Si existe uno, existen dos...

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Les debo una sincera disculpa, han pasado muchas cosas en estos tiempos y la cuarentena puede que haya sido la menor. Este capitulo ya estaba mucho tiempo esperando llegar a ustedes. 

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"Ese es el hombre" Sus arrugados dedos apuntaban al joven de veintiséis años parado en una esquina de la habitación de hotel.

Un asesinato había ocurrido como era costumbre para el actualmente acusado de ser el principal sospechoso de la muerte del esposo de la anciana mujer. La policía llegó tras la llamada de una mucama y los gritos incesantes de la ahora viuda, no lo hicieron corto.

"¿Cuál es tu nombre?" Directo, sin respeto, en casa jamás le hablarían así. Bueno, no estaba en casa...

"Karasuma Renya" Se atoró quizás con su propia estupidez aquel policía al darse cuenta de su error. Cada persona lo hizo, pero esa mujer no parecía tan convencida de lo que pasaría al final.

"J-Joven señor Karasuma, por favor, si no es molestia, ¿Qué lo llevó a este desagradable malentendido?" Eso era más que lambisconería.

"Mi habitación está en el siguiente nivel y presioné el botón equivocado en el elevador, esa mujer salía de su habitación y al verme empezó a gritar sin cesar. Los empleados llegaron y los llamaron a ustedes.

"¡ESO ES UNA COMPLETA MENTIRA!" Sin duda ella se había raspado la garganta con semejante grito.

Las personas en la habitación tenían algo un poco más claro. La policía en pos de evitar cualquier rose con los Karasuma apresó inmediatamente a la mujer. Que, durante el forcejeo, un pequeño frasco con cianuro callera de su bolsillo fue una mera ayuda del destino... Ese mismo que había hecho a su marido invertir todos sus ahorros sin decirle, quizás no habría sido malo si no hubiera sido en el casino del hotel donde se hospedaba con su esposa.

Esta suerte no era fuera de lo normal, era su propia desafortunada suerte, sin importar a donde fuera siempre algo pasaba... Muertes, ataques, intentos de algo...

Alguna de sus sirvientas lo había llamado alguna vez, un ángel, pero un ángel de la muerte. Elegantemente coronado. ¿Acaso sería el único con esa misteriosa fortuna y título? Esperaba que no.

Solo el tiempo lo diría, casos como él no pasaban tan desapercibidos por la gente a su alrededor y quizás le interesaría conocer a una persona como él. Ser parte de una de las familias más ricas de Japón le garantizaba ello.

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Quien diría que pasarían más de cien años hasta que pudo encontrarlo. Un detective adolescente, ya ahora, un adulto en el cuerpo de un niño. Parecían compartir más de lo que esperó en cualquier otro.

Siempre mantuvo un ojo sobre esos posibles obstáculos. Esos escurridizos peones de la ley. Aplastarlos era muy sencillo con Rum como jefe de la policía. Una misión peligrosa y totalmente sorpresiva. Una forma eficiente. Con los detectives, civiles muy curiosos para su bien, Gin o Kir eran suficiente para quitarlos del camino. Vermouth accionaba cuando eran conocidos en los medios. Cada cierto tiempo aparecía una amenaza importante para su organización y eran balas de plata, perfectas para acabar con todo.

Pero siempre estaba Gin para detenerlos.

Habían lucido cuatro individuos ese nombre. Era uno de sus favoritos, pero ella era lo mejor, Vermouth. Tres mujeres a lo largo de su vida lo hicieron creer que el legado de los hijos sería la forma de perpetuarse, vaya que estuvo... Ciego.

La mentira que trajo consigo la tragedia -The lie that brought tragedyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora