Precipicio

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¿Cómo evitar las sensaciones que grita tu cuerpo?

Es una pregunta que no podemos respondernos, cuándo nuestro cuerpo pide algo que se piensa con el corazón, no puedes detenerlo, es cómo una cuerda atada a tú cuerpo atrayendote cerca de un precipicio.

Cada vez que te acercas dejas de pensar con menos racionalidad, las acciones deseadas toman las riendas de aquélla cuerda y caes, caes a ese precipicio sin dar vuelta atrás, a pesar de que la razón entra en conflicto con el corazón.

Dos mujeres que caminaban a paso lento a ese precipicio de deseo y pasión entre ambas, era solo el comienzo de la liberación de la tanda de emociones que llevan dentro.

María José tomó a Daniela de sus caderas pegandola más a su cuerpo cómo la pieza de un rompecabezas.

Daniela atoró un gemido inaudible en su garganta al sentir el calor del cuerpo que la estrechaba.

Sus respiraciones ya pesadas se mezclaban con el sonido de sus besos intensos con el conticinio del lugar.

— Por favor. — María José hablaba con la respiración agitada. — Dime que pare ahora, no creo poder hacerlo después.

Sus labios atendieron el lóbulo de la oreja de Daniela, ella con la boca entreabierta respirando con pesadez.

«¿Quiero qué pare? No, claro que no» pensó Daniela al borde de la excitación.

La castaña tomaba a María José de su mentón, observó esos orbes aceitunados totalmente oscuros y dilatados por la situación.

— No saldrás de esa puerta hasta que termines lo que empezaste.

No hubo respuesta, solo un beso feroz en los labios de María José que rápidamente fue correspondido de la misma forma.

Sus lenguas aterciopeladas se encontraron en aquél beso sacando sonidos guturales de la garganta de ambas, Daniela gimió al sentir una lenta y seductora mordida en su labio inferior por parte de María José.

La manta dónde se habían envuelto ambas para acabar con el frío, ahora estaba en el suelo.

En ese momento su lugar era reemplazado por dos cuerpos casi fundidos, totalmente calientes buscando saciar su sed de deseo y placer en toques, besos y caricias que no tenían fin en ese momento por parte de ambas mujeres.

María José sin dejar de besar a Daniela la cargó cómo toda una novia entrando a la habitación en su noche de bodas, la castaña enredó sus manos en el cuello de María José sin dejar de sentir esos labios que eran su perdición por completo.

Llegaron a la habitación y María José la recostó en la cama posicionando su cuerpo encima del de la castaña.

— Eres tan perfecta. — susurró dejando un camino de besos.

Tenía los labios en cada parte de la piel inmaculada de Daniela, giró su rostro un poco para estirar el cuello de la vendedora y dejar un mordisco más un lametón.

Posicionó su rodilla en medio de las piernas de Daniela, sus dedos apretando la carne de sus caderas, la boca de la empresaria llegando al valle de los senos de Daniela para usar su lengua con desesperación y chupar la piel con besos húmedos.

— Eres la perdición personificada en mujer.

Daniela escuchaba la voz ronca y jadeante de María José, provocando que se mueva contra su rodilla, buscando un poco de calma en su vagina húmeda, enviando corrientes a su entrada.

— No sé cómo es que te tengo así. Ahora. Sólo para mí.

María José bajó las copas del sostén y con sensualidad tomó el pezón rojizo de Daniela con sus labios, lamiendo este para mojarlo y volver a chuparlo, sus labios jalando un poco el pezón y soltarlo, provocando que la vendedora se retuerza con respiración inestable.

Propuesta Indecorosa || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora