Capítulo 6

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Lo que comenzaba a ser mi nueva vida, estaba cada vez más cerca.
Tan cerca como para admirar la manera de como mi rostro se había convertido más serio, incluso podría decir que me costaba fingir una sonrisa al haberme despertado esta misma mañana y percatarme que hoy es el día de mi boda.
Lo que se supone que debe ser el día más feliz para cualquier mujer, para mí no lo es.
Primero, porque no amo al hombre con el que voy a unir mi vida.
Y segundo, porque así lo ha querido mi padre basándose en nuestras costumbres.

Cierro por un pequeño instante mis ojos dejando mi mente en blanco. Pues no quiero ni imaginarme cómo será mañana cuando me despierte en otra casa mi nueva vida.

Mis tías me ayudan a maquillarme y a peinarme. Todo sea por verme hermosa el día de mi boda. Bella por fuera, desdichada por dentro. Pues ni el mejor de los maquillajes puede camuflajar el agujero negro que siento en mi alma.

Una vez que ya estoy arreglada, sólo me falta ponerme mi vestido de novia.
Minutos después, tanto mis primas como mi madre me felicitan porque según ellas voy a ser la princesa de mi cuento de hadas.
Un cuento que solo cabe en mi imaginación, en la realidad no hay lugar para soñar con un príncipe inventado y un final feliz.

En ese instante me anuncian que debo bajar para reunirme con mi prometido.
Disimulando felicidad, empiezo a caminar despacito hasta llegar hasta el salón donde días antes se había adornado para este día.
Un día en el cual será necesario actuar para los demás mientras yo pienso cómo y de qué manera puedo romper las cadenas que en estos momentos me han atado a Abdiel.

Sentados delante del juez, firmamos nuestra acta de matrimonio.
Como bien manda la costumbre, a la novia se hará la prueba de su pureza.

Rodeada de mujeres paso dentro de una de las  habitaciones de mi casa. Me quito el vestido quedándome solo con un camisón blanco.
A continuación, me tumbo en la cama viendo y escuchando como mis tías me animan para hacerme la prueba de mi pureza.
Me quito mis bragas, hago lo que me dicen mis tías con mucha vergüenza.
Miro para otro lado buscando el apoyo de mi madre.
Ella desde un pequeño rincón me observa en silencio.
Un pañuelo blanco manchado con unas pequeñas gotas de sangre demuestran que soy virgen.
Las mujeres no tardan en salir con el pañuelo blanco puesto sobre una bandeja de plata para enseñarlo a mi marido y demás hombres que se encuentran celebrando la boda muy contentas tarareando una canción.

Una vez que he demostrado que soy pura, me vuelvo a vestir. Pero esta vez con otro vestido distinto color rojo.
Mientras me cambio de vestido busco con la mirada a mi madre. Necesito que en silencio a través de un gesto me haga sentir bien.

Nuevamente salgo al salón donde la música suena fuerte por los altavoces.
Abdiel viene a mi encuentro. Me mira sonriente besándome la mano en señal de respeto.

— ¿Bailamos? — Me pregunta mirándome de arriba a bajo.

— Como quieras. — Respondo intentando tranquilizarme después de lo que tenido que pasar.

En mitad del salón, agarro Abdiel de las manos haciendo movimientos lentos sin movernos del sitio.
Minutos después, debemos separarnos de los invitados para estar a solas.

Pasamos de nuevo a la habitación. A fuera se puede escuchar a la familia cantando y tocando sus palmas alegremente.
Yo no estoy mucho. Más bien diría que estoy inquieta, tengo miedo porque hoy perderé mi virginidad.

— Keila, mírame. — Me encuentro de espaldas, no quiero mirarlo, no deseo que vea mi rostro pálido. En realidad no quiero estar aquí encerrada con él en una minúscula habitación.

— Mírame por favor. — Me repite Abdiel.
Hago lo que me dice. Me volteo para mirarlo a sus ojos claros buscando la llave para poder salvarme de esta situación.

Lágrimas Por Una Sonrisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora