□|Entre besos y confesiones|□Nadia
«Camino por aquel sendero estrecho, mis pasos volviéndose inseguros con cada metro que recorro; ya estoy llegando a ese lugar que hace un año encontré en una de mis huidas.Apenas puedo controlar el temblor que viaja y se esparce en mis manos, mucho menos a las lágrimas que se escurren por mis mejillas. Intento secar mi cara con la manga del suéter, pero esto no puedo ocultar la evidencia de mis recientes sollozos: ojos y mejillas enrojecidos por la pena que me acongoja.
Aunque, de todo esto, que esté llorando no es lo más importante de la situación.
Me duele no haber podido encontrar flores mejores en mi impaciencia por venir. El ramo que sostengo en mi mano izquierda tiene el lazo que lo oprime desecho, algunos rosas se han escapado de él y otras estás maltrechas, producto del pequeño incidente con un arbusto de espinas con el que tropecé. Los pequeños cortes en mis manos y los desgarros en mi ramera también son pruebas de ello.
Intento tranquilizarme, consolándome con que no importa lo que ha sucedido, que lo que cuenta es la intención. Sin embargo, no puedo dejar de sentirme la peor hija.
El camino se vuelve cada vez más tedioso, hasta que, después de unos minutos, logro entrar a la angosta arboleda. Está igual de hermosa y exótica como la última vez que la visité, solo añadiendo los puñados de hojas secas en el suelo. Más tarde me podré a limpiar y a recoger, no quiero que nada manche el precioso panorama que le he dedicado a mi padre.
Camino unos pasos hacia adelante y me detengo frente a la improvisada tumba. De inmediato, mis ojos se llenas de lágrimas incontenibles. Hoy se cumplen cinco años de su muerte.
Al habernos mudado a otra ciudad, no he podido ir a dejarle más flores al cementerio donde lo enterraron, por lo que decidí hacerle una tumba en este lugar hace un par meses, cuando cumplí los quince años. Ahora es un lugar que visito de vez en cuando.
Me agacho, aguantando el peso sobre mis rodillas, y paso mi mano por la losa agrietada que tiene escrito su nombre mientras dejo el deshecho ramo frente a su lápida.
—Papá… te extraño mucho.
De alguna manera, y a pesar de los años, su ausencia me afecta demasiado, era tan solo una niña cuando falleció, pero mis recuerdos de él son absolutamente vívidos. Extraño su sonrisa, su humor tonto y su energía auténtica; temo sobremanera olvidar aquellos detalles de él, esos que parecen estar intactos en mi mente.
—Sé que no debería estar aquí, invadiendo este momento y todo eso —Alzo la mirada de inmediato, sorprendida al reconocer al dueño da la intrusa voz. Me levanto del suelo y me sacudo las rodillas con rapidez antes de volver a fijar mis ojos a los suyos—, pero no me siento bien viéndote tan sola en esta situación.
Intento recuperar la compostura y eliminar mi expresión estupefacta ante su presencia. No me esperaba que nadie se apareciera por aquí, mucho menos él. Tenemos buena comunicación, pero no nos vemos tan seguido a pesar de convivir en la misma casa. Nunca le he comentado sobre este lugar a él, ni a nadie, por eso me extraña su aparición.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? —pregunto, sin poder evitar el tono desconfiado de mi voz.
—Tu madre me dijo esa mañana lo de tu padre, así que supuse que te escapabas de casa por eso. —Eleva la mano en la que sostiene un gigante ramo de flores y, con un dedo que separa de del agarre, se rasca la pelusa de lo que parece ser el nacimiento de una barba—. Que no seas silenciosa escapando y te tropezaras en el camino, me facilitó bastante encontrarte.
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Cuando Me Elijas (Pausada)
Romance«Hay amores que duran para siempre, el nuestro duró hasta donde la razón y el deseo nos llevó.» Nadia siente una fuerte atracción por su hermanastro al momento de conocerlo durante su adolescencia. Una serie de sucesos durante ese tiempo trae como c...