Capitulo 5

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- Dime vieja amiga.... ¿Qué ha sido de mi hermano?-. Tras un rato observando la inmensa luna en la oscuridad de la noche, Narzea regresó a su tienda y se tumbo en su "cama" improvisada. Con una mano en la frente y la otra extendida a lo largo de su cuerpo dejaba ver algo de desesperación en su expresión. Solo una cosa rondaba por su mente después de lo que habían visto esa tarde, ¿mi hermano seguirá vivo?, aquella pregunta la atormentó durante horas.

Al amanecer se despertó para ver salir el sol y se sentó en la puerta de la tienda.

- ¿A que no sabes que he encontrado?-. La voz de Aloys hizo que desviase la mirada hacia él.

- No se, dime Loy... Esta vez que fue lo que encontraste; ¿un conejo o simplemente otra piedra con una forma extraña?-. La chica sonrío burlona.

- Hey, la piedrecita era enigmática reconócelo.... Pero no me cambies de tema, encontré un libro-.

- Loy, si no sabes leer que mas te da-. La chica no veía el punto de la conversación ¿un libro? ¿Y para que? ¿Que mas daba?.

- Este libro en concreto yo no lo sé leer pero apuesto que tu si...-. Aloys sonrió y saco un libro que traía escondido en la espalda. Se lo mostró a Narzea obligándola a leerlo.

- ¡Un... Un libro de brujería!-. La muchacha exclamó entusiasmada, arrebató el libro de las manos de su amigo y comenzó a ojearlo; en efecto lo entendía. Era la lengua satánica. Lo llevaba en la sangre.

- ¿Y bien? ¿No me das nada a cambio?-. Se impaciento el chico.

- Ajj... Esta bien, esta vez te lo has ganado-. Narzea entro a la tienda removió una bolsa con lo poco que les habían dejado coger y volvió a salir con una pequeña daga en la mano.

- Aquí tienes, disfruta; Loy-. La muchacha colocó el filo cortante rozando la palma de su mano, cerró el puño y aplico presión contra la daga. Cuando una gota resbaló por la mano Narzea puso su mano encima de la boca de Aloys para que gotease la sangre.

Los ojos del niño cambiaron al color negro y le aumentaron los colmillos.

Narzea efectuó una sonrisa satisfecha.

- Así que así llevas alimentándolo todo este tiempo, ¿eh?-. Una voz ahora conocida por ambos niños se oyó a sus espaldas, pero ninguno se molestó en mirar para descubrir que la voz provenía de Lysandro.

- Pues aquí se castiga a los que incumplen el horario sabéis-. Dijo, cogiendo a Narzea del pelo y levantándola y a Aloys del cuello y levantándole también con igual facilidad.- Y vosotros estáis despiertos fuera de hora, así que vais a correr alrededor del campamento-. Les soltó para luego obligar a Narzea a ir a buscar piedras y a Aloys le dijo que trajera ocho sacos de harina vacíos.

Una vez los trajeron, hizo que metieran las piedras en los sacos y les mandó a buscar dos cuerdas. Ató una cuerda a un saco y a la cintura de Aloys y la otra cuerda a otro saco y a la cintura de Narzea.

Les mando dar vueltas alrededor del recinto del campamento base, sin usar sus poderes y con cada 10 vueltas añadía un saco. Así llegó la hora de levantarse para los demás y aun les faltaban dos sacos a cada uno. Para cuando acabaron era la hora de comer y lo único que habían hecho en toda la mañana era tirar de unos sacos llenos de piedras.

Narzea al terminar la ultima vuelta se tiro al suelo rendida por el cansancio y Aloys la hizo compañía.
Desmoronandose a su lado.

Descansaron un poco y se les permitió desatarse las cuerdas y deshacerse de ellas.

- Daos prisa, o no llegareis a comer. Hoy tenéis especial en lugar de pan solo tenéis un huevo como acompañamiento-. Añadió Lysandro mientras se levantaba de la caja en la que había estado observando a los muchachos toda la mañana.

A Aloys esos ojos amarillos de Lysandro que un día le dieron sensación de amabilidad y de que estaba a salvo, no le causaron esa sensación; ahora era una mirada amarilla de desprecio hacia su persona.

*****

Narzea y Aloys se dirigieron hacia el interior del campamento, pero para cuando llegaron al espacio techado que se hacia llamar comedor no quedaba nada.

- Esto... Hola-. Una voz femenina les hizo girarse.

- Yo soy Astrid y el es mi hermano gemelo Max-. La niña extendió las manos tímida y les entregó dos trozos de pan y un huevo cocido.- Os hemos visto esta mañana y os hemos guardado algo de la comida-.

Narzea en seguida cogio la comida, se sentó en el suelo y se la acabó toda.

- ¿por qué el no come? Preguntó extrañada Astrid.

- No lo necesita-. Contesto Narzea mientras Aloys mostraba sus colmillos.- Es un vampiro, la comida normal le sabe asquerosa-.

Max se sentó a su lado y observó fascinado los colmillos de Aloys.

- ¿Otra vez vagueando? ¡par de inútiles!-. Era Lysandro de nuevo.- Pues si no aprendéis, ¡tendré que llevarme a alguien para que aprendáis!-. Cogió a Narzea que era la que mas cerca tenia y se la cargó al hombro. Se alejó con ella cargada mientras la pequeña pataleaba y daba puñetazos para que la soltasen.

Lysandro entró en una tienda más grande que las de los nuevos soldados, la suya.Esa tenía una cama de verdad.

Narzea había dejado de patalear la había llevado a su tienda, ella sabia lo que eso significaba...

- Bien, a las señoritas se las trata como señoritas y a las niñas como niñas, pero como tu no eres ninguna de ellas no te trataré como si ll fueras-. Dejó a Narzea sobre la cama y se quitó la chaqueta que llevaba dejándola a un lado, se desabrochó la camisa y se quitó el cinturón donde llevaba la espada.

- Tranquila, será rápido...Creo que sabes por donde voy ¿verdad?-. Una sonrisa maléfica salpicó el rostro de Lysandro. Le sujetó las manos a la niña contra la cama y le chupó el cuello.

- Y bien, ¿piensas dejarme morir por succión de sangre?-. Era la primera vez en un largo rato que Narzea decía algo que no fuesen gritos o suplicas.

- No, no necesito mala reputación-. Contestó con una sonrisa mostrando sus colmillos para luego clavárselos en el cuello a la chica.

- Sivervo...-. Susurro Narzea.

De pronto se encendió un candelabro que había en la tienda de Lysandro y tras pronunciar un conjuro este se cayó al suelo y prendió con fuego la tienda, Lysandro no se dio cuenta hasta que estaba todo rodeado de llamas.

- Serás.... Esto no acaba aquí-. Añadió relamiéndose .- Pagaras por esto..-.

Lysandro se giró para intentar apagar el fuego y para cuando se volvió de nuevo hacia Narzea, esta ya no estaba se había ido; se había esfumado.

- Así que una bruja, ¿eh?...-.

Dijo Lysandro mientras miraba el cielo gris en el que se transparentaban algunos rayos de luz solar.

La leyenda de Claymore CliveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora