Capítulo 20

996 124 2
                                    


A veces necesitamos a alguien que simplemente esté ahí. No para arreglar nada, y no es necesario que haga nada en particular, si no que solamente esté para hacerme sentir que me están cuidando, cuando necesito su apoyo Piero está dispuesto para todo sin pedir nada a cambio.
Conforme van pasando los días más cariño le voy tomando. Ya no veo un hombre mucho mayor yo. Veo al hombre con el quiero estar, aquel que me acuna en sus brazos y me muestra su amor.
Por eso he decido romper mis miedos entregándole mi honra.
Sus manos han acariciado cada centímetro de mi cuerpo logrando excitarme, volverme una pantera presa de sus encantos, llegando a perder la vergüenza.
Soy su aprendiz, el es mi maestro, él ha sabido enseñarme a pesar de ser el segundo en mi vida, ha sido el primero en amarme. Es imposible decir que no lo amo porque yo misma sé que él es el dueño de mi corazón.
Cuando estaba afligida pude encontrar el amor él, cuando creía que iba a ser incapaz de ser feliz, el ha roto todos mis miedos volviendo mis días oscuros en claros.
Ha hecho de mí una mujer distinta.
Atrás quedó aquella mujer que tenía que depender de otros, incluso muchas veces he llegado a culparme de todo.

Ahora entiendo todo. Yo no tenía culpa de nada, solo he gritado en silencio y mis palabras a nadie les a importado.
Desde que vivo aquí en este humilde pueblo con gente generosa, comprendo muchas cosas y aunque nunca pensé que sería profesora, aquí me encuentro dando clases a unos doce niños que no pueden ir al colegio.
Me gusta mucho mi trabajo, me entiendo perfectamente con los niños, y los padres están contentos con mi manera de enseñar. El sentirme útil me llena de dicha, me hace de sentir esa paz que tanto buscaba.
Ahora sí puedo decir que soy feliz, que de mi rostro se borró la tristeza para dar la bienvenida al amor por mí misma y ofrecerlo a los demás.

— Tatiana no sé qué me pasa me encuentro algo marea y apenas pruebo bocado. Todo lo vómito.

— Keila, deberías ir a que te vea el doctor. Mirándote bien, tienes mala cara. Yo misma te acompaño.

— De acuerdo cuando acaben las clases mañana vamos. — En cierto modo me sentía débil, Piero comenzaba a preocuparse de hecho a querido llevarme al médico. Le quitado importancia pero cada día me siento peor.

Después de las clases, Tatiana me acompañó a ver al doctor. Éste me hizo unas pruebas.
Diez minutos más tarde salí abrazada a mi amiga llorando de la misma emoción. Voy a ser madre. Voy a tener un hijo, que sensación tan bonita, estoy deseando de llegar a casa y decirle la buena nueva a mi marido.

Mientras cocino la cena, escucho el motor del coche de Piero.
Nada más verlo lo abrazo, no me importa en ese momento  el mal olor a oveja. Solo quiero compartir con él la noticia.

— Keila, vamos a ser padres. ¡Dios mío! No me lo puedo creer. Vas a darme un hijo. — Piero cae al suelo de rodillas apoyando su mejilla en mi vientre.

—Te amo tanto que solo agradezco a Dios el haberte conocido.

— Yo también me siento agraciada por haberte conocido. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Te quiero Piero.

Nos dejamos llevar por nuestros sentimientos, beso apasionadamente a mi marido, el cual me coge en volandas y me hace girar diciéndome lo mucho que me quiere.

Ahora sí puedo decir que he podido alcanzar con la punta de mis dedos la felicidad, esa paz que tanto he estado buscando por fin ha llegado.
He encontrado a un hombre maravilloso y Dios me va premiar con un hijo.
Esto es una bendición, atrás quedaron mis lágrimas, las noches donde dormía sola deseando descubrir lo que es el amor, cerraba mis ojos y debía de imaginarlo, ahora ya sé lo que se siente cuando en verdad le importas alguien.

(...)

El tiempo pasa tan rápido como mi tripa crece. Ya falta menos de tres meses para que nuestro hijo nazca.
Piero y yo hemos ido varias veces a la ciudad para comprar todo lo necesario a nuestro hijo. Incluso le ha pintado la habitación de azul, por ser chico. Ha montando su cunita, todo está casi listo para dar la bienvenida a nuestro hijo.

Lágrimas Por Una Sonrisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora