Capítulo 12

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Nada más llegar a casa me voy directa  hacia mi habitación. Parece ser que esta noche ha sido un poco rara.
Necesito calmarme si quiero hacer las cosas bien.
La vieja bruja es muy astuta, en su mente no debe haber pensamientos nada buenos. Esa mujer es de lo peor.
Inmediatamente, comienzo a escribir una carta a mi hermano Ahmed contándole todo.
Él sabrá decirme que debo hacer y socorrerme dentro de las medidas posibles. Porque más que una casa parece un penitenciario.

Acudo a la llamada de Abdiel.  Paso a su habitación algo cohibida.
Me paro a una distancia prudencial clavando mis ojos en él.
A pesar de la apariencia tan desaliñada que tiene pienso que debe de haber un bello rostro debajo de esa barba e incluso creo que con su cabello corto se vería más guapo.

— ¿En qué piensas Keila?

— En que si te afeitas y te cortas el pelo, estarías mejor.

— ¿Tú crees? — Me pregunta como si estuviera buscando la verdadera respuesta. La cual prefiero guárdame para mí.

— Cambiar de aspecto no te vendría mal.  Dime, ¿para qué me has llamado si ya estás en la cama?

— Quiero hablarte sobre Maika. Perdona si te lastimo con mis palabras, pero necesito expresar lo que llevo guardado aquí  dentro en mi pecho.

— Te escucho. — Tomo asiento en la silla que hay junto a su cama, lo miro con atención preparándome para descubrir la verdad sobre ese amor que siente hacia Maika.

— Conozco a Maika desde que era un adolescente. La primera vez que la vi me quedé flechado por su belleza. Quería poder hablar con ella, saber su nombre y no paré hasta conseguirlo.
Desde ese día que nos conocimos, supe que nuestros destinos estaban unidos y por eso le compré a escondidas un anillo para hacerle entender que me quería casar con ella porque la amo.
Durante años, nos hemos visto a escondidas o en compañía de otras personas. Harto de tantas prohibiciones, decidí ir hasta su casa y hablar con su padre para decirle lo mucho que amo a su hija y las ganas que tenía de casarme con ella.
Su padre puso un precio. Yo no tenía ese dinero, pero trabajé duro para ahorrar y poder cumplir mi sueño.
Desafortunadamente, un día como otro cualquiera, cuando me disponía ha ir al trabajo el coche en el que viajaba chocó y se salió de la carretera. Íbamos cuatro personas, una murió, y dos fuimos heridos.
Los meses que estuve en el hospital, solo podía pensar en Maika.
Cuando me dieron el alta, mi abuela preparó una cena para la familia de Maika. Ellos vinieron, comieron y también me dejaron claro que debido a que me encuentro sentado en una silla de ruedas no soy el hombre adecuado para su hija.
Desde aquel día ya no la volví a ver. Me estaba volviendo loco, un amargado que no quería vivir.
Intenté quitarme la vida pero fallé. Entonces, ahí fue donde se le ocurrió a mi abuela la flamante idea de buscarme una esposa.
Preguntó en una de las fiestas que familia quería casar a su hija con un hombre minusválido. Por supuesto nadie aceptó, salvo tu padre.
Y bueno el resto de la historia ya la conoces.

— Qué bonita historia y triste. Siento lo mal que debes sentirte por amar a Maika y no poder estar juntos.

— En verdad, quién me preocupa eres tú. A veces me pregunto cómo puedes soportar tanto sufrimiento injustamente. Eres un ángel Keila, no mereces estar con alguien como yo.

— No me importa cuidarte Abdiel, pienso que hago una buena acción hacia alguien que necesita de mi ayuda.

— Pero sigo pensando que mereces un hombre que te ame.

— Sabes algo Abdiel. A las mujeres nos enseñan nuestras madres desde pequeñas como ser una buena esposa. Obediente, sumisa y calladas. Pero jamás nos hablan de lo que es el amor.
Debemos ser buenas esposas para complacer a nuestros maridos como si no tuviéramos corazón ni respeto hacia nosotras mismas. Aceptamos responsabilidades sin preguntar.
Pienso que nunca llamaré a la puerta del amor porque esa puerta no tiene llave.

Lágrimas Por Una Sonrisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora