d o c e

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 Apenas llegué de la facultad y las agujas del reloj ya estaban a punto de marcar las tres y media de la tarde, así que tenía poco más de media hora para prepararme. No debería pensar mucho en qué ponerme para un simple paseo por Seúl, pero por otra parte sentía que no debía ir con unos pantalones para hacer ejercicio y una sudadera dos tallas más grande... 

Abrí la puerta de mi habitación. Como de costumbre, estaba en silencio, no porque mi compañera se hubiera ido a clase o algo parecido, sino porque estaba dormida como un tronco. Me quité los zapatos y la mochila y caminé despacio hasta mi pequeño armario. Intenté abrirlo con cuidado, pero las bisagras siempre chirriaban. Me giré bruscamente al oír un gruñido.

—¿Hana...? — Hyuna se deshizo del lío de sábanas en el que estaba metida. Yo alcé la mano, saludando a mi compañera. — ¿Qué hora es...?

—Las tres y media. De la tarde. — dije yo.

—¿¡Qué!?— gritó, reincorporándose de golpe y buscando algo sobre el colchón de manera casi obsesiva. Al final, se dio por vencida y se quedó sentada en la cama, mirando cómo yo hurgaba entre las prendas de mi armario. — Bueno, da igual. Supongo que hoy tampoco iré a clase... ¿Dónde vas tan pronto? — preguntó. 

—Ah, voy a dar una vuelta. — dije. Elegí una sudadera de color lavanda. Era la única que tenía que no era de un tono oscuro y probablemente la única que era de mi talla. 

—¿Sola? ¿No quieres que te acompañe? — preguntó Hyuna, quizá un poco preocupada. 

—B-bueno, — tragué saliva, nerviosa pero sin entender por qué. — voy con Jimin. 

—¡Ah! Ese Park Jimin, ¿no? — mi compañera sonrió. — ¡Pásatelo bien, entonces! — me dijo, enseñándome sus pulgares a modo de aprobación. — ¡Cómo has crecido! Hace unas semanas no eras ni capaz de hablarme. — añadió.

Yo reí. —La verdad, por fin voy acostumbrándome a este sitio. Gracias. 

—¿Gracias? ¿Así, sin más? — Hyuna hizo un puchero y se cruzó de brazos. Se quedó un rato esperando a que yo dijera algo, pero estaba sin palabras.

Al final, evitando su mirada, solté: —Gracias, unnie

Hyuna volvió a sonreír de oreja a oreja, asintió y me hizo una seña para que terminara de escoger mi ropa. Yo me volví para encontrar algunos pantalones y una camiseta que no fuera demasiado vieja, pero de repente oí como ahogaba un grito. Me sobresalté. 

—¿¡No será una cita!? — exclamó.

—¡No! — agité las manos y la cabeza, negando con energía. — Simplemente vamos por ahí, a pasear.

Hyuna frunció el ceño, suspicaz, pero terminó encogiéndose de hombros y diciéndome de nuevo que me lo pasara todo lo bien que pudiera. Después, en lugar de levantarse de la cama, decidió volverse a tumbar y enredarse en sus sábanas. No tenía remedio...

Yo me vestí todo lo rápido que pude y perdí unos diez minutos en mirarme al espejo. ¿Qué debía hacer con mi pelo? ¿Recogerlo en una coleta? ¿Una trenza, quizá? Y, peor aún, ¿qué debía hacer con mi cara? No llevaba nada de maquillaje y mi piel lucía apagada. Abrí mi pequeño neceser de color rojo. Sólo tenía un par de bálsamos labiales con algo de color, unas cuantas cremas y un delineador que ni siquiera sabía utilizar. Miré la punta negra con indecisión. Decidí que lo mejor era no arriesgarse; me puse algo de bálsamo y listo. 

Agarrando mi teléfono móvil con una mano, me calcé y me despedí de Hyuna, que me respondió con un suave gruñido. Bajé las escaleras de la residencia casi corriendo, como si me condujera algo, como si tiraran de una cuerda unida a mí. 

Entre la gente que iba y venía, pude verle, vestido con unos pantalones negros, ajustados, y una sudadera gris. Jimin me saludó con una sonrisa y se acercó a mí lo más rápido que pudo, esquivando a algunas personas. Se colocó a mi derecha y, extendiendo su mano hacia la puerta, me invitó a salir con aire amable. 

—Señorita, ¿tiene pensado ir a algún lugar en especial? —preguntó casi al mismo instante en el que poníamos un pie en las baldosas de la calle — Hoy voy a ser su guía. — dijo, con tono algo juguetón, fingiendo que de verdad era un guía turístico. 

—No tengo ninguna preferencia, la verdad. — respondí yo mientras caminábamos. Era una tarde agradable, soleada, quizá algo más calurosa de lo normal para ser otoño. Los árboles, poco a poco, iban tornándose rojizos y amarillentos. 

—Entonces, — Jimin se adelantó un par de pasos y se dio la vuelta para caminar de espaldas, frente a mí. Su sonrisa algo desdibujada pero alegre me hacía sentir cómoda. — te llevaré, de momento, por la zona universitaria. — hurgó en los bolsillos de su pantalón y sacó una tarjeta de metro. — Ten. Sé que no tienes una, y la ley número uno de un buen habitante de Seúl es tener una de estas. 

Sorprendida, tomé la tarjeta y la guardé. —¡Gracias! 

Jimin volvió a colocarse a mi lado. — De nada, pero tendrás que recargarla dentro de poco... Lo siento. — rio. — Si no te importa, me gustaría que algún otro día utilizáramos el metro. — sonaba a proposición. Me miró. — Sé que sólo llevamos un par de metros y que apenas hemos caminado, pero podríamos hacer de esto una rutina hasta que hayas visto todo Seúl. ¡Es enorme, y cada rincón es mágico! 

Asentí. Al principio pensé que era por la temperatura, pero luego supe que era por él. Me sentía como en casa, rodeada de calidez... Y era una sensación a la que, definitivamente, me podía acostumbrar. Dejando que Jimin me explicara cada recoveco de la calle que recorríamos, viendo cómo su rostro se iluminaba cada vez que señalaba alguna de sus tiendas, cafeterías y zonas favoritas.

Todo era un conjunto de risillas, colores cálidos y amabilidad hasta que vi, a lo lejos, caminando a paso rápido, a Taehyung. Recordé su mensaje y, contra todo pronóstico, él pareció acordarse también. Me saludó cuando aún estaba a unos cuantos metros de mí. Yo le devolví el saludo, sonriendo con una mezcla de timidez y vergüenza, y fui caminando más despacio.

Jimin se paró en seco al ver que yo me iba quedando atrás. —¿Todo- — siguió con la mirada a Taehyung, que llevaba su ya inseparable chaqueta de tela vaquera, y frunció el ceño al ver que yo hacía ademán de hablar con él. — ¿Todo bien, Hana? — su tono sonó estremecedoramente dulce, como cuando comes demasiada miel y terminas aborreciéndola por su dulzor y la sensación que te deja es más bien mala. Sentí lo mismo con Jimin. 

Taehyung estaba dispuesto a decir algo, pero se quedó, literalmente, con la palabra en la boca. Jimin agarró mi muñeca. Pensé que su mano estaría templada, que sería igual de cálida que sus miradas, pero me equivoqué. Estaba fría como el hielo. Tiró de mi con algo de brusquedad y, con una sonrisa de lo más fingida, exclamó:

—Vamos, Hana. ¡No puedo dejar de enseñarte lo bonita que es esta ciudad!

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Si, si, tardo meses en actualizar esta mierda pero hey!! al fin tenéis capítulo :) 


New Rules » Maknae line; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora