⫷Capítulo 7⫸

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Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se volvió muy frío. Las montañas cercanas al colegio adquirieron un tono gris de hielo y el lago parecía de acero congelado. Cada mañana, el parque aparecía cubierto de escarcha.

Iba a comenzar la temporada de quidditch. Aquel sábado, Harry jugaría su primer partido, después de semanas de entrenamiento: Gryffindor contra Slytherin. Si Gryffindor ganaba, pasarían a ser segundos en el campeonato de las casas.

Casi nadie había visto jugar a Harry, porque Wood había decidido que sería su arma secreta. Pero la noticia de que iba a jugar como buscador se había filtrado.

Era realmente una suerte que Harry tuviera a Hermione como amiga. No sabía cómo habría terminado todos sus deberes sin la ayuda de ella, con todo el entrenamiento de quidditch que Wood le exigía.

Hermione se había vuelto un poco más flexible en lo que se refería a quebrantar las reglas, desde que Harry y Ron salvaron a ella y Amelia del monstruo, era mucho más agradable. El día anterior al primer partido de Harry los cuatro estaban fuera, en el patio helado, durante un recreo, y Hermione había hecho aparecer un brillante fuego azul, que podían llevar con ellos, en un frasco de mermelada.

Estaban de espaldas al fuego para calentarse cuando Snape cruzó el patio. De inmediato, Harry se dio cuenta de que Snape cojeaba. Los cuatro chicos se juntaron para tapar el fuego, ya que no estaban seguros de que aquello estuviera permitido. Por desgracia, algo en sus rostros culpables hizo detener a Snape.

Se dio la vuelta, arrastrando la pierna. No había visto el fuego, pero parecía buscar una razón para regañarlos.

-¿Qué tienes ahí, Potter?

Era el libro sobre quidditch que Hermione le prestó. Harry se lo enseñó.

-Los libros de la biblioteca no pueden sacarse fuera del colegio -dijo Snape-. Dámelo. Cinco puntos menos para Gryffindor.

-Seguro que se ha inventado esa regla -murmuró Harry con furia, mientras Snape se alejaba cojeando.

-Me pregunto qué le pasa en la pierna.- Dijo Amelia.

-No sé, pero espero que le duela mucho -dijo Ron con amargura.

En la sala común de Gryffindor había mucho ruido aquella noche. Harry, Ron, Amelia y Hermione estaban sentados juntos, cerca de la ventana.

Hermione estaba repasando los deberes de Harry y Ron sobre Encantamientos. Nunca los dejaba copiar («¿cómo van a aprender?»), pero si le pedían que revisara los trabajos les explicaba las respuestas correctas, Amelia ya estaba acostumbrada, pero como ella ya había terminado los deberes, solo se disponía a leer junto a Hermione.

Harry se puso de pié súbitamente, y dijo a Ron, Amelia y Hermione que le preguntaría a Snape si podía devolverle el libro.

-Yo no lo haría -dijeron al mismo tiempo, pero Harry pensaba que Snape no se iba a negar, si había otros profesores presentes.

Emprendió su marcha.

-¿Hermione, podemos descansar?- dijo Ron cansado.

-Ronald, estás muy atrasado, debes terminar ya.

Ron bufó y continuó haciendo sus deberes.

Amelia le sonrió a Hermione, y ésta se sentó junto a ella.

-¿Cómo va tu lectura Lía?- dijo Hermione mirando el libro que Amelia estaba leyendo.

-Bastante bien,-dijo amablemente- es uno de los mejores que he leído hasta ahora. Los muggles realmente saben cómo escribir una buena historia.

Inefable // H.GDonde viven las historias. Descúbrelo ahora