Recuerdos de una página perdida

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Por donde empezar... Mi vida hasta ahora ha sido bastante larga. He visto la evolución del hombre, quizá no de forma literal, no soy tan viejo. Pero sí vi imperios caer, ideologías nacer, formas de vivir siendo cambiadas una y otra vez... Ha sido una vida larga, sí... Pero no quiero desviarme... Lo que verdaderamente quiero contar empieza un poco antes de conocer a May.

"Qué desafortunado..." Decía el ángel guardián de la madre de quien me tocaba cuidar en ese entonces: Un chico de quince años que se vio envuelto en situaciones desafortunadas. 

"¿Por qué tienen que terminar las cosas de una forma tan desagradable? Si hubiera seguido el camino correcto..." Dije suspirando, observando cómo la mujer lloraba a su hijo.

 "No había nada que pudieras hacer." Contestó mi compañera, poniendo su mano sobre mi hombro, intentando animarme.

Sabía en ese entonces, al igual que ahora, lo que era ver a alguien joven morir. Después de todo... Lo había estado presenciando por miles de años. Sin embargo... Las cosas cada vez pesaban más en mi corazón: Guerras, injusticias, venganzas, caminos equivocados... Debía estar preparado para todo. 

Y sin embargo, siempre terminaban siendo mis compañeros quienes me recordaban que así debían ser las cosas. La gente debía morir, para que otros pudieran vivir; las guerras debían existir, para que hubiera paz; la injusticia debía darse, para que se diera también la justicia y así, lentamente, la humanidad iría avanzando, retrocediendo y volviendo a avanzar. Un siclo de aprendizaje que continuaría hasta el fin del mundo. 

Y nosotros... Éramos prácticamente simples espectadores. Pocas veces debíamos salvar a alguien, pocas veces ese alguien pedía nuestra ayuda y consejos. E incluso si lo hacían, casi nunca podíamos hablar con ellos de forma directa, sino a través de señales... 

Teníamos el poder para cambiar el mundo en nuestras manos y sin embargo... Estábamos destinados a observar en silencio por el resto de la eternidad.

Miré mi cuaderno, la siguiente página del mismo estaba siendo escrita en letras doradas: Nombre: A establecer; Sexo: Femenino; Tiempo de vida: Veintitrés años y quince días; Ubicación... (...)

Mi compañera miró aquella información junto a mí. "Oh... Lo siento, Emiel..." Dijo apenada.

 "Lo que toca, toca. La suerte es loca... O eso dicen por ahí." Contesté intentando animar el ambiente. 

"Los chistes buenos siguen alejándose de ti, eh." Dijo mi compañera sonriente, dándome unas palmaditas en la espalda.

 "Ah... Sí, lo practicaré más los siguientes veintitrés años." Contesté sonriendo también. 

"¡Esa es la actitud, ánimo!" Contestó ella.

Y, una vez más, acompañé a otra joven alma a las escaleras del paraíso eterno. Todo había terminado, todo volvía a empezar. 

Otro camino al cieloWhere stories live. Discover now