Epílogo

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Brasil, Río de Janeiro/3 años después.

Una castaña despertaba en plena madrugada sin razón alguna, su sueño yéndose de inmediato.

Miró a su costado y sonrió instintivamente al ver a su compañía en la misma cama, solo una sábana tapando su desnudez dejando ver su espalda marcada y ejercitada.

Daniela pensó en despertarla, pero decidió dejarla dormir, había sido una larga noche después de todo. La castaña se sentó en la cama y vio la vista que tenía enfrente, un gran ventanal mostrando el resplandor de la luna con el sonido del mar chocando en la orilla.

Se levantó con cuidado de la cama y en silencio buscó alguna prenda, tomó sus bragas y una camiseta formal que había en el suelo, la deslizó por sus brazos y sacó su cabello castaño para hacerlo a un lado de su cuello.

En silencio abrió la puerta corrediza y salió, se quedó viendo la luna en todo su esplendor, luciendo más hermosa que nunca, las estrellas acompañándola entre la oscuridad.

Daniela cerró sus ojos respirando hondo, la cálida brisa que había en el maravilloso Brasil.

Sonrió pensando en todo lo que pasó por tres años, sabía que esos tres años han sido los mejores y no quería olvidarlos jamás, en este momento solo sabía que estaba en Brasil con el amor de su vida.

No podía negar que había baches en el camino de vez en cuando, pero valieron la pena para estar así ahora, plena, al lado de la persona que ama con todo lo que ella es.

Unos brazos rodeando su cintura hicieron que sonriera en la oscuridad de la noche, solo la luz de la luna siendo testigo.

—¿Qué haces aquí?— susurraron en su oído.

— No he podido dormir, no quería despertarte.

Acarició ligeramente las manos que tomaban su cintura, pudo sentir una sonrisa atrás de su cuello, un tierno beso fue a parar en dicho lugar.

— Entonces podemos buscar otras actividades. — Daniela soltó una risita haciéndo qué uno de sus sonidos favoritos apareciera.

— Eres un demonio. — recriminó con dulzura.

Se dio la vuelta para ver aquellos ojos que la volvían completamente loca.

— ¿Alguna vez te he dicho qué te amo?— murmuró la castaña enredando sus manos en el cuello del amor de su vida.

— No, nunca. — vio su sonrisa favorita aparecer.

— Pues así es.

— ¿Aún?— dijo siguiendo el juego que ambas habían creado hace años atrás.

Daniela sonrió y pegó su frente a la de su amor.

— Siempre. — contestó dejando un corto beso en sus labios.

Beso que duró poco por el chillido de sorpresa de Daniela al ser alzada, sus piernas envueltas en la cintura de su acompañante.

Daniela reía rendida, percibiendo una nalgada en su trasero.

—¡Oye!— se quejó riendo.

La castaña fue bajada una vez estaba en el mar, la olas cubriendo un poco más arriba de su cintura, el agua cálida y la luz de la luna hicieron una combinación perfecta con aquellos ojos aceitunados.no estaba fría estába cálida.

Enredó sus brazos alrededor de su cuello.

— ¿Qué voy hacer contigo, poeta Garzón?— bromeó.

La morena le dio una sonrisa torcida a Daniela.

Propuesta Indecorosa || TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora