La promesa

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Abrí los ojos lentamente y contemplé mis manos, las cuales arropaban una flor blanca

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Abrí los ojos lentamente y contemplé mis manos, las cuales arropaban una flor blanca. Al principio me sentí un poco confundida, paro entonces recordé mi sueño. El bosque, las hadas, la flor... "Emiel..." Pronuncié en voz baja, como si mis pensamientos quisieran escapar de mi cuerpo.

Me senté en la cama y observé detenidamente la flor mientras frotaba mis ojos. ¿Era real? La olí, parecía ser real, pensaba mientras acariciaba sus pétalos con la yema de los dedos. Negué con la cabeza, no, no podía ser real todo esto, esa confesión, esas palabras que sonaban tan sinceras... 

Desvié la mirada suspirando y vi el sol entrar por la ventana... Espera... "¡¿Qué hora es?!" Me pregunté empezando a entrar en pánico. Tomé mi celular para corroborarlo, eran las ocho de la mañana, pero era domingo, así que no había nada de que preocuparse. Solté un suspiro de alivio y me limité a mirar los mensajes. Tenía algunos mensajes de Madeleine pidiéndome si podía ir al hospital conmigo. A su edad no solía levantarme tan temprano en fin de semana, sin embargo, Madeleine vivía con su abuela, por lo que estaba acostumbrada a este tipo de horarios, al menos eso era lo que yo sabía...

Supuse que se trataba de la típica curiosidad que tenían los niños, por lo que me limité a contestarle que era algo serio y que no podía ir. "En cualquier caso... ¿Siquiera iré yo?" Me pregunté mientras dejaba el celular en la cama y me levantaba para estirarme, sin soltar en ningún momento la flor. "¿Debería confiar así de simple en un sueño?" Las dudas seguían persiguiéndome. Sentía que si se lo preguntaba a cualquier persona, me contestaría que no, entonces les mostraría la flor, verían que no había sido sólo un sueño, entonces... ¿Qué contestarían?... Pensé, entonces, que de todas formas había dicho que volvería, y esa sería la decisión más acertada. De ser sólo un sueño... Emiel seguiría siendo... "Un mago que controla el fuego y cura heridas mágicamente." Pensé con ironía, volviendo a suspirar. No importaba por donde lo viera, no había forma en que esto fuera una situación normal.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por una pequeña piedra que chocó contra la ventana. Estaba tan sumida en los mismos que no pude evitar dar un salto y, sin notarlo, apretar la flor contra mi pecho. Al acercarme a la ventana, pude distinguir a Madeleine saludándome con la mano y dando saltitos. Gruñí de rabia y tomé mi celular, mientras marcaba el número de Madeleine, volví a la ventana. 

"¿Qué quieres?" Pregunté con fastidio. 

"Acompañarte" Contestó Madeleine contenta, mientras miraba hacia la ventana con una amplia sonrisa en su rostro. 

"Ya te dije que no puedes acompañarme, ir a visitar a alguien a un hospital es algo serio, y no confío en que te quedes quieta." Contesté cortante, mientras acariciaba el tallo de la flor con los dedos. 

"Me quedaré quieta, lo prometo..." Respondió con ese efectivo y para nada sutil tono triste que suelen poner los niños cuando los regañan.

 Negué con la cabeza. "¿Por qué tienes tantas ganas de ir, de todas formas?" Pregunté mientras miraba la flor.

Otro camino al cieloWhere stories live. Discover now