La llegada

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Y ahí iba yo, caminando por la calle como quien no quiere la cosa, viendo la lista de la compra

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Y ahí iba yo, caminando por la calle como quien no quiere la cosa, viendo la lista de la compra. "Cebollas y tomate y más cebollas..." Pensaba sonriente, pues pensaba hacer unas siempre deliciosas pizzas. "Aunque me dejará muy mal aliento, ugh..." Dije haciendo una mueca, para luego darme cuenta de que lo había dicho en voz alta y suspirar. "Como sea, no es como si esperara a alguien como para que me importe." Me dije a mi misma, con cierto tono de fastidio.

Sin embargo mientras esperaba en la tienda aún pensaba en ello. "Si tuviera amigas, podrían tener el pelo teñido también, así todas formaríamos un arco iris." Pensaba, mientras miraba uno de los muchos blancos que tenía el vestido rojo de la señora frente a mí. "Pero no hay rosa en el arco iris" Contestó la voz en mi cabeza, arruinándome la idea. "Bueno, ¿Y qué tal un novio?" Le pregunté entonces a la voz, mientras me imaginaba junto a una persona cualquiera comiendo pizza en el sillón. "Ni lo pienses. Con esa cara de culo que traes siempre no puedes aspirar mucho más que a ser como esa señora: Solitaria, yendo a hacer compras con su caniche y usando un vestido rojo... Pero ey, ya tienes la vincha y las zapatillas que combinan al menos." Respondió la voz.

El turno de la señora llegó. "Bueno, pero mis ojos son verdes." Pensé yo. "¿Y eso qué tiene que ver?" Preguntó la voz. "Bueno... Ya sabes, el color verde en los ojos no es tan común. Eso es un poco atractivo, ¿no?" Contesté. "Mira, mejor dejemos esto aquí, ya me cansé." Dijo la voz, mientras veía a la señora salir de la tienda. Afuera, un señor y una pareja joven con tres niños la estaban esperando. "¡¿Es una broma?!" Exclamé en mi cabeza.

A pesar de ello, la transacción y el trayecto de vuelta se resolvieron normalmente, excepto por una cosa: Al salir de la tienda, una sensación extraña recorrió todo mi cuerpo, un escalofrío que me puso la piel de gallina, incitando al misterio. Caminé hasta mi casa con una peculiar sensación de descontento, sin siquiera saber el por qué, aceleré el paso.

Al llegar a mi casa, todo se veía completamente normal. Suspiré, parecía que todo había sido mi imaginación. Sin embargo... Cuando me dispuse a tomar las llaves, sentí una mano en mi hombro. Volteé bruscamente y lo que vi casi hace que me de un ataque. Un joven me estaba mirando fijamente. Respiraba de forma agitada y sus ropas se veían maltratadas.

¿Un mendigo, quizá? Apenas pude ver el celeste de sus ojos, pues parecía que a duras penas podía mantener los párpados levantados. Además, su cabello podía ser largo y rubio, pero estaba todo enmarañado y sucio. Lo único que me hizo dudar fue que su ropa, a pesar de estar rota, derrochaba exquisitez por donde la miraras.

"¿Sí?" Dije en un tono firme y seco, un tanto incómoda y molesta, a lo cual el joven sólo murmuró mi nombre, antes de desmayarse. "Eh, eh, ¡¿qué haces?!" Dije intentando sostenerlo inútilmente. Nada, no contestaba, realmente había perdido la conciencia.

Lo dejé en el suelo de la forma mas delicada que pude, para luego notar mis manos empapadas. "Dime que no es lo que creo..." Me dije a mi misma, para luego mirar mis manos y comprobar lo peor: Estaban manchadas en sangre. Empecé a sacudirlas en el aire enfadada apretando mis labios y haciendo ademanes de golpear al sujeto misterioso. Luego de unos segundos de rabia, me dispuse a llamar una ambulancia, sin embargo, había un inconveniente más: ¡¿Cómo iba a tomar mi celular con las manos manchadas en sangre?!

Otro camino al cieloWhere stories live. Discover now