede ayudarle, señorita? —pregunta cordial.

—Necesito ver a Jason Anderson, me informaron que podía encontrarle aquí —Alejo los papeles de mi torso y se los enseño—, debo entregarle unos documentos.

La chica joven me mira pensativa unos segundos, para luego desvía la mirada a su ordenador y revisar quién sabe qué.

—No tiene cita programada para hoy ni para los próximos días. ¿Asumo que usted viene sin cita previa? —Asiento en respuesta y ella, después de parecer haber estado cavilando, alcanza el telefonillo alzándolo a su oreja—. Le comunicaré al Señor Anderson de su llegada.

Empieza con el proceso de aviso, y después de intercambiar unas palabras con el que supongo que sea mi hermanastro, vuelve a dirigirse a mí:

—¿Cómo se llama, señorita?

—Nadia Ahmad Giménez —La muchacha asiente y se vuelve a enfrascar en responderle a su jefe.

Oigo, apenas, unos tonos de la voz de Jace del telefonillo, pero no alcanzo a escuchar nada con precisión. La asistente afirma deliberadamente a lo que le dice y vuelve a colocar el auricular en su lugar.

Cuando Me Elijas (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora