Capítulo 11

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Al fin llego a mi habitación donde puedo refugiarme en mis pensamientos y escarbar en lo más profundo de mi corazón haciendo una llamada a mi conciencia si estoy actuando bien o no.
Cierro mis ojos por unos minutos buscando mi paz.
Lentamente voy encontrando la tranquilad y mi autoestima sube consiguiendo que sea de nuevo yo misma.

Comienzo a ducharme tomándome mi tiempo. Llamo a Clotilde para que me ayude arreglarme.
Mientras me arreglo mi cabello le cuento lo ocurrido con Abdiel.

— Haces bien Keila en expresar lo que tienes que soportar. Aunque de nada sirve que lo grites a los cuatro vientos, quién va salir perdiendo vas a ser tú. Fadela es una mujer con un carácter muy fuerte y a su edad todavía tiene energías para hacer la vida imposible a los demás.

— Ya me he dado cuenta. Pero sabes, quiero hacer las cosas bien, y esta noche me apetece lucir hermosa porque me siento bien conmigo misma y me encanta verme en el espejo mi hermosura.

— Eres hermosa Keila, lo que pasa que vives acomplejada. Deja a un lado tu obsesión por verte fea, cuando tienes muchas cualidades que te hacen ser muy interesante.

— Me voy a sonrojar. — Río nerviosa gastando bromas entre nosotras.
Con Clotilde puedo ser yo misma, con ella no hay tabús y nos entendemos a la perfección.

Estoy dándome los últimos retoques cuando escucho que me llama Abdiel. Ruedo mis ojos pidiendo al señor que me dé paciencia.
Paso a la habitación de él con desgana.
Me paro a una distancia prudencial para mirarle mientras  sus claros luceros empiezan ha escanearme.

— Estás muy hermosa Keila. Tu melena negra suelta te queda muy bien, además me encanta escuchar como te ríes. Ojalá yo también pueda hacerte de reír.

— Tú bastante tienes con cumplir y respetar a tú abuela, que no es poco.

— No me siento nada orgulloso por lo que te hice. Te vuelvo a pedir perdón, te suplico que entiendas que fui forzado hacer algo en contra de mi voluntad y no puedo pasar por encima de abuela.

— Solo te pido, que si en verdad estás arrepentido, haz lo correcto.  Y ahora dime, ¿porqué me has llamado?

— Keila, esta noche voy a ver a Maika, la mujer que amo desde hace años. Ella es la mujer con la quería casarse. Por desgracia tuve el maldito accidente de tráfico y quedé en esta silla de ruedas terminando con todas mis ilusiones. Su familia no me acepta porque soy un hombre inválido, ellos quieren un hombre sano y que pague mucho dinero para casarse con su hija.
Siento decirte todo esto, no debe ser agradable escuchar como tú marido te cuenta que no puede olvidar a otra mujer.  Lo siento mucho Keila, no te mereces esto y estás pagando por errores de otros.

— Llevas razón. Estoy pagando un precio muy alto sin necesidad.
Dije que te ayudaría, y cumpliré con mi palabra. Dime qué tengo que hacer esta noche cuando estemos delante de Maika.

— Sé tú misma. Y no dejarme solo, acaricia mi mano para consolarme.

— De acuerdo, eso haré. Ahora déjame que termine de vestirte, tus hermanos nos esperan.

— Gracias Keila. Gracias. — Abdiel coge un mechón de mi cabello lo acaricia con delicadeza acariciando con las yemas de sus dedos mi rostro. Con disimulo me aparto rechazando ese gesto.

Termino de vestirlo y salimos hacia el salón en busca de los demás miembros de la familia.
Allí todos nos esperan. Como era de esperar, Florinda, Fadela y Clotilde visten vestidos hermosos. Yo he tenido que conformarme con uno sencillo.
De pronto siento un pinchazo en mi interior al ver como ellas lucen bien y yo como una cenicienta que no tiene suerte de tener una hada madrina.

Lágrimas Por Una Sonrisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora