Capitulo 3

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Al llegar el fin de semana, los mellizos se dieron cuenta de que algo extraño sucedía. Y, como siempre, fue la observadora y callada Sarada quien quiso saber qué era.

-¿Por qué estás durmiendo en la habitación de Itachi, mamá?- preguntó el domingo por la mañana mientras toda la familia estaba reunida en la cocina, desayunando.

La niña lo había descubierto porque aquella mañana Itachi había dormido hasta más tarde de lo acostumbrado, con lo cual, su madre también se había despertado tarde. Después de pasar varias noches durmiendo mal en una cama demasiado pequeña y atormentada por sus pensamientos, estaba exhausta; la noche anterior, para su alivio, había conciliado el sueño nada más meterse en la cama, y no se había despertado hasta que Daisuke entró en la habitación.

Pero no se sentía mucho mejor que los días anteriores, porque, si dormir había servido para dar descanso a su cuerpo, su mente no había reposado en absoluto. Sabía qué había soñado, pero, desde luego, sus sueños no habían aliviado el peso de su corazón, ni su rabia, ni su amargura. Incluso se aborrecía a sí misma por no hacer nada para remediar la situación.

Sasuke le había aconsejado que no tomara ninguna decisión hasta que no estuviera un poco más tranquila, hasta que dejara de ser la criatura patética en que se había convertido, pero aquel consejo sólo le servía como excusa para no enfrentarse a la realidad.

Sasuke no tenía mejor aspecto que ella, su rostro reflejaba la misma tensión. Desde la noche fatídica de la llamada de Karin, había estado llegando a las seis y media todos los días. Sakura sospechaba que se debía más a que lo había criticado como padre que al deseo de demostrarla que su aventura había terminado.

Llegaba a tiempo para bañar a los niños y meterlos en la cama mientras ella preparaba la cena. En apariencia, su vida transcurría normalmente, y los dos hacían un gran esfuerzo por que los niños no se enteraran de sus problemas.

Cada noche, durante la cena, Sasuke hacía algún intento por mantener una conversación, pero Sakura permanecía en silencio, de modo que él desaparecía en su estudio en cuanto terminaban de cenar. Sakura recogía la mesa y subía a acostarse a la habitación de Itachi, sintiéndose cada día un poco más sola, un poco más deprimida.

Saber que su marido la engañaba había supuesto para ella un golpe brutal que había conseguido anular su voluntad, de modo que su vida transcurría en una lenta monotonía y no se daba cuenta de lo que hacía. Sasuke la observaba, serio y en silencio, esperando que Sakura saliera de su letargo y estallara.

En aquellos momentos, la pregunta de su hija la devolvía a su cruda situación. Se sonrojó ligeramente y se las ingenió para dar una respuesta coherente.

- A Itachi le están saliendo los dientes otra vez- Sasuke arrugó ligeramente el periódico que estaba leyendo y Sakura se dio cuenta de que estaba escuchando. Y puede que también la estuviera mirando de reojo. Ella no lo miró. En realidad, le importaba muy poco lo que pudiera hacer.

Pelinegra y con ojos verdes, Sarada tenía, además, la misma mirada inteligente de su madre. Asintió, como si comprendiera perfectamente lo que decía Sakura. Los dientes de Itachi habían sido un tormento para todos en las noches anteriores. Aunque a Sakura no se le había ocurrido irse a dormir a su habitación. Pero aquello no se le había ocurrido a sarada, que prestaba atención a su querido padre.

- Seguro que echas de menos poder abrazar a mamá, ¿verdad, papá?- dijo bajándose de la silla y acercándose a Sasuke- Si me lo hubieras dicho, habría ido a darte un abrazo- dijo y fue a sentarse sobre las rodillas de su padre, sabiendo que sería bien recibida.

La tensión se apoderó de la habitación.

- Muchas gracias, mi reina- dijo Sasuke, doblando el periódico para prestar atención a su hija- Pero creo que puedo estar solo unos días más antes de que me sienta completamente triste.

Mi Marido InfielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora