Problemas

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Todo iba de maravilla.

Daniela y Juan Pablo compraron el terreno soñado para ambos, con sus ahorros de toda la vida y un préstamo que les dio el banco, solo pasó un poco tiempo cuándo un equipo de obreros empezó a trabajar para construir la casa que tanto tiempo habían soñado.

Juan Pablo era el encargado de ver cada cosa, asegurándose de que todo no tuviera un tan solo error, por su lado Daniela trabajaba sin descanso al igual que el ojiazul.

Estaban luchando por tener su más grande sueño cumplido, pero nada es cómo lo planeas.

Pasaron las primeras semanas y todo iba viento en popa, pero con el paso de los meses para desgracia de la pareja el dinero se acabó, dejándolos en una estrechez económica.

— Saldremos de esta. — alentó la castaña, viendo la cara de preocupación de su esposo.

Estaban en su hogar observando los recibos y todo lo que debían, sus cuentas con muy pocos dólares, Daniela sabía que saldrían de esa, cómo siempre.

Juan Pablo esforzó una sonrisa y asintió en respuesta, la castaña tomó su mano por encima de la mesa y sonrió con calidez.

— Es sólo un pequeño bache, nada nos destruye, ¿recuerdas?— mencionó acariciando la mano de su esposo.

Él alzó su vista y sonrió ampliamente, cuánto amaba a su esposa.

— Así es, Dani. — respondió dejando un beso en los nudillos de su esposa.

Y hoy podemos decir algo y mañana pasa otra, la pareja no solo tuvo problemas económicos, también en sus trabajos los hubo, Juan Pablo fue despedido al poco tiempo de la constructora en la que trabajaba al caer en bancarrota.

Sus clases cómo orientador desapareciendo también al ya no ser necesarias para el programa al que trabajaba. Estaba acabado, no tenía trabajo.

Daniela dejó de recibir comisiones jugosas para recibir comisiones que solo alcanzaban para los gastos del mes y sobrevivir.

Ambos estaban preocupados, los intereses del préstamo que pidieron al banco crecían cada día más, y ellos no habían aportado ni un solo centavo hace meses.

— Juanpa, ¿qué vamos hacer? No tenemos dinero. — murmuró Daniela tomando su cabeza con frustración.

Los dos estaban en el baño de su habitación sin saber que hacer.

— Seguiré buscando trabajo. — respondió el ojiazul afeitándose.

Daniela soltó un suspiro sentada en la tapa del retrete totalmente preocupada.

— Seré taxista, recolector de basura, mesero, cualquier cosa. — decía Juan Pablo afligido.

Lavó la navaja en el lavamanos para pasarla de nuevo por el lado derecho de su rostro, afeitándose, dejó de hacerlo cuándo escuchó cómo Daniela comenzaba a sollozar.

Dejó la navaja y limpio su rostro con una pequeña toalla que colgaba en su hombro desnudo, se puso de cuclillas y tomó el rostro de su esposa entre sus manos.

Limpió las lágrimas con sus pulgares.

— No nos dejaré caer, veremos qué hacer, pero saldremos de esta.

El ojiverde quería motivar a Daniela, hacerle saber que no estába sola y que iban a salir de esa situación actual.

— Estaremos bien. — susurró uniendo su frente a la de Daniela.

Juan Pablo tuvo que tragarse su orgullo para pedirle a su padre cinco mil dólares prestados, él y su padre no tenían una relación de padre e hijo perfecta.

El ojiazul había tenido problemas con él hace un tiempo atrás, pero Juan Pablo tuvo que dejar eso de lado para pedir apoyo.

— Adiós, papá. — se despidió. — Gracias por el dinero y escucharme. Fue bueno verte.

— Cuídate, hijo.

Se despidió de su padre para subirse a su coche, condujo hasta el que era su sueño junto a la castaña.

Juan Pablo conducía las calles de San Francisco con miles de preocupaciones en su cabeza, deseaba tanto, pero no podía tenerlo.

Su único consuelo era ella, su Dani, su esposa en las buenas y en las malas.

Estacionó el coche, se bajó de el y miró la arquitectura de la que sería su casa, pero ahora eso estába en duda. La deuda del Banco crecía cada vez más, si ellos no pagaban el terreno pasaría a manos de este.

El ojiazul suspiró pesado caminado por aquél terreno, su suelo solo era una tierra rojiza con poco pasto seco, los diferentes materiales que serían utilizados para la obra que ahora solo estaban hechas a un lado porque todo estába detenido, la estructura de la casa a medio hacer.

Con sus manos en los bolsillos se quedó ahí un rato.

«¿Es tan difícil tener uno de tus sueños?» pensó con pesar.

Por más que le daba vueltas al asunto no encontraba respuestas.

Es irónico saber que cuándo buscas explicación para algo, simplemente no tienes respuestas que aclaren tus dudas, pero con el tiempo te das cuenta que si las habían, pero es muy tarde para arrepentirnos de ellos.

Juan Pablo volvió a su coche al ver que ya se hacía de noche, sin más fue a la casa que compartía con su esposa.

Él llegó y le informó a Daniela la visita de su padre, ella sabía que no era algo que a su esposo le gustaba hablar, pero al ver cómo su cara se iluminaba sabía que todo había quedado en el pasado.

«Un problema menos» pensó la castaña con una sonrisa.

Cenaron juntos en un ambiente ameno, a pesar de sus problemas eso jamás afectaría su estabilidad emocional entre ellos.

Los días pasaron junto con los problemas y deudas, ahora la pareja estaba en la cama de su habitación intentando dormir, Juan Pablo no había pegado un ojo en toda la noche luego de un largo día de buscar empleo y no tener éxito alguno.

Escuchando los balbuceos de su esposa metida en sus sueños intentaba dormir, pero no lo lograba.

— No, Juanpa, no lo hagas, hay que sacar otro préstamo. — murmuraba la castaña entre sueños. — No, es nuestra casa.

La castaña se movía en la cama con inquietud. Fue entonces cómo una revelación para Juan Pablo, salió de la cama y movió a Daniela pensando en una idea.

— Calle... Arriba. — dijo con desespero, la castaña se levantó somnolienta.

— ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre?— preguntó aún desorientada.

— Creo que tengo la solución de nuestros problemas. — replicó Juan Pablo vistiendose rápidamente.

Daniela se levantó de la cama y se vistió igual, llevaron el poco dinero que tenían más un poco de ropa, tomaron las llaves de su coche y salieron de casa. Eran de madrugada cuándo salieron de su hogar para emprender viaje.

— ¿Adónde vamos?— cuestionó Daniela.

Juan Pablo la observó con media sonrisa apretando el volante del coche.

— Vamos en busca de suerte. — le respondió tomando su mano para besarla.

La ciudad de la suerte, mejor conocida cómo la ciudad del pecado.

Manejaron horas para llegar a el lugar, cuándo llegaron solo vieron las características luces de la ciudad, el gentío caminando de aquí a allá cómo si la noche apenas diera comienzo, los “Elvis Presley en las esquinas recordando al rey.

La pareja de casados se vieron y tomaron sus manos para entrar a ese lugar que parecía ser su única salvación.

Así era, ¿no?





































































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Propuesta Indecorosa || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora