Capítulo 13

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Estaba preocupada esperando Abdiel en la puerta viendo como el sol comenzaba a ocultarse y él no había regresado aún.
Me sentía inquieta, pues no sabía exactamente que mentira decir cuando Fadela me pregunte por enésima vez donde se encuentra su nieto.
Las primeras gotas de lluvia empezaban a caer y de Abdiel no había ni rastro. Comencé a preocuparme por si algo malo le hubiera ocurrido.
Camino de un lado a otro mirando hacia el cielo rezando para que nada malo le haya sucedido.  Tuvo que pasar una media hora más hasta que por fin pude escuchar el ruido del motor de un coche. Respiré aliviada cuando lo vi. Al menos está bien, algo mojado pero bien.

—¿Estás bien Abdiel? —Pregunto mientras empujo su silla hacia su habitación para poderle cambiar su ropa mojada por otra seca sin que nadie se dé cuenta.

—Cuando me cambies de ropa, déjame solo.

—Como quieras. Si quieres hablar de algo solo dímelo.

—No necesito tú humanismo Keila, ya bastante tengo yo con cargar con esta cruz. Haz lo que debas de hacer y déjame en paz.

Exactamente no comprendía porque Abdiel me estaba hablando de esa forma tan rabiosa.
Hago lo que me dice y me voy hacia la cocina para ayudar a Clotilde a preparar la cena.
En la cocina trato de pensar en lo que le haya podido ocurrir Abdiel para que esté tan molesto y enfadado.
Decido prepararle su plato favorito para que se anime y de paso para que me cuente lo que le sucede.
Cargada con la bandeja de comida me topo con Usain, el cual pasa al lado mío como si no me hubiera visto. Agradezco que no me dirija la palabra, pues solo por su boca sale sapos y culebras dirigidos ha mí sin sentido alguno.

Llego a la puerta de la habitación de Abdiel, paso sin llamar y eso le molesta. Solo debo de escuchar cómo me grita para saber que su enfado no ha desaparecido aún. Sin saber exactamente qué hacer, le digo que le traigo la cena quedándome quieta esperando una respuesta suya.

— ¿Acaso te he pedido la cena?

—Pensé que tendrías hambre, te he preparado tu plato preferido.

—Lárgate ahora mismo si no quieres que pague mi enfado contigo.

—Ahora mismo. Pero antes deberías tranquilizarte y hablar conmigo, no es justo que pagues con los demás algo malo que te haya ocurrido. —El intentar hacer que se calmase no fue la mejor idea que pude tener.
Su mano fue a parar a la bandeja haciendo que no pudiera sujetarla para que así  caiga al suelo derramando toda comida y bebida por el suelo.

—Qué te vayas estúpida, es que no sabes escuchar cuando te dice una persona que quiere estar solo. Vete, vete no quiero verte.—Abdiel me empuja con todas sus fuerzas, tanto que al caminar piso un cristal. Intento quejarme de dolor pero él sigue empujándome hasta sacarme de la habitación a empujones.

Mi pie me duele y no tarda en comenzar a sangrar. Clotilde viene a mi auxilio.

—Keila, mírate estás sangrando. Ven, vayamos a la cocina te curaré la herida.
Camino apoyada a Clotilde hasta la cocina. Ella me cura mi pie mientras yo evito no llorar por la manera de tratarme Abdiel.
En ese momento pasa Florinda riéndose para no variar.

—Vaya, veo que tú marido ha vuelto a tener uno de sus ataques de nervios otra vez. Qué pena que te hayas tenido que lastimar. Anda y recoge lo que has ensuciado.— Cuando no está Fadela ella se cree superior a nosotras y el saber que no podemos gritarle lo que merece la hace sentirse aún más victoriosa.

Agarro los utensilios de limpieza y marcho de nuevo hacia la habitación de Abdiel. Esta vez toco la puerta, entro en silencio y me pongo a recoger los vidrios rotos.

—Cuando termines llama a mi hermano Usain, y dile que venga para que me ayude a ponerme el pijama.

—Ahora mismo lo llamo. —Salgo del cuarto y me voy hacia el salón para avisar a su hermano que debe cambiarlo él. Por supuesto, Usain se niega dejándome claro que debo ser yo quien le haga las cosas a su hermano ya que para estoy casada con él.

Lágrimas Por Una Sonrisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora