Capítulo 17

887 114 2
                                    

Sin duda era una paloma blanca desplegando sus alas en busca de mi mayor sueño.
Estaba perdida, siento mucho miedo, estoy agotada y  aún así no deseo caer nuevamente. Mis fuerzas están al límite, he caminado durante horas hasta que al fin he llegado al pueblo.
Camino pérdida y el pánico parece no querer despegarse de mi piel.
Sin nada, con el único pensamiento de huir busco la estación de los autobuses para montarme en uno y al fin poder cumplir con mi mayor deseo.

Pregunto a varias personas donde se encuentra la estación. Me indican amables donde puedo ir.
Sigo cambiando notando cada vez mi cuerpo más cansado.
Horas después, al fin llego a la estación.
Sonrío contenta de que mi suerte esté de mi lado.
Segura de mí misma camino hacia la taquilla para comprar un billete de autobús para que me lleve algún lugar.
No me importa donde sea. Quiero poder escapar de esta vida que no deseo.
Me encuentro parada esperando que salga el primer autobús, siento unos hilos recorrer mi cuerpo de dicha.

Al parecer, el destino ha querido ponerme en mitad de mi camino a mi hermano Isaías.
No puedo creer que él esté parado delante mío mirándome con odio.

— ¿Qué haces aquí Keila? ¿Y tú marido? —Furioso, mi hermano me agarra del brazo llevándome a un lugar apartado.

— Isaías debes de ayudarme, mi marido quiere divorciarse de mí. No quiero que padre se entere. Por favor. — Suplico entre lágrimas intentando dar lástima a mi hermano para que éste me suelte y me deje ir.

Equivocada estaba en confiar en el peor hermano, Isaías me reprocha por lo que hecho llevándome arrastras hasta un coche.
De malos modos, me tira en la parte de atrás dando la orden a un amigo de llevarme hasta mi casa.

Grito que no me haga algo así, al parecer a mi hermano no le importa en absoluto lo que me pueda suceder.
Me resigno, me hago un ovillo mirando el paisaje pensando en lo que me ocurrirá cuando mi padre se entere de todo. No hace falta ser adivina para saber qué recibiré el peor de los castigos.

Al llegar a mi casa, mi madre ajena a lo que sucede me abraza feliz de verme. Mi padre sale detrás de ella con su rostro serio. Mi hermano, sin perder tiempo empieza a contarle lo sucedido.
Mientras Isaías le cuenta, yo no me atrevo a mirar a mi padre del miedo que siento.
Sus ojos son cuchillas afiladas, sus manos se van haciendo un puño, y su enfado lo rompe contra mi piel.
Un golpe seguido de otro, palabras ofensivas, oídos sordos y el dolor en mi cuerpo aumenta.
Caigo al suelo en mitad de la calle, escucho a mi madre sollozar, pero no hace nada por parar a mi padre hasta que siento un cuerpo encima del mío.

— Pégame a mí. Deje a mi hermana. — Ahmed se ha puesto de escucho evitando que mi padre siga golpeándome.

— Eres una vergüenza, tú ya no eres mi hija. Acabas de ofender a tú familia. — Mi padre grita ante la mirada de los vecinos que se acercan para ver qué sucede.

Agarrada en brazos de mi hermano, éste me lleva para el hospital.
Allí me hacen pruebas, Ahmed miente diciendo que hemos tenido un accidente.
Tras curarme, y recetarme varios medicamentos, me dicen que ya puedo irme a casa. Al parecer no tengo nada fuera de lo común. Solo moratones, mi cuerpo adolorido y con pocas ganas de volver a ver a mi padre.

— Keila, cuéntame qué ha pasado y porqué no te has puesto en contacto conmigo. Ya tengo todo preparado para que te vayas. — Le cuento a mi hermano todo lo sucedido. Él me escucha con atención, haciendo algunas llamadas.

Cuando llegamos a mi casa, me encuentro con Fadela y sus nietos.
Me quedo quieta bajando mi vista hacia el suelo.
Siento tanta vergüenza de haberme escapado que no sé cómo mirarlos a la cara.

— Keila pasa ahora mismo.  — Mi padre me ordena que pase al salón. Tomo asiento enfrente de Abdiel.

— Lamentamos mucho lo que ha sucedido. — Comienza mi padre hablando dándome un pequeño toque en mi pierna para que yo también me disculpe.

Lágrimas Por Una Sonrisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora